Pier Bucci en su camión: “La música, como toda creación artística, está en decadencia”
Por Héctor Muñoz
Pier Bucci conduce hacia el norte de Colombia. Hace apenas unos días vivió en todo su colorido y esplendor el Carnaval de Negros y Blancos, conocido también como Carnaval de Pasto porque se realiza en la localidad andina de San Juan de Pasto, cerca de la frontera con Ecuador. Ahí, entre murgas, carrozas y máscaras de papel maché, al grito de “¡Viva Pasto, carajo!”, el músico electrónico se impregnó de canciones y ritmos tradicionales, como la guaneña, el son sureño o las sayas, que de seguro luego aparecerán, quizás en qué momento y con qué forma, en sus propias composiciones y registros.
“Mi viaje comenzó en 1991 con 100 dólares en el bolsillo y unas ganas de conocer todo el mundo. En 16 meses, sin un peso, caminé por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil. Luego me pasé cinco años dando la vuelta al mundo en velero. Viví en Brasil, Cape Town en Sudáfrica, Sardegna en Italia, Key Largo en Florida, Londres y New York”, cuenta Bucci, quien, en diciembre pasado, fue el encargado de cerrar Release 2018 en la Perrera.
Hijo de Enrico Bucci (1929-2001), el recordado fundador de la mítica Galería Bucci, que sostuvo la escena alternativa de las artes visuales en pleno centro de Santiago en dictadura, Pier casi no se deja ver cuando está fuera de escena, se confunde como uno más en el equipo de producción y se le puede encontrar tanto arriba de una escalera como montando en sigiloso silencio sus máquinas de sonido. En el diálogo se descubre que se encuentra también en una etapa cada vez más avanzada de su destino nómade.
“En 1998 comencé a crear música electrónica. La idea era viajar y crear. Pero luego de 15 años creando y viajando por todo el planeta, tomé la decisión de solo viajar”, cuenta Bucci, a quien le brillan los ojos cuando empieza a detallar su nueva aventura. “Entonces compré un camión militar del ejército suizo, lo acomodé como estudio y casa, lo puse en un contenedor y lo bajé en Valparaíso”, relata.
El trayecto en el camión comenzó en septiembre de 2016 junto a su pareja y ya está Colombia, como se dijo al principio, luego de volver a recorrer Chile, Bolivia, Perú y Ecuador. “En las próximas semanas ya pasaré a Centroamérica. Luego iré a Norteamérica, la Polinesia, Asia, Medio Oriente, África para estar de nuevo de vuelta en Valparaíso en algún tiempo más”, adelanta Bucci, que en este recorrido va produciendo para su propio sello, Maruca Music, aquella música que después puede tocar en galpones o espacios abiertos de Alemania, Japón, Estados Unidos, Emiratos Árabes o Santiago de Chile, tal como ocurrió en el año que recién pasó.
-¿Guardas alguna imagen especial de este recorrido?
-Cada lugar tiene su magia, pero el viaje que hice en marzo de 2018 desde Iquitos a Pucallpa por el río Ucayali fue increíble. Lo que me conmovió es ver como tantas diferentes variedades de plantas y animales viven en armonía.
“Sin felicidad no hay visión, sin visión no hay creatividad”
-Tu último viaje a Chile tuvo un sentido especial ya que, además de tocar, instalaste una obra visual en homenaje a tu padre y la Galería Bucci. ¿Cuál crees que fue el aporte de Enrico al arte chileno?
-Mi padre y su galería han sido el único lugar en la historia de Chile donde convergieron variadas expresiones artísticas. Era una época en que, en lo creativo, Chile estaba en un cambio y los sucesos de ese momento le dieron la oportunidad a un empresario para crear un lugar de acogida para las artes sin fines de lucro. El aporte que realizó mi padre es solo para los que entienden de arte con una visión global, para los que experimentan el arte como una forma de vivir profundamente.
El montaje de Pier en la Perrera consistió en la exhibición del inconfundibles letrero metálico de la Galería Bucci, que estaba ubicada en Huérfanos 526 y que fue el paso obligado de todos los jóvenes del momento -como Juan Domingo Dávila, Carlos Lepe, Eugenio Dittborn y, más adelante, Bororo, Josefina Fontecilla, Arturo Duclos, Mario Soro, Josefina Guilisasti o Ciro Beltrán- y una selección de óleos con solo motivo: flores. Estos cuadros evocaban el proyecto más ambicioso de Enrico Bucci, “Flores del desierto”, una serie de 250 obras de diversos autores con las que recorrió, a partir de 1990, el Salar de Atacama, el Valle de la Luna, las ruinas de Huanchaca y el Pucará de Lasana, pero también el vertedero Lo Errázuriz, la ex cárcel pública de Santiago y los estadios Chile y Nacional, lugares de detención al comienzo de la dictadura.
-¿Hay algún diálogo o consejo de Enrico que siempre recuerdes?
-Sí. En una conversación en la Galería Bucci en 1994 mi padre me dijo: “Hijo, la ética y la moral están en extinción en los seres humanos y, con eso, también está en extinción toda forma de arte”.
La ciudad de Berlín, a principio de los años 2000, fue la plataforma de lanzamiento internacional de Pier en la música electrónica. Ahí, junto a su hermano Andrés (Plan V) formó el dúo Bucci, que llegó a estar en las listas de avanzada de la revista especializada De: Bug, y también participó en diversos proyectos con el venezolano Argenis Brito y Lucien Nicolet, dando pasó a una serie de colaboraciones que luego continuaría con Aldo Macha Asenjo, Jorge González, el polaco Jacek Sienkiewicz, Red Robin y los siberianos Zakhar Ivachev y Rubikoff Konstantin, por nombrar algunos.
-¿Cómo observas la escena electrónica mundial? ¿Cómo choca la electrónica con otras tendencias en la industria de la música?
-El planeta es redondo y uno no se cae al otro lado. Vivimos en un paraíso donde hay un solo país, llamado Tierra, y una sola raza, llamada humana. La música, como toda creación artística, está en decadencia junto a la moral humana. Personalmente, me preocupo de hacer música y crear proyectos. La industria, las tendencias y el presente de la música cada día se alejan más de mis proyectos y de la manera que manejo mi tiempo y creatividad.
-¿Un paraíso dices?
-Sí, vivimos en un paraíso, pero la ignorancia nos deja fuera de este paraíso. Sin ética y moral no hay felicidad, sin felicidad no hay visión, sin visión no hay creatividad, ni amor, pasión, trabajo, experiencia y conocimiento.
-Duro diagnóstico.
-La sociedad es macabra y trabaja para el mismísimo Diablo. Este es un sistema creado por psicópatas y que funciona solo para psicópatas. Los psicópatas son los únicos beneficiados con este sistema, pero más peligrosos que ellos son los 7 mil millones de seres humanos que no se dan cuenta y no hacen nada. Eso sí es peligroso y penoso.
Fotografías: Archivos Pier Bucci y Galería Bucci