Paula Rego (1935-2022), del dolor del aborto a la crítica implacable de la familia
Por Josefina Márquez
La artista visual portuguesa Paula Rego (1935-2022) tenía un humor fundamental. Hace solo un par de años, nos deseaba “Merry Christmas” (feliz Navidad) con la estremecedora pintura de una joven en el trance del aborto y, en otro trabajo, se muestra a sí misma como pintora, pincel en mano, trasladando cuidadosamente un cuadro mientras empuja sutilmente por detrás, a la altura de la pelvis, a uno de sus retratados, al que cubre en la tela con una pudorosa sábana.
Paula Rego, quien falleció este 8 de junio en Londres a la edad de 87 años, estaba dentro y fuera de la pintura, dentro y fuera de la representación. Conocía a cabalidad el oficio luego de pertenecer a una generación prodigiosa de Gran Bretaña y haber permanecido largo tiempo en segundos y terceros planos.
En 1951, tenía quince años cuando sus padres deciden enviarla a estudiar a una escuela de señoritas en Kent, Inglaterra. La intención no era reformarla ni nada por el estilo, sino darle la posibilidad de desarrollarse en un ambiente más liberal que el ofrecido en esos días en Portugal por el Estado Novo, el nombre que le dio António de Oliveira Salazar (1889-1970) a su dictadura corporativista, que se extendió, con distintos ropajes, por interminables 48 años.
Solo meses permaneció en Kent la jovencita de Lisboa, que casi de inmediato empezó a estudiar pintura en la Slade School of Fine Art de Londres, donde fue alumna de William Coldstream y conoció al pintor Victor Willing, con quien contrajo matrimonio poco después. En ese tiempo comienza a formar parte también del círculo creativo de sus amigos Francis Bacon y Lucien Freud, aunque por entonces aprovechaba sus talentos produciendo efectos especiales para el cine.
El nombre de Paula Rego pudo haber quedado confinado en los créditos más pequeños de las películas británicas de no haber sido por su yerno -el escultor hiperrealista Ron Mueck, que también partió en dicha industria cinematográfica-, quien le insistió que dejara aquel oficio para dedicarse derechamente al arte. La creadora portuguesa ya tenía más de medio siglo de vida cuando decidió dar aquel salto, aunque debería esperar hasta los 64 años para ver explotar su obra en las grandes audiencias.
Obra principal: Caritas / Paula Rego / 1993
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El detonante fue un referéndum sobre una ampliación del aborto que tuvo lugar en su país de origen en junio de 1998, oportunidad en que ganó el rechazo a las medidas propuestas con el 51% de los votos, situación que llevó a Paula Rego a crear una serie de once pinturas y seis grabados con la que denunció el vejamen que sufrían las portuguesas que recurrían al aborto clandestino. La muestra se inauguró en 1999 y en las telas se reflejaba el miedo y la vergüenza que experimentaban mujeres de diversas edades y condición social en el momento de someterse a la precaria intervención.
La crudeza de la muestra y el tratamiento de un tema apenas abordado en la pintura tuvieron un doble efecto. Por un lado, el circuito del arte europeo puso atención a una obra casi desconocida que se había desarrollado de manera furtiva al lado de otros creadores -Rego también formó parte de la Escuela de Londres, detrás de David Hockney y Ronald B. Kitaj- y, por el otro, el más importante, le hizo comprender a la propia artista que debía liberar su abundante obra previa, ya que solo había dejado de producir en los días más grises de una depresión, y desatar sus infinitas pulsiones creativas. Pocas como ella fueron más fecundas en los años avanzados de su vida.
“Pintando no suelo saber a dónde voy hasta que llego al final. Me pongo a trabajar con una intención y me encuentro con que he pintado algo más. Así he hecho obras que ponen de relieve determinadas crueldades, cosas que les suceden a las mujeres y que les hacen daño. Pero más allá del terrible drama, siento que hay belleza”, declaró hace un tiempo Paula Rego. “Lo que necesito lo extraigo de la vida real: acontecimientos reales y sentimientos reales”, agregó la artista que experimentó con diversas técnicas, como pintura al óleo, bordados, collage, lápiz, pastel y diversas alternativas tridimensionales, que evocan su gusto por los efectos especiales que tan bien conoció.
Si bien fue la figuración lo que la hizo conocida con sus series sobre el aborto, la explotación sexual y la mutilación genital de las mujeres, el abanico visual de Paula Rego muestra también la evolución y los influjos de su vida, que van desde la abstracción que se puede observar en una obra de abierto contenido político, como “Salazar vomitando la patria”, un cuadro de 1960 que alude al dictador portugués que tenía precisamente como tríada los valores de “Dios, patria y familia”, hasta sus creaciones más oníricas que enlazan en la última época por sus peluches gigantes, en los cuales solía dejarse caer como una niña feliz y desprejuiciada.
En este último universo se reconocen diversos influjos que van desde el art brut al comic en clave pecaminosa del mismísimo Walt Disney, pero que tienen los relatos de la escritora, ilustradora infantil y fabulista británica Beatrix Potter (1866-1943) como el pilar de un cosmos perturbador que, además de sus sentidos alegatos de género, le permite adentrarse en los mitos, en la simbología de los animales, en la memoria castrante y castrada, en los arquetipos humanos, en la trastienda de la familia, en el juego de roles de poderes profundos, nunca develados, en el que hombres con faldas y madrastras autoritarias parecen regir los destinos de la inocencia en escenografías de cartón dispuestas para un horrendo espectáculo.