Lorena Alarcón: “El cuerpo no puede evitar ser percibido como un lenguaje”

Por Héctor Muñoz

Por edad y gracia de la creación, Lorena Alarcón se perdió el golpe de estado de 1973. Quizás por eso el estallido social significó para ella, y seguramente para muchos de su generación, la posibilidad de asistir en directo a un pedazo de épica que solo estaba en las conversaciones o en los silencios familiares. Cuenta que concurrió a cada manifestación que hubo y en esos meses -que ya parecen historia- tomó mil fotografías, a partir de las cuales y de su propia percepción envuelta en las masas, construyó innumerables retratos al óleo, simples bocetos o acuarelas, una técnica que domina con rigor.

Según esta pintora egresada formalmente de la Universidad de Chile, en esas marchas “las personas encarnaban a su personaje y se transformaban en criaturas más allá de lo natural. Ya no eran feministas con máscaras rojas, eran euménides dispuestas a devorar al macho femicida”, circunstancia que en ella solo podía generar fascinación.

Pasado el clímax, ya en el letargo de la pandemia y el nuevo control social, Lorena Alarcón no ha desistido de su preocupación principal: el cuerpo humano, aunque esta vez la escena no está en la plaza pública, sino en la intimidad de su taller. Sobre estos trabajos recientes -que se podrán ver desde el miércoles 18 de mayo en la Sala Dante- y también de las obras pasadas se habla en la siguiente conversación.

-Lorena, tú has probado profusamente con diversas técnicas: acuarela, óleo, dibujo e, incluso, acrílico y fotografía. ¿Cuál es la que sientes más cercana y natural?

-Por la cantidad de años que llevo pintando al óleo, tendría que escoger esa opción. Sin embargo, a veces los materiales te desbordan y se vuelven demasiado complejos, o demasiado rutinarios. Al final, siempre se va a sentir “más natural” la técnica que estás utilizando de momento.

-La figura humana es de seguro el eje de tu producción. ¿Qué puedes decir del cuerpo y el gesto de tus modelos?

-El cuerpo para mí es uno de los eventos más hermosos que es posible presenciar. Por un lado tenemos la estructura anatómica, la congruencia absoluta de tejidos, las formas orgánicas que además de ser intensamente bellas, son absolutamente funcionales. Además, dan cuenta del paso del tiempo. Por ejemplo, cada vez que me veo en el espejo puedo ver una nueva línea dibujada, o un cráneo cada vez más deshabitado. Y no puedo evitar caer en un remolino de hipocondría y deseos infantiles de eternidad. Pero por otro lado es lo que el cuerpo hace cuando se encuentra en trance o en movimiento. El lenguaje corporal puede ser simple o complejo. Puede ser conciente, como ocurre con los bailarines profesionales, donde cada fibra, cada músculo es utilizado con el afán de hacer un movimiento en específico; o puede ser inconciente, y nacer de una compulsión, reacción, automatismo, una pena o una enfermedad degenerativa. Sea cual sea la situación, no puede evitar ser percibido como un lenguaje. Acusa un síntoma, una agonía, un discurso.

-Cierto, es particular la situación de los bailarines.

-Sí, además la misma danza es capaz generar su propia atmósfera. Pareciera que los bailarines estuvieran detrás de una membrana que les permitiera manipular las leyes de la física; liberarse de la gravedad, convertirse en estas criaturas elásticas cargadas de una lengua secreta y abstracta. Dibujando en el aire y hablándole a no sé qué parte del cerebro.

-Tú trabajas con diversos modelos eso sí.

-Claro, todos ellos son amigos de buena voluntad que me regalan un poco de su tiempo. A veces ocupo mi propio cuerpo, cuando quiero ser más agresiva y menos pudorosa. Las sesiones son fotográficas y las poses son completamente improvisadas. Muy rara vez tengo una idea clara de lo que quiero fotografiar; y generalmente jugamos a pretender que el piso es lava o que la mesa es una balsa a la deriva. De cada sesión salen al menos 300 fotos, la mayoría mal enfocadas. Pero la sumatoria de fotografías va construyendo posturas sugestivas, que eventualmente desembocan en una imagen.

Imagen principal: La visita (detalle) / pastel seco y carbón sobre papel / Lorena Alarcón / 2022

-Durante el estallido social realizaste una gran cantidad de bocetos al fragor de la revuelta. ¿Cómo fue ese proceso y  qué significó en tu proceso creativo?

