Robert Capa, la lucha por el color del fotógrafo más emblemático de la guerra

Por Héctor Muñoz

Como si se tratase de una información prohibida, recién ahora, ya bien encaminado el siglo XXI y 63 años después de su muerte, se empieza a entender en su totalidad el aporte de Robert Capa (1913-1954), un testigo privilegiado de la historia contemporánea. Reconocido como “el fotógrafo de guerra más importante del mundo”, difícilmente alguien puede quedar indiferente a sus certeros testimonios de la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, la guerra árabe-israelí de 1948 o la Guerra de Indochina, donde precisamente murió detrás de la cámara al pisar y hacer explotar una bomba antipersonal.

De origen judío y nacido en Hungría bajo el nombre de Endre Ernô Friedmann, Capa huyó en su adolescencia a Berlín, Alemania, donde presenció el ascenso del nazismo, situación que poco después lo obligaría a trasladarse a París, Francia, donde cambió su nombre, se hizo fotógrafo y empezó a peregrinar por las zonas de conflicto. Capa no solo registraba los enfrentamientos bélicos, la muerte, la violencia y los desgarros propios de la guerra, sino que se internaba en los convoyes militares para recoger historias de los soldados antes, durante y después de la batalla y luego recorría las zonas devastadas por las balas para conocer el relato de los testigos civiles de las confrontaciones armadas.

Tal como se puede observar en las dos primeras imágenes de esta crónica, todo ese trabajo fue realizado en blanco y negro, el sello de Capa y de todos los fotógrafos de su tiempo, como su primera compañera sentimental, Gerda Taro, una pionera del fotoperiodismo muerta prematuramente en España a la edad de 26 años tras ser atropellada por un tanque.

Pero había más, estaba guardado y eso es precisamente lo que reúne la exposición “Robert Capa en color”, muestra que acaba de inaugurarse ahora en febrero en CaixaForum de Sevilla, España, luego de haber sido vista en Budapest, Tours, Lille, Madrid y Buenos Aires. “Había llegado el momento de abrir las cajas”, dijo la curadora de la exhibición, la estadounidense Cynthia Young, quien contó su asombro al descubrir los trabajos en color de Capa, los que nunca habían sido incluidos en una retrospectiva del fotógrafo e, incluso, en su momento, varios quedaron sin ser publicados en las revistas a los que iban dirigidos.

El hallazgo tiene valor porque da cuenta del paralelo técnico, estético y conceptual entre la fotografía en blanco y negro y la realizada en color, que durante todo el período en que Capa desarrolla su tarea no era considerada digna para tratar los temas serios, como la guerra, y, en cambio, sí se aceptaba para plantear sueños y aspiraciones, por lo que quedó reservada para la publicidad y la moda. La propia curadora Cynthia Young recordó que The New York Times recién realizó su primera portada en color en 1997, lo que grafica la perseverancia de Capa con esta película, con la que venía investigando desde su invención y que habitualmente lo obligaba a portar dos cámaras en sus desplazamientos. “Por favor, envíame inmediatamente 12 rollos de Kodachrome con todas sus instrucciones: si se necesitan filtros especiales, etc.; en resumen, todo lo que yo debería saber. Mándamelo vía clipper, porque tengo una idea para Life”, escribió con entusiasmo Capa a un colega de la agencia Pix en Nueva York ya en 1938, cuando se encontraba cubriendo la guerra chino-japonesa.

Dos circunstancias conexas hicieron todavía más compleja la utilización del color por parte de Robert Capa y otros. En primer lugar la exigencia que hacía al comienzo Kodak para revelar en su totalidad y exclusividad los carretes, para no develar los secretos de su patente del Kodachrome, el primer rollo de película en color, y la complejidad técnica que suponía al principio esta película, que requería velocidades más lentas de obturación, lo que por cierto volvía más dificultoso el despliegue en situaciones de acción como la guerra.

Pero el término de la Segunda Guerra Mundial supuso una reinvención para Robert Capa, quien, asentado en su bien ganado prestigio como fotógrafo de los enfrentamientos militares, siguió colaborando con importantes publicaciones como Life, Illustrated y, principalmente, la revista de viajes Holiday, que también editaba The Saturday Evening Post y Ladies’ Home Journal, medios en los que se imponían los nuevos temas de postguerra que intentaban darle la espalda al horror recientemente acaecido. El fotógrafo se introduce así en nuevos paisajes sociales, recorre los balnearios y centros de esquí más exclusivos de Europa, viaja a lugares exóticos y se relaciona con una gran cantidad de artistas, buena parte de los cuales conformaron su círculo de amigos.

