Montagna: «Vivimos en los desechos que dejó la modernidad del siglo anterior»

El público que va quedando afuera espera ansioso el regreso al exterior de Juan Carlos Montagna. Como si se tratase de una partida de ajedrez, el director y dramaturgo ítalo-chileno se toma todo el tiempo necesario para conducir a cada uno de los espectadores al sitio que él estima pertinente y así, hasta que ubica al último invitado en la nave principal del Centro Experimental Perrera Arte, se va conformando la escena ritual que el creador de “Chéjov” requiere.

Cuando todos están en su sitio, comienza el vértigo de los actores que, hasta ahí, se disponían en diversas lugares del amplio y cargado espacio emitiendo pequeños sonidos y respirando intensamente. Cada uno de ellos encarna a alguno de los seis personajes que Montagna ha raptado y convocado desde tres clásicos de Anton Chéjov, “La gaviota”, “Tres hermanas” y “Tío Vania”.

“Este es un espectáculo muy diferente a lo habitual porque transmite una alta intensidad física, vocal y emocional de los actores”, explica Montagna. “El espectador está sensorialmente muy involucrado porque lo situamos muy cerca de los actores-performers y entonces queda prácticamente dentro del espacio escénico. Ahí percibe una teatralidad donde un material dramático se organiza de una manera no tradicional: la dramaturgia en Chéjov tiene hilos conductores donde la relación entre los personajes no es narrativa sino energética y emocional basada en el dolor”, agrega el director de la estremecedora obra que se presentó en la Perrera Arte.

-¿Con qué criterio realizaste la elección de estos seis personajes a partir de tres obras de Chéjov?

-Chéjov es uno de los más grandes dramaturgos, lo he estudiado y montado mucho. En este proyecto quise abordar una relación profunda entre tres de sus obras: “Tío Vania”, “Tres hermanas” y “La gaviota”. Esta relación está centrada en el dolor amoroso de estos seis personajes, el cual los lleva a un estado de tormentoso cuestionamiento sobre el sentido de la vida y de la muerte. Están marcados por la fatalidad y el consciente fracaso de sus utopías y deseos. Todos ellos poseen una riqueza y complejidad dramática muy grandes y ello me llevó a construir un espectáculo donde conviven fuera del contexto de la obra a la que originalmente pertenecen.

-¿Por qué defines a los actores como “performers”?

-Ellos no representan un personaje: lo encarnan. Hacerlo los expone frente al espectador para generar una relación emocional, energética y espacial con él. Puede hacerse esto desde una conexión con el personaje que transgrede los límites de la ficción, un centro donde ocurre un secreto puente entre el “yo” del actor y el material dramático del personaje. Les significa un alto esfuerzo físico, emocional y energético para instalarse en este centro mientras transcurre el espectáculo. Lo pueden hacer desde el método psico-físico de actuación que han practicado conmigo y que yo investigo desde hace tantos años en Compañía Interno y en mis clases de actuación.

-¿Cómo planteaste la relación de los actores y el público con el espacio de la Perrera Arte?

-Por lo que te contaba anteriormente, es efectivamente una relación muy intensa e íntima, el espectador se siente interpelado. La arquitectura e impronta estética de la Perrera Arte posibilita y condiciona  esta relación, también la enriquece. La gente entra al lugar e inmediatamente contacta con la atmósfera del espectáculo. Tanto en Chile como en España siempre he buscado espacios para mis espectáculos que urbana y estéticamente no sean teatros tradicionales. Son lugares que poseen una energía e historia propias y que se funden con la estética que propongo. De algún modo son una “escenografía” en sí mismos y genero una relación visual, espacial y dramática muy compleja con ellos, que sea provocadora para el espectador. La Perrera Arte es un fantástico espacio para este modo de entender esta creación teatral en su lenguaje y en su proyección cultural.

-¿Qué similitudes puedes establecer entre la actualidad y el tiempo y circunstancias que llevaron a Chéjov a crear estos personajes?

-Ufff…. Muchas, muchas. La desestructuración interior de las personas, el permanente fracaso de los vínculos afectivos que llevan a la melancolía o a la enfermedad psíquica, la tremenda soledad que se siente aunque estés acompañado, la falta de apoyos reales o de recursos interiores para evolucionar espiritualmente desde el conflicto. Además, en esa época venía toda la modernidad que caracterizaría al siglo XX, que rompería las tradiciones y lo que ellas implican, aquellos aspectos donde la sociedad se fue progresivamente deshumanizando según mi opinión (aunque la evolución del siglo XX también trajo enormes riquezas evolutivas). Y bueno, hoy aquí pasa lo mismo pero mucho peor, la sociedad es violenta, bastante frívola, clasista, materializada y mediatizada desde la tecnología. Es como si viviéramos en los desechos  que dejó la modernidad del siglo anterior, algo que no tendría que ser así, es una especie de tergiversación de los logros del siglo anterior. Una confusión profunda y peligrosa.

-Hace tiempo que estás en un permanente viaje entres varios países. Con la ventaja de esa distancia, ¿cómo describirías la presente escena teatral en Chile?

-Muy interesante en su vibración por la pasión e ímpetu que hoy tiene esta escena en sus diferentes lenguajes, imaginarios, territorios y convivencias generacionales. Pero me parece sobre-intelectualizada, muchas veces snob, con una tendencia generalizada -hay  excepciones- al egocentrismo: “lo que a mí me pasa con el lenguaje” teatral y no el sentido de cualquier teatralidad, que es comunicarse con un espectador y definirte afectivamente e ideológicamente en un lugar específico de la cultura. Porque se trata de un trabajo para la transformación de la sociedad, es una suerte de misión. En general esta perspectiva se ve poco y por ello el medio constantemente se sobrecarga de ansiedad, de exitismo, de arribismo, de una relación fantasiosa con los imaginarios y los materiales dramáticos, etcétera. Todo ello redunda en que las obras tienen en su mayoría mala calidad resultante y una relación fría con el espectador.

-Tú tienes una amplia experiencia docente tanto acá como en el extranjero. ¿Cómo observas la formación que reciben hoy los actores en Chile?

-Depende del maestro. Sea joven o mayor. Si te toca uno serio, honesto, profundo, con una metodología  real -no fantasiosa- tendrás en ese curso una gran experiencia, que es independiente del mayor grado de taquilla que él tenga porque poseerá efectivamente una trayectoria sólida y reconocida en diferentes circuitos. Desgraciadamente estos maestros escasean. Los hay, muchos, pero en el contexto global de las escuelas de teatro y de los espacios de formación son una absoluta minoría. Puedes tú entonces sacar tus conclusiones sobre la pregunta… y claro, esto se relaciona con lo que he criticado respecto de la escena teatral actual en Chile. Es mi opinión. Pero fundada. Por supuesto, desde otro ángulo lo podemos entender en el nivel del diseño y práctica de las diferentes escuelas y centros. En general, son muy pocas con un buen diseño infraestructural, pedagógico y estético.