Tania González: «Luego de parir comprendí que las imágenes son y viven por sí solas»
Por Camila Sánchez Andueza
Tania González, mujer de largos y oscuros cabellos, es artista visual y taxidermista. En noviembre cumplió 32 años y aún no se acostumbra a aquello. Es vegetariana, amante del patrimonio y logra encontrar profundidad en las cosas más sencillas. También es directora de Chucao, su empresa de producción de exhibiciones patrimoniales.
Su obra está arraigada en la pintura y estudió en la Universidad de Chile, donde, según comenta entre risas, le ayudó lo obsesiva que es, el gusto por la imagen y el paso de personajes importantes en su niñez que le hicieron entender la densidad del ambiente necesario para poder crear.
-Tu obra muestra un manejo consolidado de la pintura. ¿Por qué decidiste tomar como referencia visual los bodegones flamencos del siglo XVII?
-Es por el poder. En ese tiempo, solo los nobles podían cazar, entonces pedían a los pintores hacer estos bodegones para colgarlos en el palacio y demostrarle al pueblo que ellos tenían el poder. Tiene que ver también con la comida, que es súper política, ya que no es llegar y comer carne porque sí, sino que existe un ritual de por medio, un sacrificio. Además, me encanta el tipo de color y como se trabaja la técnica, utilizando la grisalla (pintura monocromática que se usa como base para plasmar la gama de colores), la cual permite la vivacidad del color, entonces éste adquiere una vibración que me gusta y por eso trabajaba con el zinc sobre latón, por ese brillo que le daba a mis pinturas.
–¿Hay otro tipo de imaginario pictórico que te seduzca o haya seducido en otro momento?
-Para mí es fundamental la pintura clásica. He intentado ser súper contemporánea, pero lo que me llena mucho es lo clásico, lo realista. También el arte pop tiene harto que agregar: habla de la muerte, de lo efímero. El retrato, que es muy esotérico, imagínate perpetuar a alguien, ¿por qué lo pintas?
Luego de su paso por la universidad, el acercamiento hacia la biología la llevó a trabajar en el Museo de Historia Natural, espacio en el que conoció el arte de la taxidermia con Ricardo Vergara. En una primera instancia quiso experimentar con ello en el museo y para el museo, sin embargo, luego se dio cuenta que lo podía unir con su arte y comenzó a crear cajas de taxidermia con pintura.
-¿Cuál es la principal característica que resaltas en tu obra?
-Es preservar el patrimonio. Mi objetivo principal es conservar y el patrimonio es la conservación de las cosas. Por ejemplo, ¿los lentes de Salvador Allende son patrimonio de la humanidad? Lo son. Y es algo que fue encontrado, que se conserva, que es una pieza de museo. Yo puedo agarrar una hoja, muchos artistas lo hacen, y transformarla en una obra. Todo puede pasar a ser patrimonio, solo depende de cómo se trabaje.
-¿Tienes una relación del número de especies de aves o pájaros con las que has trabajado?
-En total he taxidermizado como a 50 especies, pero mi trabajo en gran medida lo he llevado a cabo con aves, ya que son más fáciles de conseguir y porque con ellas te enseñan a realizar esta técnica. La especie de ave que me ha resultado un poco más compleja es el gallo por un tema de porte, de plumas: todo el mundo ha visto uno, entonces las proporciones se encuentran en el inconsciente. Pero aquella que me ha complicado más la vida es una codorniz, porque es muy chiquitita.
-¿Qué te atrae: es la vida del animal, la representación, la piel, la identidad, la muerte?
-Lo que más me atrae es que hubo vida ahí. Es un ser que vivió y que yo tomé posesión de él para ocuparlo en mi trabajo. Mi excusa es un poco el querer eternizarlo, pero hay un ritual también con el tema de tomarlo y poseerlo y tiene que ver con esa cosa media esotérica relacionada con el acto del sacrificio. Su espíritu es lo que a mí me llama la atención.
-¿Sientes que el trabajar con cuerpos es una forma de generar una transformación respecto a la dinámica que tiene el ser humano de comprender algo como natural?
-Es que también creo que el arte va en contra de eso, porque en la pintura tú haces una representación, tú fuerzas al espectador a ver lo que tú quieres que vea, independientemente del hecho que él o ella puede interpretar lo que quiera. Pero, finalmente, ese es el juego: tú le estás transmitiendo un mensaje a través de la imagen. Curiosamente, con mi obra la gente que más se espantaba era la que comía carne.
-En el trabajo de taxidermia ¿qué es lo primero para ti: la idea previa o pasar de inmediato a la acción?
-Pasar de inmediato a la acción, porque muchas veces se genera una idea previa, pero con especies que no puedo tener. Entonces, como me van llegando animales y los trabajo en una pose que podría servir, luego armo la idea: está supeditada la imagen a la taxidermia y me ha pasado que se terminan conjugando en un mismo concepto. Por más elementos que uso, siempre se llega a la misma discusión, a la misma respuesta. Eso es un poco lo que me empezó a cansar de este asunto: si quiero crecer de verdad, no me puedo quedar solo en esto. Por eso es importante involucrar el patrimonio, entre otras cosas, para que haya un nuevo discurso.
-Cuéntanos cómo fue tu derivación a la silicona, el caucho y otros productos industriales. ¿Constituyen esos materiales un paso obligado cuando se intenta serializar una obra que tiene un pie en lo orgánico?
