Los técnicos de la calle

Por JORGE LOBIANO, Universidad de Santiago

Tras cruzar el zaguán que conecta la frenética calle Ecuador con el reposado Patio de Honor de la legendaria Escuela de Artes y Oficios, podemos constatar la presencia de dos perros de bronce flanqueando el busto -del mismo metal- del presidente Manuel Bulnes, quien fundara en 1848 la E.A.O., primera escuela de artes aplicadas de Latinoamérica. Si nos acercamos a estos sendos representantes de la estatuaria canina, podemos leer la siguiente inscripción en su base “A. Araya 1899”. Así surge la primera pregunta respecto de estas esculturas: ¿Qué llevó al maestro fundidor A. Araya a vaciar en bronce dos perros perdigueros y no dos leones africanos o dos caballos militares, según los estándares representativos del estado chileno de fines del siglo diecinueve, los que con los años no sólo han cambiado el nombre a Patio de los Perros, sino también el significado de este histórico lugar?

Hoy, al levantar la vista, una bandada de perros negros parecen sobrevolar el viejo patio, los perros cuelgan de un tendedero, al igual que los perros para colgar la ropa que muerden el cordel tensado en los patios y balcones de la Villa Portales. El tendedero ascendente, en este caso de cables de acero galvanizado, al igual que en la población vecina, se conecta de donde se pueda: abajo, de uno de los pilares de pino oregón del corredor que rodea el patio; arriba, de uno de los dos pilares que dividen la ventana del segundo piso de la edificación, y, en el otro extremo, a un tubo de empalme eléctrico quizá en desuso. Así surge la segunda pregunta: ¿Qué llevó al artista A. Becerro 2012 a instalar veinte quiltros de fibra de vidrio tratando de encontrar un cielo?

Al permanecer un tiempo en el patio, podemos observar una tercera raza de perros, los perros vivos, que deambulan libremente por el campus de la Usach, quienes finalmente completan magistralmente la instalación.

Podemos especular una respuesta a ambas interrogantes: el maestro fundidor A. Araya al igual que el artista instalador A. Becerro nos invitan a un imaginario del callejeo. El primero, del perro perdiguero del Santiago rural de fines del mil ochocientos; el segundo, del Santiago urbano del dos mil. Ambos poco pretenciosos: el primero, al margen de la estatuaria militar de la posguerra; el segundo, al margen de la iconografía publicitaria de la globalización. Los dos con los materiales de su tiempo, el bronce fundido en el caso del primero y la fibra de vidrio y cables de acero en el del segundo. Araya y Becerro son dos técnicos de la calle que se encontraron con el arte desde la rigurosidad del oficio.

Finalmente un detalle, los dos perros de bronce no son exactamente iguales, sólo uno de ellos lleva collar al cuello. Los veinte perros de fibra no son iguales, sólo uno de ellos cambia de posición.

Fotografía principal: Cristián Richardson (@ktanous)