Lorenzo Aillapán: «El pueblo mapuche debe tener su propio banco y su universidad»
Por Ana Bustamante
Lorenzo Aillapán, el Hombre Pájaro Mapuche, se ha presentado en varias oportunidades en la Perrera Arte y, quizás en la más recordada de esas visitas, sorprendió a todo el equipo de trabajo al acercarse temerariamente a la recordada Floripondio, la singular mascota de la factoría, quien le ladraba furiosa, como solo ella podía hacerlo. Entonces el poeta empezó a emitir unos leves sonidos, algo así como un quejido cariñoso y lastimero, que fue silenciando a la perrita blanca de origen dogo argentino, quien también se fue acercando al forastero para olerlo, reconocerlo como un viejo amigo y moverle con levedad la cola . Nunca antes y después un desconocido había logrado algo similar y el propio Aillapán explicaría al poco rato que lo único que hizo fue hablar el lenguaje universal de los canes, diciéndole a la Flori que él venía de lejos a visitarla, que estaba contento de verla y que le traía muchos cariños de su tierra, de su gente y de sus perros. Brava y vanidosa como era, la temida guardiana aceptó de inmediato tanto el mensaje como el canto del mensajero.
«Para nosotros los mapuche, los perros son el regalón de la casa, el que maravilla y hace más hermosa la casa con sus ladridos, con sus juguetes y todo eso», explica Lorenzo Aillapán, que en cada una de sus intervenciones en la Perrera Arte siempre hace una breve rogativa atendiendo a la historia del espacio, a su pasado como lugar de sacrificio de los quiltros de la ciudad. «Es una especie de meditación u oración en la que invocamos el gran espíritu de la fecundidad universal, que para nosotros es una energía, es newen o fuerza, y que en otras culturas puede llamarse Dios o Jehová. Entonces, cuando invocamos a los seres humanos, también podemos invocar a la familia canina, a los perros que nos rodean en la comunidad. Por eso aullamos, porque ahí está el espíritu de ellos».
-¿Imaginamos que eso se hace más potente en un lugar como la Perrera Arte?
-Sí, por eso en nuestra meditación consagramos el lugar como el altar más alto; lo consagramos como el cerro que da al espacio infinito, para que perdure y viva para siempre. Así como los seres humanos estamos sujetos a un suceso resultante, así como nacemos y morimos, igual le ocurre a la familia canina, que está muy ligada a nosotros en su propia dignidad. Por eso muchas veces les colocamos nombres de personas a estos ejemplares tan hermosos.
Lorenzo Aillapán, nacido en 1940 y declarado Tesoro Vivo de la Humanidad por la Unesco, dice que disfruta cada unos de sus viajes a la Perrera Arte, aunque la mayoría de las veces tenga que hacer largos trayectos de ida y vuelta entre su territorio en Puerto Saavedra y Santiago. «Siempre vengo con gusto. Sé que los seres humanos necesitamos la política, la religión y todo eso, pero el arte y la cultura es lo que más acerca a los seres humanos, al igual que los pájaros, los árboles, el agua, el sol o la lluvia, la luna y las estrellas. Por eso nosotros tenemos ese nombre como pueblo originario mapuche, somos como tocayos de la naturaleza. Somos la naturaleza misma y por eso, cuando morimos, no vamos al cielo sino que volvemos a ser tierra de nuevo. Nos consideramos así y por eso nuestros abuelos, tatarabuelos y padres se pusieron mapuche, que es gente que es parte de la tierra.
-¿Y qué está pasando con esa naturaleza hoy en Chile? Se ha movido harto la cosa.
-Nosotros consideramos que los antiguos mineros, que llegaron a escavar por diversas riquezas, dañaron la tierra, que es lo mismo que dañar a nuestra madre, dejarla coja, mísera, sin hígado. Eso repercute a la larga y la madre entra a morir. Y en la naturaleza pasa lo mismo, por eso viene ese castigo, esa energía que está pasando en el norte o también puede pasar en el sur. Recuerdo bien que, cuando yo tenía 20 años, hubo un terremoto grado 9 en mi tierra y un maremoto que hicieron desaparecer pueblos, aldeas y lugares. Entonces algunos hermanos colonos tuvieron que irse porque se terminaron sus casas e hijuelas, llegaron pobres y se fueron tan pobres como llegaron. Uno de ellos, que se llamaba Ricardo Gocha y era amigo mío, siempre me decía: «Tú, Lorenzo, no vas a morir nunca porque eres poeta y escritor; yo fui un simple comerciante, escapé, hice una serie de cosas, llegué pobre y me voy tan pobre como siempre». Eso a mí me daba lástima, porque era una hermosa persona. Pero después supimos que, cuando a los mapuche les iba mal en la cosecha, les prestaba un saco de trigo y años después cobraba tres. Así se hizo de mucho capital. Él mismo recordaba eso como un mea culpa. Y así como ese ejemplo, varios otros colonos lo hicieron peor incluso. «Nada humano es perfecto, sano y puro, hay raza de maldad en el virtuoso», dice la poesía.
-¿Falta más conciencia talvez?