-Sí, totalmente, porque en los grandes museos del mundo ya no se está ocupando la taxidermia, ésta se trabaja sólo para fines científicos. Pero en términos de exhibición, se está usando la réplica y, como lo que a mí me interesa es la imagen, si puedo provocar lo mismo, lo encuentro genial, ya que así lo puedo vender, porque no se debe lucrar con la taxidermia y yo deseo no hacerlo. Por ejemplo, cuando colgué esos pajaritos en Galería Temporal, la gente creía que eran de verdad, incluso los cuidadores tenían miedo de ir, porque decían que los pájaros salían a volar. Entonces la gente también crea mitos bastante entretenidos con los animales y con la silicona. Lo orgánico también puede ser representado con lo no orgánico y eso es lo interesante, para que se perpetúe. Es como manchar una tela y decir que lo había pintado con sangre, pero en verdad puedes pintarlo con óleo, con acrílicos, decir que es sangre y la gente te va a creer.
-¿Compartes la opinión de que las artes visuales chilenas han mostrado cierta reticencia histórica a la materialidad orgánica?
-No sé, no creo. Puede ser que no haya mucha gente que trabaje con cosas orgánicas, pero es porque siempre le hemos tenido miedo a eso. Es decir, acá todavía no nos hemos sanado del golpe y yo siento que el cuerpo, la materialidad, la emoción fue súper trasquilada en este país y, por ende, cuesta tener un discurso con eso. Hay muchos artistas que han ocupado elementos orgánicos como la bandera y la sangre. Ahora se está abriendo totalmente, pero recién ahora. Yo creo que antes era un tabú y es Antonio Becerro quien empezó con el tema de la taxidermia en el arte, porque antes solo era un trabajo de museo. Ese también es mi afán. ¿Se puede mostrar taxidermia? Se puede. Y no es necesario que vayas al museo.
-Ahora que eres madre, ¿sientes que tu concepción respecto a la vida y la muerte ha cambiado? ¿Ese proceso se ve ya reflejado en tu obra?
-Qué linda pregunta. Mi hija Aurora nació en noviembre y durante todo mi embarazo pasé cuestionándome lo referente a la vida y la muerte. Pinté mucho en esos nueve meses: retratos y bodegones. Siempre quise tener el parto lo más natural posible, pero la situación se complicó y tuvimos que ir a la clínica, ya que Aurora venía con el cordón enrollado. Fue un momento difícil, porque luego de expulsar la placenta me vino una hemorragia terrible con la que perdí tres de los cinco litros de sangre que uno tiene. Casi morí. Me fui y volví. Solo sé que me sentía con mi papá -quien murió hace cuatro años- y él ya no está en esta dimensión. Entonces, ¿por qué cuento esta historia?, porque ahora todo cambió, absolutamente. Porque siempre he estado al borde de la muerte, pero como una transición no como algo definitivo. La sangre es la representación del espíritu de forma material. Es como si fuera la representación de mi espíritu que se fue, que se tenía que ir para yo poder ser mamá y poder ser la mujer que soy ahora.
-¿Cómo es esa mujer?
-Puedo decir que todo está conectado: la vida, la muerte, el parir, el morir. Yo no podría ahora hacer arte sin tener eso presente, porque lo viví. Antes me agarraba mucho del fallecimiento de mi papá para poder representar la vida y la muerte en mis obras. Pero, en verdad, no es tan así, porque la muerte es una cosa más, no es absoluta: es un trance. Ahora, durante este año, comenzaré a procesar lo que voy a hacer, porque no puedo crear lo mismo después de lo que me pasó.
-¿Cómo visualizas aquello que deseas crear?
-Quiero empezar a juntar mi lado cotidiano, aquello esotérico presente en el tarot, en los rituales, en la energía y, sobre todo, en la creencia. Desde pequeña mi padre me llamaba la gitana y me doy cuenta que toda mi historia se relaciona con eso. El que yo esté acá tiene que ver con entender la vida desde una perspectiva un poco más externa. Quiero comenzar a salirme del punto de lo que significa cordura, dejar de ser tan correcta con la taxidermia.
-¿Algún proyecto en marcha?
-Me donaron una rana en el Museo Nacional de Historia Natural de Bolivia y ahora estoy pidiendo una donación al Museo de Historia Natural de Perú y al de Chile. Elegí esta especie porque tiene una representación muy interesante en Latinoamérica: en Bolivia es de la suerte, pero en Perú y en Chile se relaciona con la desgracia. Entonces decidí hacer una exposición con respecto a “Sudamérica no existe” -proyecto que había dejado inconcluso-pero ahora con una perspectiva mucho más esotérica. En mayo de 2018 estaré en el Museo Nacional de Historia Natural de Bolivia.
-¿Crees que tu trabajo va a evolucionar también en cuanto a elementos y materiales?
-Después de parir comprendí que las imágenes son y viven por sí solas y, si trascienden, van a trascender ellas, no yo. Es soltar un poco eso tan conceptual que tenía mi obra para poder ser creada. Yo siento que ahora todo tiene que ver con Latinoamérica, con esoterismo, pelo, materiales orgánicos, placenta, sangre; con su olor, sus colores y especialmente su importancia. No sé si me quedaron chicos los animales para representar, pero ahora es necesario que vengan con una carga como la rana lo tiene en este territorio.
Fotografías: Archivo Tania González, Camila Sánchez Andueza y Yerko Baeza