Sutherland: “Al movimiento homosexual le falta alguna garra de perspectiva crítica”
Por Tamara Villagra
El escritor, comunicador social y profesor Juan Pablo Sutherland está a las puertas de lanzar su último libro Ficciones políticas del cuerpo (Editorial Universitaria), un compilado que re-significa los estudios queer en el país, en el que trabajó durante un año junto a sus alumnos del seminario “Sexualidades críticas”, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Con estos nuevos escritos, Sutherland espera seguir pensando críticamente las tensiones de la sociedad respecto a las sexualidades fuera de la norma, el mismo objetivo que tuvo cuando impulsó su movimiento a fines de los años 80 y que luego continuó desarrollando en un conjunto de publicaciones como Ángeles negros (Planeta, 1994); Nación marica, prácticas culturales y crítica activista (Ripidio Ediciones, 2009); A corazón abierto, geografía literaria de la homosexualidad en Chile (Editorial Sudamericana, 2002) y recientemente un trabajo que realizó con la escritora Carmen Berenguer, Cuerpos y hablas disidentes en la poesía de Carmen Berenguer (Mago Editores, 2016).
-¿Cómo observas el Chile de este momento y cuál es el fenómeno que más te llama la atención?
-Yo creo que en los últimos años estamos presenciando la crisis de la clase política, que se protege y reproduce a sí misma. También hay un espacio de resistencia desde el ámbito cultural, la escritura, prácticas artísticas que a través de diferentes comunidades promueven diversas formas de presentar ese desencanto, lo político tradicional está en crisis permanente. Quizás lo interesante de estos momentos es la posibilidad re-pensar nuestras ideas de lo social, lo político, lo cultural con nuevas prácticas. Las diversas movilizaciones desde la comunidad dan cuenta de ello. Yo igual tengo la idea de que se vendrán cada día más cuestionamientos y más movilizaciones para desplazar el modelo de representación política que sigue teniendo muchas deficiencias y que finalmente representa a esa reproducción de poder de los últimos 25 años. La gente lo demuestra cuando se moviliza en la calle, pero además con otro tono, pues las demandas o los discursos amplían nuevas demandas y sentidos culturales que antes no existían.
-Entonces lo que más te llama la atención son las luchas sociales que surgen en torno a esta crisis política…
-Absolutamente. Creo que hay peleas sectoriales, luchas particulares que están dando cuenta de cómo está la sociedad. La historia de las transformaciones mayoritariamente es un juego de poder y oposiciones, desde grupos de personas, comunidades o movimientos sociales que hacen que en algún momento cambie un determinado sentido común, algo que se sentía natural para dicha sociedad. El aporte de los estudiantes por la gratuidad y el no al lucro es un ejemplo de eso. Lo que hace una resistencia o un movimiento es poner en el escenario público una situación que se tiene cambiar, y en ese sentido creo que son tiempos de mucha discusión, de peleas, de desplazamientos de lo político, pero que tiene efecto en todos los espacios.
-A partir de esto, ¿cómo nace el movimiento homosexual en Chile?
-Hay que poner en contexto que el primer movimiento homosexual en el país no es el movimiento que tenemos hoy, ya que el que nosotros levantamos a inicios de los años 90 era un movimiento ligado a la lucha contra la dictadura y había muchos de nosotros que estábamos articulando prácticas culturales, escriturales y artísticas en forma paralela. En ese sentido el movimiento se cruza, se tensiona y se hace cómplice de otros activistas que estaban en una articulación distinta. Por ejemplo, hay que mencionar en los 80 a las Yeguas del Apocalipsis, a los activistas de izquierdas y también a los activistas que estaban luchando por dar una señal de alerta publica e interpelar al Estado de Chile sobre la situación de crisis del sida en el país, pues en lo concreto nuestros amigos se estaban muriendo y no había ninguna señal en ese momento de parte del Estado, necesitábamos respuestas. Para mí, el movimiento homosexual fue un movimiento de “liberación homosexual” porque no solamente pensábamos en la política de identidad homosexual por separado de las luchas sociales, al contrario del actual movimiento que es muy identitario y no logra a articular o hacer cómplices otras luchas. Por eso creo que el contexto del surgimiento del movimiento en los años 90 fue muy particular y tenía un horizonte más amplio y crítico.
En esta perspectiva amplia, Juan Pablo Sutherland destaca la figura de Pedro Lemebel, un artista que impactó la cultura chilena y que, a su juicio, no solo fue importante en el campo de la literatura o las artes visuales, sino que se constituyó un personaje que supo dialogar y pensar lo popular ya no desde los registros conocidos, sino que desde una escritura con coraje, que viene de la calle con un talento capaz de construir un lenguaje propio. “Pedro escribe sobre una homosexualidad y mundo popular castigados, que no están protegidos por su estatus de clase, habla sobre los homosexuales al descampado del sistema y esa dimensión es relevante como puede hacer brillar un paisaje despreciado en la sociedad chilena. Desde sus textos y presencia pública, Lemebel se convierte en un personaje perturbador para la democracia protegida, frágil y de los acuerdos de los años 90. Pedro nos mostró ese Chile que quiere borrar luchas, resistencias, comunidades y que, finalmente, no acepta las grandes diferencias que hay en la propia sociedad”.