El color le sienta perfecto a este nuevo momento de la historia y así lo sintetizan las 150 copias incluidas en esta muestra de CaixaForum de Sevilla y el International Center of Photography, donde se puede ver a Pablo Picasso bañándose con su hijo Claude en el mar, a Humphrey Bogart fumando un puchito con Peter Lorre, a la diva Ava Gardner retocando su maquillaje o al escritor Truman Capote metiéndole conversación a la actriz Jennifer Jones mientras ésta mata el tiempo con su bordado.

También hay escenas casinos, de hipódromos y carreras de caballos -“el deporte de los reyes es también el deporte de las porteras”, escribió el fotógrafo-, o travesías a destinos remotos, lo que a juicio de Capa era lo que deparaba el futuro con el desarrollo de la aviación: “Durante años he estado tomando fotografías de reyes, campesinos y comisarios, y charlando con ellos, y he terminado por pensar que la curiosidad, junto con la libertad para viajar y las tarifas bajas, es lo más parecido a la democracia que existe en nuestra época, así que puede que la democracia sea el turismo”, sentenció.

En 1947, Capa concretó un viejo anheló y fundo Magnum, la primera agencia cooperativa de fotógrafos, y también se asoció con el escritor norteamericano John Steinbeck con el que viajó a la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas para realizar un semblante de los habitantes comunes y corrientes de ese país en plena Guerra Fría. La experiencia se tradujo en el libro A Russian Journal, cuyas historias se reprodujeron en diversas publicaciones internacionales, y Steinbeck quedó sorprendido con la capacidad de su socio: “Sus fotografías no son accidentes, y la emoción que reside en ellas no es azarosa. Capa podía fotografiar el movimiento, la felicidad, el desengaño. Podía fotografiar el pensamiento”, apuntó.

Poco después, en 1949, a Capa se le metió en la cabeza retratar a la nuevas castas ascendentes, aquellas que deseaban olvidar lo más rápido posible el dolor y, tras varios tironeos con los editores -algunos rechazaron la oferta porque veían en ella una velada crítica social-, igual concretó la serie Generación X o Gen X: “Fue uno de esos muchos proyectos que nacen en la mente de gente que tiene grandes ideas y poco dinero. Lo más curioso de este proyecto es que se llevara a cabo”, reconoció con humor. La propuesta era que varios fotógrafos retrataran e hicieran un perfil con preguntas similares a 24 jóvenes de 14 países de los cinco continentes. Él se reservó un muchacho alemán, una pareja de noruegos y a la hermosa chica francesa Colette Laurent, a quien describió así: “Su vida es superficial, artificial en la superficie, y no alcanza ninguna de las cosas buenas de la vida, excepto las materiales”.

Durante todo este período, Capa rondó los altos círculos sociales europeos, sostuvo una relación amorosa de un año con la actriz Ingrid Bergman y participó en numerosos rodajes de películas de directores como John Huston y Orson Welles. Sin embargo, en 1953, manifestó su deseo de regresar al campo de batalla y en una carta dijo estar preparado “para volver al trabajo de verdad, y pronto (…) Qué y dónde, aún no lo sé, pero se ha terminado el período Deauville y Biarritz y de los peliculeros (…) Deseo ir a Indochina o cualquier otra propuesta que me permita volver a hacer reportajes en mi propio territorio”, apuntó.

Al año siguiente, Capa estaba en Japón cuando la revista Life le solicitó que sustituyera a su fotógrafo estable en Indochina. Era un encargo breve pero conveniente. El 25 de mayo de 1954 salió junto a otros colegas rumbo a Thái Binh, Vietnam, por un camino de barro rodeado por campos de arroz y, al intentar trepar en el muro de una acequia, piso la mina terrestre que acabó con su vida. Portaba dos cámaras, una Contax con película en blanco y negro y una Nikon para el color.

Fotografías: © Robert Capa / International Center of Photography / Magnum Photos
Documentación: Obra social La Caixa / CaixaForum de Sevilla / Dosier de prensa