A modo de réquiem: breve diálogo con el espectro del Parque de los Reyes

Texto y fotos Antonio Becerro

Él merodeaba el palacio Perrera Arte y era una especie de espectro del Parque de los Reyes, al que había llegado hace un par de años. Su afán era orillar los bordes del pasto. No le gustaban las fotografías ni la gente. Mostraba unos movimientos impulsivos involuntarios y, al parecer, sufría cierta esquizofrenia. Agredía por lo general con piedras o un palo a quien se le acercaba mucho y era lo que los sociólogos buena onda, para no usar las palabras que corresponden, llaman una “persona en situación de calle”.

Ese hombre, que para el resto de los habitantes del parque no tenía nombre, ese espectro que rehuía el contacto con otros, murió anteayer, al parecer de Covid-19. Al menos su tos incesante de los últimos días indicaba aquellos síntomas. Su fuerza física sobrenatural, eso sí, no decaía, su energía se fue apagando de a poco y casi no se notaba. Se veía normal como siempre hasta que cayó en el camino. Ayer en la mañana desinfectaron la zona por donde habitualmente caminaba y la banca que se había transformado en su morada. Se llevaron algo de su ropa, se llevaron sus cartones perfectamente doblados adentro de una bolsa negra y los tiraron arriba del camión recolector de la basura.

El único recuerdo que permanece de nuestro vecino en el parque es la escoba con que solía barrer las hojas en las más insospechadas horas del día, léase tres de la madrugada o cinco de la tarde, según la necesidad. Poco antes de partir la dejó cuidadosamente ordenada en lo alto de su árbol favorito. Su escoba era la hermosa inflorescencia de la palmera.

Un día, alrededor de las 11 de la mañana, bajo el cielo celeste del verano, mientras él cortaba en cuclillas el pasto con unas tijeras comunes de costura y yo paseaba conversando en silencio con Dante, este vecino que ha partido hizo una excepción y me dirigió por única vez la palabra:

-Maestro, ¿cuándo sale la Luna?-, me preguntó al paso.

– Mmm, no sé. ¿Tú dices la Luna llena?-, le respondí intrigado.

-Mira, esa que está allí no es la Luna, la hicieron los aviones a chorro-, me explicó, mostrándome con sus tijeras la tenue Luna naciente de marzo.