-Para mí el estallido social, con toda su carga política y los horrores del conflicto, significó un período de absoluta catarsis. Yo no viví el golpe militar como lo vivieron mis padres. Nací el 86 y, por tanto, no fui testigo de la crudeza de su genocidio. Pero lo que sí viví fueron los fantasmas que dejó tras de sí el golpe. Las consecuencias de la impunidad, el trauma y el eterno luto sin conclusión. En mi casa, por ejemplo, hablar de política implicaba declarar la guerra. La piel de los integrantes de la familia estaba en carne viva y cualquier comentario o pregunta se consideraba una puñalada de ingratitud. Porque en la mesa, a la hora de once, estaban todos los bandos: los suplicantes y los negacionistas. Así que lo mejor era callar, tragarse el dolor para evitar el reflujo y el cólon irritable. En ese silencio disfrazado de calma, el aire se cargaba de rabia e impotencia. Para mí, siendo una larva de persona, esos momentos no tenían niguna explicación. Eran monstruos sin cabeza ni cola, ni pista alguna que indicara de dónde provenían. Era dolor sin continente, síntoma sin causa. Para cuando ya fui mayor, vine a saber de qué se trataba esta pena. Pero para ese entonces la deseperanza ya estaba aprendida, lo mismo que la impunidad naturalizada. Cuando ocurrió el estallido, yo estaba lejos de mi casa y todo el camino de vuelta fue una algarabía de gritos, enormes barricadas y cacerolas en frenesí. Todos los episodios que siguieron al 18 estuvieron cargados de belleza y terror.

-Y además te involucraste.

-Asistí a la peregrinación de la plaza todos los viernes que pude. Y comencé a sacar fotografías a tontas y a locas, sin mucho talento o conocimiento básico de composición fotográfica. Lo interesante de estar allí no era solo la sensación de euforia, sino la resignificación del espacio que antes simplemente era Plaza Italia. Las esculturas, por ejemplo, se llenaron de colores y liliputienses encaramados como niños. Las calles se desdibujaron y se llenaron de fogatas y rituales. Pero lo más interesante era la investidura que adoptaron las personas al marchar. Muchas de ellas no solo asistían con carteles, sino que se transformaban con su vestimenta. Usaban máscaras, trajes de la cultura a la cual pertenecían, trajes inventados y fantasiosos, y muchísimos torsos desnudos. Las personas encarnaban a su personaje y se transformaban en criaturas más allá de lo natural. Ya no eran feministas con máscaras rojas, eran euménides dispuestas a devorar al macho femicida. Muchas de mis fotografías se enfocaban justamente en eso: en la persona y su indumentaria. Por lo que se hizo inevitable llegar al retrato. Y si bien ya estaba trastocada y emocionada por todo lo que estaba pasando, al analizar las fotografías, me conmovieron profundamente. Los rostros de la plaza estaban cargados de historia desconocida para mí, pero evidentemente dolorosa. Y si bien la fascinación comenzó por lo épico, se dio media vuelta y retornó a lo humano.

-¿Por qué señalas en tus redes que algunos de los retablos de “Los vástagos de Clitemnestra”, tu primera exposición en el Bech, son tus favoritos?

-“Los vástagos de Clitemnestra” son el corazón de todo mi trabajo. Con estas tablitas aprendí lo que realmente es construir una imagen cargada de significado. Tomé la experiencia traumática que estaba viviendo en ese momento, la literatura que me apasionaba, la iconografía que me aterraba, unas tablas indecentes abandonadas en los meaderos del barrio Yungay, y lo puse todo en una juguera. Aprendí cómo transformar el dolor en una experincia estética. Cómo construir una pintura con multiples dimensiones.

-¿Por qué decidiste mostrar esta selección obras en Sala Dante?

-La Perrera siempre ha estado en mi lista de los centros culturales emblemáticos de Santiago. Es muy interesante su historia, el barrio en el que está inmerso y, por sobre todo, su estética tenebrosa; como un paréntesis oscuro en medio de la claridad del Parque de los Reyes. Por esas cosas de la vida, el señor Héctor León, gran artista y amigo, me comentó que estaban construyendo una galería especial en el centro, destinada a trabajos de pequeño y mediano formato. Y me preguntó si tenía algo decente que mostrar. Según mi propio criterio, ¡por supuesto que sí! Así pues me animé y decidí postular mi trabajo más reciente. Me siento muy conforme con esta serie de trabajos en particular y me encantaría compartirlos con la gente.

-¿Hacia dónde se orienta en el futuro tu proceso de producción?

-Creo que se orienta a lo mismo de siempre. Encontrar monstruos en los rincones, en las manchas de humedad de las paredes, en el cuerpo, y hacer sus respectivas invocaciones construyendo una imagen.

Coordenadas

Qué: Inauguración de la exposición “Danza híbrida”, de Lorena Alarcón

Cuándo: Miércoles 18 de mayo, a las 19.30 horas

Dónde: Sala Dante del Centro Experimental Perrera Arte, Parque de los Reyes s/n, Avenida Balmaceda entre Bulnes y Cueto

Visitas: La muestra permanecerá abierta hasta el domingo 19 de junio en horario de 15 a 21 horas los días viernes, sábado y domingo. De martes a jueves se realizarán visitas guiadas, que se deben solicitar al correo electrónico: perreraarte@gmail.com

Entrada gratuita. Se consideran medidas sanitarias.