Poirot: «Hay demasiados autonombrados curadores que más bien son depredadores»

Por Héctor Muñoz

Contadas con los dedos de una mano deben ser las personas informadas que no hayan visto alguna vez, por una u otra razón, una imagen de su autoría. Desde 1963, cuando tomó definitivamente una cámara y dejó un tanto de lado su formación como actor y director teatral, Luis Poirot (1940) está en el imaginario de la nación con una vasta producción fotográfica que abarca retratos, desnudos, postales de Chile, viajes o registros arquitectónicos que, además de haber quedado debidamente contenidos en una importante colección de libros, han traspasado también a los medios de comunicación en los que se ha desempeñado en el país y el extranjero. Sus fotografías de Salvador Allende y Fidel Castro, de La Moneda bombardeada, de las iglesias de Chiloé o el norte, de Isla de Pascua o su selecta galería de personajes, que van desde Julio Cortázar a Mauricio Redolés, pasando por Víctor Jara, Raúl Ruiz y Enrique Lihn, por Francisco Copello y el Gitano Rodríguez, por Claudio Arrau y Andrés Pérez, forman parte de un insoslayable patrimonio visual.

Pero junto a lo anterior, Luis Poirot también ha fotografiado, en blanco y negro y con tecnologías análogas, la naturaleza pura y dura, sin intervención del hombre, trabajo que se puede ver hasta el viernes 28 de octubre en la Galería Nemesio Antúnez de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, UMCE, bajo el título “Imagen y poesía”. De esta muestra y de su periplo de 41 años al frente de la naturaleza, habla en la presente entrevista Poirot.

-Tu obra se ha desarrollado en varios carriles muy claros y marcados: retratos, desnudos, etcétera. ¿Qué significa el paisaje dentro de esta diversificación? ¿Es acaso lo más libre de tu trabajo?

-Desde que llegué exilado a Barcelona en 1975 datan mis primeras fotos de naturaleza, prefiero llamarlas así porque paisaje me suena a postal romanticona. Al regresar a Chile diez años después comencé a mirar el entorno rural, lo que nos daba la naturaleza y que aún no destrozabámos, como había sucedido con las ciudades. Fotografié rocas y mar en 1985 como expresión de mi rechazo a la violencia de la dictadura, el 2000 las flores secas eran mi conjuro frente al cáncer que me amenazaba. Las imágenes de naturaleza se han desarrollado simultáneamente a los retratos o los desnudos, no son etapas distintas. Todo es una unidad de mirada.

-Tu fotografía está estructurada en torno al blanco y negro. ¿Cómo funciona tu ojo cuando te enfrentas a la naturaleza, que necesariamente tiene algo de color?

-Veo siempre atmósfera de luz y las sutilezas de los grises.

-Esta muestra en la Galería Nemesio Antúnez y tu obra en general responden a lo análogo. ¿Cómo te planteas frente a las nuevas tecnologías para la producción de fotografía artística?

-He probado el digital y no me interesan sus resultados, francamente mediocres. El lápiz Bic hace más fácil escribir que la lapicera de madera y el tintero de mi infancia o la pluma de ganso del Renacimiento, pero eso no nos ha dados más Shakespeare o Cervantes. Una foto es una mirada particular y no la herramienta.

-Esta exposición recoge un periplo largo por la naturaleza. De todas estas experiencias, ¿hay una que recuerdes en particular?

-Las flores efímeras que fotografié cuando tenía cáncer en un lagrimal y parecía que la vida se terminaba como en ellas.

-¿Hay algún desafío con la naturaleza que te hubiese gustado encarar con tu fotografía y que no hayas concretado?

-Cada fotografía es un desafío, cada día me enfrento a un fracaso. Por eso persevero, por la alegría de esa imagen que de pronto recibimos como un misterioso regalo.

-¿Cómo observas el nivel de los jóvenes fotógrafos hoy en Chile y qué trabajos te han llamado la atención?

-Se puede ser joven a los 90 y un viejo a los 20. Creo que hay demasiada fondartización, demasiada explicación analítica para poder ver simplemente una foto, demasiados autonombrados curadores que más bien son depredadores. Admiro el trabajo de Fernanda (Larraín) que nada contra la corriente del facilismo y trabaja con una técnica de 1860. A veces se confunde desarrollo técnico con progreso y hemos abandonado procesos que nos daban mejores imágenes que las técnicas que ahora nos venden a empujones de marketing. ¡No hay que dejarse engañar! ¡Viva la lucidez y el camino propio! La fotografía que no tiene emoción nace muerta.