Yue Minjun, la risa cínica como arma revolucionaria
“Bending”, así se titula la gigantesca escultura en acero inoxidable que el artista chino Yue Minjun (1962) está presentando por estos días y hasta el 13 de septiembre en la ciudad de Düsseldorf, Alemania, en el marco de la exposición “China 8”, que reúne a varios de los mejores representantes de la escena contemporánea de la potencia asiática.
El imponente trabajo muestra a uno de los característicos personajes de Yue Minjun, el cual se inclina en forma ceremonial, religiosa incluso, pero sin dejar de reír en forma grotesca con esa carcajada habitual, mezcla de rictus de impostura o arcada dolorosa, que el artista visual viene procesando, tanto en pinturas como esculturas, desde 1989, año que coincide con la masacre de la plaza Tiananmen, episodio que marca un antes y un después en la producción de Minjun.
Efectivamente, fue ese capítulo simbólico y trágico, en que el régimen comunista aplastó por la fuerza las protestas estudiantiles, el que le permitiría a Yue Minjun encontrar el gesto de lo contemporáneo en China. Inmediatamente después de la represión, el pintor se trasladó a una colonia de artistas en Hongmiao, en Chaoyang District, en las afueras de Pekín, donde tuvo la oportunidad de ver una muestra de Geng Jiany, en la que el expositor se representaba a sí mismo riendo. Ahí estaría el punto de partida de la serie de pinturas que Minjun empezaría a presentar en público desde 1993.
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“En mi obra, la risa es una representación de un estado de impotencia, de la falta de fuerza y participación, que llevan a marginarse de los propios derechos que se imponen hoy en día en nuestra sociedad. En definitiva, en la vida. Muchas veces solo te queda la risa como un arma revolucionaria para combatir la indiferencia cultural y humana”, declaró a Yue Minjun en una entrevista con Elena Cue, de “ABC” de España.
Por su edad, 53 años, el artista es hijo directo de la Revolución Cultural y, quizás por lo mismo, su trabajo no puede tratar de eludir un contrapunto con la grandiosidad de ese arte ideológico de propaganda, aunque, como él mismo reconoce, siempre quedan huellas visuales de ese aprendizaje. “En algunos de mis cuadros aparecen hileras de cabezas, unas tras otras, que, sin duda, ofrecen una influencia en mi pasado”, admite el artista, que habitualmente es encasillado en esa generación de los años 90 que el crítico Li Xianting denominó realismo cínico, tendencia que precisamente hace una mueca a la historia y el presente del autoritarismo en China.