Quinta Feria Nauta en la Perrera: artes, oficios y libertad de intercambio
Por Iovi Dianas
En la actualidad vivimos justo el momento en que el capitalismo completó su proceso de conquista del mundo y, al mismo tiempo, las instituciones, estados y estructuras heredadas de los modelos que ponían orden y administraban las naciones terminan su tarea y se muestran cada día más incapaces de adaptarse y dar abasto al mundo que hoy vivimos. Las universidades, los hospitales, los ministerios, municipalidades, etcétera, ya no pueden administrar a los grupos sociales, porque si bien existe un gran mass media, son cada día más los grupos y personas que no se identifican ni comparten esa forma de vida convencional que heredó del siglo XX con valores judeo-cristianos de mucho antes.
Seguir pidiéndole a las antiguas estructuras soluciones no sirve de nada. La misma universidad es un modelo de educar desarrollado por los curas en un momento que el mundo era totalmente distinto, no existía la información instantánea, no habían editoriales y el conocimiento solo lo tenían los curas en sus lugares de estudio. Los gobiernos y sus constituciones son formas de regir a los que llaman y determinan «individuos racionales», seres particulares y privados que piensan con el cerebro y se dividen en dos géneros sexuales, o sea humanos. Esa es una conceptualización humanista, que si bien representa a muchas personas no interpreta a todos. Si bien pueden estar obsoletos, todos estos modelos aún rigen la mayor parte de las actividades sociales y, frente a ello, resulta crucial comenzar a ver que hay más allá y más acá de ese antiguo régimen y sus feligreses.
Nuestra cultura, al igual que muchas otras, nace de la libertad de intercambio, de los puertos mediterráneos donde los distintos grupos sociales podían intercambiar «personalizadamente» sus productos y servicios. Con personalizado quiero decir algo hecho o administrado por alguien que cultiva una relación profunda con su oficio, sea de línea familiar o personal, relación en que ciertas personas viven y conviven en base a su oficio, al que aman la mayor parte del tiempo. Ese tipo de relación con el oficio es muy distinta de la que heredamos del modelo capitalista industrializado, modelo que reproduce lo que se llama «trabajo alienado», donde las personas trabajan en labores que no tienen relación alguna con sus intereses y forma de vida. Este modelo, que muchos llaman explotación, es una de las principales raíces de los efectos catastróficos que ha generado el capitalismo en su paso por este planeta. Física y ecológicamente, hay una macro irresponsabilidad, dada la falta de compromiso ético del hecho de trabajar en algo que no toca supuestamente tu vida. En términos sicológicos, también ha derivado en una neurosis y depresión colectivas por la falta de coherencia en las formas de existencia, por vivir trabajando para marcas e instituciones que nada tienen que ver con la persona, ayudando a una empresa que no aman. Tener que darlo todo por algo así es claramente devastador para cualquier ser vivo por la profunda incoherencia de los actos que exige.
Sin embargo, siempre han existido personas que cultivan una forma más auténtica y sincera de llevar sus vidas, que no comulgan con el progreso exitista y defienden oficios que aman porque les permiten expresarse, conectarse y vivir. Son modos de vida que no sueñan con ser millonarios ni lujos ni esas cosas que encandilan a las masas; son personas que cuidan una forma de vida, la comparten y la transmiten. Artistas, pintores, vendedores, ferias libres, peluqueros, relojeros, magos, sahumadoras, machis, talabarteros, zapateros, escritores, cómicos, dibujantes, etcétera. ¿No son acaso este tipo de oficios los verdaderos pilares de eso que se llama «una cultura»? No queda así duda alguna de la importancia de la defensa y transmisión de los oficios por dos grandes razones: una como defensa y salida del modelo mass media, que genera seres que viven al interior de entornos corporativos, malls y supermercados, y, la segunda, por ser los oficios la conexión primera y real a lo que siempre hemos sido de manera libre y espontánea.
Así no es casualidad que hayan emergido en medio del mundo cibernauta los brotes de los nuevos nexos y el retorno de una cultura libre, donde las personas comparten sus tendencias, lo que cada una cultiva sea de manera personal o través de grupos, ya que las personas se asocian compartiendo información y educándose en una cantidad inédita de labores y cultos. Nuestra forma de ir saliendo del modelo capitalista es un tipo de contracultura, a pesar de ser en verdad una verdadera cultura, pues el capitalismo precisamente no lo es y solo constituye un grupo de poderes económicos controlando las masas. Pero, en términos prácticos, nuestra posición opera como una contracultura por su diferencia y oposición a lo establecido. Así, frecuentemente me topo con una objeción respecto a las posibilidades que tiene nuestra contracultura en la historia, donde, según muchos recuerdan, siempre se ha visto este fenómeno de proposiciones distintas que son absorbidas y aplastadas por el poder. En términos históricos es cierto y ha pasado muchas veces, pero resulta que ahora hay que incluir un factor clave en el análisis y es que no estamos en las mismas circunstancias de los años 60, por ejemplo. Las condiciones actuales son inéditas, nunca antes en la historia de nuestro mundo habíamos tenido el contacto y la libertad de compartir la información y el saber como lo estamos haciendo ahora y eso resulta un giro radical.