-Ojalá fuéramos sabios, fuéramos justicieros, fuéramos bondadosos y también pensáramos ser poderosos en la sabiduría; no en el sentido de tener muchos recursos, sino como poder, como sabiduría para ayudar al vecino, para que nazca ese espíritu solidario de que somos un pueblo. Como poeta, considero a Chile como un paraíso y ese paraíso tenemos que cuidarlo, si no lo sabemos cuidar lo vamos a destruir y nos autodestruiremos también como seres humanos. Esa es la enseñanza que nos entregaron los filósofos mapuche. Debemos querernos, sea quien sea el ser humano -europeo, chino, asiático, americano, negro, feo, bonito-, todos son seres humanos y tienen un suceso resultante. Así como nacemos también morimos y eso nos enseñaron los filósofos mapuche verdaderos: el pueblo mapuche no nació para matar, sino que nació para ayudar, apoyar, tener ese espíritu solidario, que es muy parecido al que pregonaron los franceses antiguos, que decían libertad, igualdad y fraternidad.
-Interesante relación.
-Cuando yo estuve allá, los franceses me decían que, a diferencia de nosotros, ellos habían perdido esa fuerza espiritual. Los mapuche tenemos igualdad, fraternidad y libertad, pero todavía conservamos la fuerza espiritual mapuche y por eso vivimos, por eso oramos y por eso queremos a los seres humanos.
-¿Y qué pasa con esa fuerza espiritual en Chile?
-Desde que se formó la República, los republicanos y otros colonos que llegaron fueron subyugados por la ambición, porque, para empezar, Chile tenía muchos minerales, después había mucha tierra y también mucho mar. Ahí empezó a nacer esa ambición medio enfermiza. Quisieron mantenernos como esclavos, a pesar de que Abraham Lincoln había abolido la esclavitud en Estados Unidos. Ese rasgo esclavizante se marcó mucho en Chile hasta el día de hoy y está repercutiendo en la gran desigualdad que se observa. Por ejemplo, yo soy contador de profesión y ya en los años 60 ganaba tres veces más que un profesor. Hay seres humanos que tienen grandes empresas, consorcios, líneas de buses y, cuando tienen una casa, quieren tener dos, tres, cuatro o formar grandes hoteles. Un cirujano italiano me decía que nosotros, entre mapuche y mestizos, somos más de un 60%, pero que nos maneja un puñado de gente de la clase adinerada que nos tiene como esclavos con los bajos sueldos. Los profesores no nos pueden enseñar bien, porque ganan muy poco dinero. Esa es una gran verdad. Hoy no hay un espíritu solidario, igualdad. Los tecnócratas, los abogados, los senadores, todos esos, ganan mucho dinero en comparación con el resto. Todavía una asesora del hogar trabaja 16 horas y le pagan el sueldo mínimo.
–¿Por qué se da eso?
-Porque si fuéramos todos iguales, estaríamos bien y seríamos un país desarrollado. Pero el desarrollo es solo para algunos. El pueblo mapuche, en este caso, nunca fue ayudado. Todo lo contrario, les quitaron sus tierras. Nosotros somos los verdaderos chilenos desde antes que llegaran el imperio Incaico o el imperio Hispano, quienes trajeron armas, aguardiente y todas esas enfermedades que sabemos. De ahí derivan todas estas consecuencias negativas, la pérdida del estado de equilibrio. La otra vez yo le decía al señor (Eugenio) Tuma: «¿Usted podría vivir con 120 mil pesos?», que era el sueldo base en ese tiempo. Entonces me cambiaba a otra conversación, hasta que no quiso responderlo nunca. Así actúan estos políticos y, cuando hay elecciones, somos hermanos y amigos.
-¿Cómo ve la relación del pueblo mapuche con el Estado chileno?
-Yo veo que hay una conversación, un diálogo, quieren conversar y llegar a un entendimiento. El Estado también está manejado por seres humanos y ellos tienen que ser más conscientes de que deben aplicar leyes que de verdad signifiquen ayuda. Por ejemplo, es difícil ser universitario mapuche, cuesta mucho la educación. Tiempo atrás, en los años 50 y 60, no era así, la educación no era tan cara. En Chile hay cerca de 60 universidades y resulta que no hay una universidad mapuche, no lo han permitido. En Chile hay como nueve pueblos originarios presentes y ellos están pidiendo una especie de ministerio que debería ayudar a todos. Eso mejorará la danza, la música, la poesía y el teatro. Está pedido para todos y eso es un buen entendimiento. También debería haber una especie de universidad de la vida, porque se intentó una universidad mapuche en Purén y no resultó.
-¿Qué falló?
-Lo que ocurrió es que el Estado les pedía muchas carreras universitarias que no tenían; entonces los dineros se perdieron, porque ese proyecto estaba apoyado por holandeses, franceses, suecos y otros. El error fue que le pusieron Universidad Mapuche y debió tener otro nombre, como Universidad Purén, que significa entre conexiones volcánicas. Pero ahora, si se crea un ministerio, podremos tener una universidad de la vida y un banco financiero. Ése es el pensamiento mapuche actual del siglo XXI. Sin discriminación, ser tan iguales como otras instituciones que maneja el Estado. Tenemos que tener nuestra universidad y nuestro banco, ese es nuestro pensamiento sano.
Fotografías: Gonzalo Goya