Rodrigo Salas: “El arte permite superar los límites del pensamiento negativo”

Por Cristina Bianchi

¿Tocar en el desierto?  Sí, se puede. Rodrigo Salas, director y fundador de la Orquesta Filarmónica Regional de Atacama hizo esto y mucho más. El reconocido músico, maestro y gestor cultural empezó la aventura de conformar una filarmónica en un lugar donde no había público para este tipo de oferta cultural. Han pasado 13 años y el tiempo le ha dado la razón, ya que a su proyecto de largo plazo y gran envergadura ha sumado la Orquesta de Jóvenes Atacameños y la Orquesta Infantil de Diego de Almagro, una localidad ubicada a 149 kilómetros de Copiapó, donde viven no más de 19 mil personas.

-¿Cómo empezó esta aventura?

-Realicé mis estudios en Santiago y después me especialicé en Estados Unidos con el maestro Juan Pablo Izquierdo. Cuando regresé en 1999, sentí que había que hacer algo en mi región. Así que empecé dando clases y luego juntamos una pequeña orquesta de cámara, conformada por estudiantes. Al año siguiente nos dimos a conocer llevando cine y música para niños y jóvenes de la región. Así completamos la primera temporada de conciertos. Los primeros años fuimos un cuarteto y, ya en 2007, el cuarteto se convirtió en la actual Orquesta de Jóvenes Atacameños. Pero no terminamos allí, fueron tantas las ganas que, en 2009, fundamos la Filarmónica de Atacama, conformada por profesionales.

-Seguramente lo que caracteriza a la Filarmónica de Atacama es su gran conexión con el territorio.

-La Filarmónica tiene un rol muy grande y es la itinerancia, pues va a las comunidades más alejadas, donde hay más riesgo social, donde se vive en una situación de relevante alejamiento geográfico. Hemos ido a El Salvador, El Salado, Diego de Almagro, Alto del Carmen, El Tránsito, Caldera. Es una propuesta artística descentralizante. Esto lo hemos podido hacer gracias al soporte de la Fundación Sonami.

-¿Cómo funciona el proceso de selección de los integrantes de la Filarmónica?

-Existen dos colegios artísticos en la región y hay orquestas que dan clase a los jóvenes, entre las cuales está la Orquesta de Jóvenes Atacameños. La Filarmónica toma chicos de otras orquestas o de profesores particulares. Por estas agrupaciones pasan muchas personas que, incluso sin ser músicos, sin practicar luego a nivel profesional, reciben una formación que les permite ser mejores personas. Esto denlo por seguro. No apostamos solamente a formar músicos, sino a sensibilizar personas, para que tengan una sensibilidad diferente.

Fotografías: Archivo Rodrigo Salas

-¿Qué cambios visibles ha provocado con su gestión en estos últimos 13 años?

-Se han dado cambios en la comunidad, y son notorios. Primero, una conducta de la comunidad hacia nosotros y una disposición y apertura a cualquier eventualidad artística. Esto no existía. Hemos educado a los jóvenes, a la gente, a la comunidad con respecto al arte, el cual es un factor que puede constituir una gran salida laboral y de inclusión. Todos los colegios deben tener arte, deben ser integrales.

-¿Qué significado tiene tocar en el desierto? Ustedes lo han hecho muchas veces.

-Ha sido muy importante nuestra presencia allí. Tras el aluvión fuimos a la región, a recorrer los lugares más recónditos, donde siempre se encuentra alguna forma de contactarse. El arte tiene la virtud de no tener límites preestablecidos y hace que las personas sean mejores personas. La música, el arte, hace un mejor obrero, un mejor líder. El arte transforma las personas y las vuelve mejores. Te hace desarrollar una mirada más surrealista en tu trabajo respecto de quien no ha podido de acceder al arte. El arte activa diversas partes de tu cerebro y te permite superar los límites del pensamiento negativo, del “esto no se puede hacer”. Porque siempre se puede hacer. El arte nos permite ver lo que los demás no ven.

A partir del estallido social vuestra iniciativa toma más fuerza por el protagonismo de las artes y el trabajo local que ustedes andaban haciendo hace ya muchos años.

-El estallido de octubre de 2019 ha mostrado que la gran voz de los chilenos la llevan los artistas. Yo fui uno de los primeros integrantes de la Gran Orquesta Nacional Juvenil y durante el estallido hicimos un concierto donde interpretamos a Carlos Zamora y a Víctor Jara. El artista tiene una responsabilidad: llevar la voz del pueblo, de la mayoría, del sentir colectivo y no se puede marginar de eso.

-¿Cómo fue 2020 en condiciones tan complejo para juntarse y ensayar debido a la pandemia?

-Es difícil este nuevo formato online. Una orquesta es un equipo, trabaja en conjunto, deben estar todos los integrantes tocando a la vez. Es complicado estar grabando algunos por un lado y otros por otro. Es problemático en tiempo real, en horas de dedicación. El trabajo es mucho mayor y online los tiempos no son reales, todo llega tarde. Es realmente complejo.

-Sin embargo ustedes igual tienen un amplio panorama para 2021. ¿Nos quiere adelantar algo?

-En 2019 estuvimos en Santiago dando un concierto en la Universidad Central con Christian Gálvez. Hace mucho que queríamos dar un concierto en Perrera Arte, desde octubre de 2019, pero los acontecimientos no lo permitieron. Luego, con la pandemia, algunos integrantes se quedaron en Santiago y, cuando se dio la oportunidad de grabar de manera urgente, se hizo en la Perrera. Fue un cuarteto y se grabó y filmó allá. La Orquesta Filarmónica fue favorecida por el Fondo de Apoyo al Programa de Orquestas Profesionales 2020, una selección que esperábamos hace años. Nuestro último concierto salió vía live el 31 de diciembre pasado en nuestro canal de YouTube y Facebook. El 9 de enero dimos otro concierto de “Las cuatro estaciones” de Vivaldi y de músicas de Piazzolla. Así seguiremos en febrero y marzo de forma virtual. En abril contamos con retomar los conciertos presenciales.

-¿Ve en 2021 un concierto de la Filarmónica completa en la terraza de la Perrera?

-Esperamos que sí. Pretendemos este año dar un concierto en Santiago. El último concierto que dimos fue el que te mencioné en la Universidad Central. En 2020 estaba previsto en agosto pero no se pudo.

-Usted tiene estrecha relación con Perrera Arte y, en particular, con su director, Antonio Becerro.

-Con Antonio somos amigos desde la adolescencia y tenemos un vínculo ligado al arte: Antonio en la pintura y yo en la música. Siempre pensamos que esto tenía que terminar bien de alguna forma y lo esperamos aún. Luego, con el tiempo, los caminos se separaron; yo soy del norte, de Copiapó. Hemos realizado encuentros y conciertos en la Perrera. Es un lugar que todavía puede dar mucho más de lo que da y que debería tener más atención del mundo cultural y de quien asigna los recursos a la cultura. La Perrera es un lugar cargado de buenas vibras y Antonio las ha transformado en arte. La voluntad que tiene Antonio hacia los artistas es increíble. Y ese lugar fantástico tiene una tremenda acústica. Lo definiría como una maravillosa quijotada.

-¿Y usted se definiría como un soldado del arte?

-Yo soy uno que está en la trinchera. Me defino como un obrero de la música.