-¿Cómo ves la actitud de los jóvenes homosexuales en el país? ¿Se podría decir que se observan indicios de cambios culturales profundos respecto del ejercicio de sus derechos?
-Yo creo que el movimiento homosexual ha tenido distintos momentos. Hoy vivimos un tiempo de autismo, porque a pesar de que se pudiese pensar en avances (uniones civiles, Ley Zamudio) estos avances se tienen que pensar además desde un co-relato cultural de transformación que no se resuelve solo con el deseo de legitimidad de las causas por parte del Estado. Las demandas también conviven con la brutalidad del día a día en temas tan evidentes como el femicidio o la homofobia. Avanzamos en muchas perspectivas o tenemos muchos deseos respecto a la ley, a la legislación, pero son deseos que se traducen en cuestiones muy particulares que no logran acceder al horizonte cultural y político que produce esas violencias. No podemos estar pensando que solo lo jurídico resolverá las cosas. El movimiento homosexual está muy despegado de lo social y le falta alguna garra de perspectiva crítica, creo que el activismo se ha convertido en un espacio de estatus, cuando en realidad las luchas sociales son para transformar las realidades materiales y simbólicas.
-¿Cómo ves la irrupción del transformismo en la televisión? ¿Te llama la atención que sea precisamente el canal heredado por Ricardo Claro el que esté llevando la batuta?
-Aquí hay varias cosas que son feroces, hay una banalización del cuerpo travesti pasado por el transformismo, creo que hay una operación televisiva que le quita finalmente la potencia a ese fenómeno en la idea de tensionar la gramática de géneros actuales. Además, ¿a quién le sirve esto? Uno podría decir que ese programa es bueno pues visibiliza, pero es un programa que, primero, está instalado en un canal de derecha y, segundo, con personajes aberrantes y fascistas, como Patricia Maldonado. O sea, ya ahí sospecho inmediatamente. Y luego la retórica que articula el programa, que es una retórica victimizante y paternalista. Para mí este tipo de espectáculos sirve para blanquear y para decir “que pro somos”, por lo que sospecho mucho de ese formato y lugar. Lamentablemente, por muchas buenas intenciones que haya o la gente valiosa que esté ahí, el formato es completamente banal y se re-maquilla una subjetividad minoritaria volviéndola exótica y leíble.
Sutherland recuerda que en sus tiempos de juventud asistía junto a sus amigos a la Feria del Libro en el Parque Forestal y, aunque terminaban cubiertos de tierra, eran felices porque transitaban en un espacio abierto y gratuito. Hoy dicha feria está lejos de lo que era entonces y para el escritor esta situación debe cambiar, incluir nuevos actores y volverse más democrática, “porque un país que lee siempre va a tener otras miradas y otras posibilidades. Por eso yo esperaría una Feria del Libro gratuita y abierta a todo el público”, comenta.
-¿Ves alguna posibilidad de cambio, alguna salida para el fomento de la lectura o esa es ya una pelea perdida?
-Yo creo que hay hartas señales de cambio, hay cuestiones que son relevantes e importantes, pienso que hay nuevos escenarios. Me parece fantástica la proliferación de editoriales independientes, porque eso hace 20 años era imposible. Pero todavía falta porque se requiere mucha mayor participación de todos.
-¿Cuáles son tus nuevos proyectos? ¿En qué y cómo estás trabajando?
-Estoy terminando el año con un libro que se titula Ficciones políticas del cuerpo. Es un conjunto de ensayos de alumnos de postgrado de la cátedra de sexualidades críticas que realizo en la Universidad de Chile. Lo que hago es una introducción crítica que actualiza los estudios queer pensando en temas de identidad de género y del impacto de nuevas visiones de pensar o vivir la sexualidad en lo público o como resistencias culturales. Además, el próximo año espero retomar textos de ficción, no tanto en el formato que he trabajado hasta ahora, sino volver a proyectos que tengo en espera. Será narrativa, estoy trabajando en un libro de cuentos y en una novela. Así que espero tener noticias. Estos proyectos me entusiasman mucho porque hace años que no publico textos de ficción, aunque el último tiempo los géneros hay que relativizarlos, solo sé que hay textos que son mi corazón, por eso existo.
Fotografía principal: Macarena Rodríguez
Galería fotográfica: Camilo Saavedra