El factor que permitió desde hace siglos el control del poder por parte de grupos religiosos, económicos o gubernamentales es la técnica, quien era dueño de la técnica, la información y el saber, era el que regía y mantenía el control de las cosas. Pero desde la compresión digital entre el año 1992 y 2012, la técnica, la información y el saber se dispararon y salieron del control exclusivo de los grupos de poder, que los mantenían amarrados en universidades, canales de televisión o instituciones estatales, que reproducían su imagen y sus mensajes. Ahora tenemos la técnica y los conocimientos abiertos de nuestro lado y eso no había acontecido nunca antes. De manera análoga a como le ocurrió al modelo medieval de la iglesia le sucede ahora al modelo capitalista de gobierno. Lentamente empiezan a retroceder, la iglesia dio paso al mundo laico y protestante, sin dejar de existir; el capitalismo seguirá ahí por un tiempo, pero cada día son más los grupos y personas que viven según valores distintos.
La cantidad y tipos de información y saberes que estamos compartiendo actualmente solo podríamos compararla con la biblioteca de Alejandría. Siempre habrá también, como en cualquier formato, una cantidad de material y acciones que solo reproducen modelos o dan poder al poder, pero eso no marca la diferencia ni hablo de ello. Me refiero a los millones de personas que están conectadas por distintas causas efectivas y concretas, desde compartir saber espiritual, verduras caseras, ropa y accesorios personalizados, clases de geometría, juegos eróticos, medicina natural, etcétera. Este clima es el que genera las condiciones idóneas para el emerger de la tolerancia y la libertad, pues practicando la libertad de intercambio vamos recuperando lo que llamo el «verdadero mercado libre», no eso que el capitalismo quiso plagiar e imponer de manera transnacional. Eso no era mercado libre, eso eran monopolios centralizados. En cambio, el verdadero mercado libre es practicado entre personas y grupos que cultivan una forma de vida original y ponen a disposición de los demás sus productos y servicios.
Otro punto clave del panorama actual es lo que refiere a cómo cada modelo y forma de organización que nace y se cultiva no es ahora un modelo para imponer a nivel estatal ni general, como ocurría en el siglo XX, cuando las revoluciones eran movidas por ideas y consignas para «la humanidad» y que, si llegaban a «triunfar» sobre las otras, se imponían totalitariamente sobre las masas por un bien supuesto. Ese modelo no está en juego ni va hoy en día en nuestra experiencia y búsqueda. Lo que en verdad tenemos frente a nosotros son distintas formas en que los grupos y personas encuentran modos de vida acordes a sus condiciones y deseos. Pueden ser, incluso, grupos constituidos, empresas o instituciones diversas, pero ya no se postulan ni profesan como panacea de la humanidad; no son idealismos, son modos concretos de cultivar una forma de vida distinta, a la cual las personas pueden entrar o salir en completa libertad.
La sociedad actual tiene esos dos mundos cohabitando, la infraestructura tradicional del capitalismo y, sobre ella, las nuevas ramas y enredaderas de los nuevos modelos libres y personalizados. Vivimos el final de un mundo y el nacimiento de otro, todo lo que se conocía como política tradicional se delata ahora como alienación, incoherencia y abstracción de la razón sobre los cuerpos. Por eso mismo, quienes todavía ven el mundo de esa forma no perciben la política que nace, no les calza en su patrón o la tachan de superficial, sin percibir el impacto en economía, salud espiritual, oxigenación social y movimiento de grupos que implica. La política que estamos empezando a practicar se basa y fomenta la libertad de intercambio, la libertad de culto y pensamiento, la libertad sexual, la libertad económica, etcétera, y se moviliza y difunde entre los grupos y personas no como las consignas idealistas de la política tradicional, sino que recupera la expresión completa del cuerpo, la imagen y los signos, es comunicación carismática y estética, de gustos, cultos y tendencias.
La mayoría de las personas no se imagina la diversidad y el tipo de sociedad que está naciendo, no se imaginan las formas de organización que ya se están enlazando, pues los nuevos ligamentos no son constituciones racionales de estados jurídicos, sino que ahora las personas y grupos se interconectan en base a cultos, tendencias, gustos, alimentación, travestismo, salud, vida espiritual, informática, animación, numerología, conciencia cósmica, vibración planetaria, cosplay, robótica, plantas maestras, regeneración genética, bdsm, economía, clases, exposiciones, gestión de recursos, viajes, cultivos orgánicos, literatura, animales y personas no-humanas, ciencia de las flores, femineidad, nutrición, belleza y un largo etcétera.
Fotografías: Felipe Vial