¿Quién es y qué piensa Badiucao?, el joven artista censurado por el régimen chino
Por Pablo Asenjo
Olga Kuracheva y Veronika Nikulshina, dos de las integrantes de Pussy Riot, el emblemático colectivo punk feminista que lucha por las libertades civiles en la Rusia de Vladimir Putin, iban a ser las presentadoras de la muestra, ya que, por precaución, el expositor solo se haría presente a través de una videoconferencia. Este sábado 3 de noviembre, a las 19.30 horas, estaba todo listo en Hong Kong para la primera muestra individual del caricaturista y artista visual Badiucao, sin embargo, poco antes de comenzar, se anunció que la exhibición sería cancelada.
“Sentimos anunciar que la exposición ‘Gongle’ fue anulada por razones de seguridad”, indicaron los convocantes en un comunicado difundido por el sitio Hong Kong Free Press. “La decisión se debe a amenazas de las autoridades chinas sobre el artista. Aunque los organizadores defienden la libertad de expresión, la seguridad de nuestros socios sigue siendo una preocupación mayor”, precisaron.
La cancelación de la muestra ocurre en un momento en que muchos advierten sobre el creciente control que la República Popular de China está ejerciendo sobre Hong Kong, una ex colonia británica que fue devuelta en 1997 al gigante asiático, la cual tiene el estatus de una región administrativa especial bajo el principio de “un país, dos sistemas” y que, en teoría, cuenta con libertades que no existen en otros lugares de China.
¿Pero quién es Badiucao y por qué “Gongle” genera tanto nerviosismo en el gobierno de Pekín?
De partida, el nombre Badiucao no tiene ninguna significación especial, es un seudónimo arbitrario que sirve para ocultar la identidad de un creador joven, perteneciente a la generación millennial, quien solo aparece de vez en cuando detrás de una máscara y que -al modo de su principal referente, el disidente Ai Weiwei, quien debió pedir refugio y adquirir la nacionalidad austríaca- desde hace un tiempo está radicado en Australia.
Aunque sus abuelos fueron asesinados durante la llamada Revolución Cultural de Mao Zedong, ocurrida entre 1966 y 1969, Badiucao creció como cualquier joven despreocupado de las tensiones políticas en su Shanghái natal hasta que un día, tratando de bajar una película junto a sus compañeros de pensión, se dio cuenta que la cinta, que debía durar poco más de 90 minutos, se extendía por casi cinco horas porque entremedio traía otro material fílmico prohibido relativo a la matanza de la plaza Tiananmén, ocurrida el 4 de junio de 1989, donde la Cruz Roja estimó que murieron 2.600 personas.
“Comenzamos a ver la película intrigados y descubrimos que alguien había insertado en medio un documental sobre la masacre. Era la única forma con la que dieron para hacer llegar la información a la audiencia china”, cuenta Badiucao, que recién había nacido para la revuelta de Tiananmén, episodio que siempre vuelve a aparecer en sus viñetas y que cada año se encarga de recordar, liderando las siempre riesgosas actividades de conmemoración.
“Me fijé en ‘el hombre del tanque’ y pensé que era un tipo normal, como nosotros en ese momento. Pero él había logrado detener el avance de una columna de tanques y ahí estaba yo, sin hacer nada de nada”, relata Badiucao, que en varias oportunidades, tanto en performances callejeras como en afiches, ha recurrido a la imagen del hombre que, con dos bolsas de las compras en sus manos, se transformó en el ícono de la resistencia pacífica en Tiananmén. “Me gustaría inspirar a la gente como ese hombre anónimo lo hizo conmigo”, agrega el artista.
Pero fue otro hecho, todavía más cotidiano, el que lo llevó a la acción. “Publiqué mi primera viñeta en Weibo (el Twitter chino) en 2011, cuando dos trenes de alta velocidad chocaron en Wenzhou. La gente quería conocer la verdad sobre lo sucedido y el gobierno trataba de ocultarla. Me pareció estar presenciando en internet algo insólito: una batalla entre la sociedad civil china y el poder. Inmediatamente supe que quería participar en eso y decidí hacerlo dibujando”, cuenta Badiucao.
Tras su primer acierto, el caricaturista siguió utilizando los medios electrónicos y digitales para mostrar sus trabajos, en los que apela a una estética pop, al imaginario del realismo socialista y a los colores de la propaganda comunista con situaciones en las que alternan personajes conocidos con símbolos directos y universales.
Todo iba bien hasta que los burócratas también empezaron a poner sus ojos en plataformas que, en un principio, habían quedado fuera de su cerco informativo, lo que obligó al artista a redoblar su ingenio y humor para esquivar a los censores, como recurrir al osito Winnie the Pooh para representar al presidente Xi Jinping, lo que dio como resultado que se prohibiera la circulación del dibujo de Disney.
“Ahora la censura se ha sofisticado. Hay que proporcionar la identidad real para poder tener una cuenta en Weibo o WeChat y las armas informáticas del gobierno, sus algoritmos secretos, son capaces incluso de identificar imágenes ‘peligrosas’ y no solo palabras clave. La irrupción de internet fue algo glorioso para la libertad en China, pero ya no queda nada que celebrar”, resume Badiucao, que en la cancelada muestra de Hong Kong apelaría directamente a Google, que por razones comerciales está negociando su regreso a China, de la cual salió en 2010 argumentando su desacuerdo con las violaciones sistemáticas de los derechos humanos.
De acuerdo a la filtración de documentos internos de la compañía, desde agosto de este 2018, con el nombre código Dragonfly, Google prepararía un motor de búsqueda hecho a la medida de las autoridades chinas, el cual censuraría automáticamente sitios como Facebook, Twitter, Wikipedia, BBC, Global Voices y muchos otros que hoy están bloqueados en el país. Google se uniría así al conglomerado tecnológico local Tencent, que desarrolló, a pedido del partido único, el masivo WeChat, una app que tiene más de mil millones de usuarios y, por ende, un amplio dispositivo de control, que incluso bloquea mensajes que nunca llegan a destino o que, como ocurrió en la última conmemoración de la masacre de Tiananmén, clausuró numerosas cuentas que enviaron contactos de transferencias de dinero por 89,64 o 64,89 yuanes, números que recuerdan el día, mes y año de la matanza.
“Quiero que Google sepa que es un error colaborar con la censura de China. Es tan vergonzoso como el muro de Donald Trump, solo que esta vez es un muro invisible en línea, el gran cortafuegos”, dice Badiucao, que con el título “Gongle” hace un juego de palabras que, en chino, puede leerse como “cantar para el comunismo” o “canciones comunistas”, pero que también puede entenderse como “cantar juntos”, metáfora de la libertad de expresión.
La gran novedad en la muestra cancelada sería la presentación de una Silla de Tigre, un instrumento de tortura utilizado por el régimen comunista, la cual fue adquirida a través de comercio electrónico directo desde la fábrica en China y transformada, como se puede ver en la siguiente imagen, en una cómoda y preocupante mecedora. “Hasta por internet se puede comprar en mi país un aparato de tortura. Lo que está ocurriendo es muy perjudicial a escala mundial: está avanzando el modelo chino de gobernanza y gestión social”, reflexiona Badiucao.