Lolita d’Eon: “Transgénero no es perversión, no es mariconeo, no es prostitución”
Freddy cuenta que fue en la universidad, en medio de las pasiones revolucionarias que invaden a los jóvenes, cuando decidió transformarse en Lolita d’Deon para incorporar así a las demandas estudiantiles una visión transgénero que seguía ausente de las mentes y los discursos combativos. Dotado desde niño del talento del dibujo, Freddy se ha insertado en los últimos años en los circuitos alternativos de España, Bélgica y Francia, país al que volverá próximamente, una vez que termine la exposición “Todos cortados con la misma tijera”, muestra colectiva organizada por la revista online Córtela en el Centro Experimental Perrera Arte, de la que Lolita forma parte con la obra “Transecciones”.
-¿Por qué decidiste utilizar el seudónimo Lolita d’Eon?
-Siempre me llamó la atención que los poetas y algunos escritores usasen un seudónimo. Si tu finalidad es lograr fama, quizás si tienes un apellido no hispano, puede servirte; para mí es crear una identidad que estuviese fuera de las normas de género y que, a la vez, tuviese algo de lo que yo trabajo, como las temáticas de género. Ha sido un acto conceptual. Lolita d’Eon sintetiza la unión entre lo grotesco y bello de una creación (Vladimir Nabokov) y lo corajudo que se puede ser al defender una identidad. Lolita es una novela que nos sumerge en lo aberrante que puede haber tras algo aparentemente dulce. Chevalier d’Eon emerge desde las tinieblas del tiempo, para evidenciar su enonismo particularmente fundamentado y aceptado.
-La visión que propusiste en el texto de la convocatoria es bastante desgarradora, ¿estimas que el cuerpo trans es el más violentado de la sociedad?
-Sí, totalmente. Quizás incluyo más dramatismo por la unión poética y conceptual que realizo entre las formas y su significado. Creo que una temática tan invisible para los medios comunes, para el Estado, para la salud, merece tener su espacio en el arte. Al menos yo trato de involucrarme en esta especie de justicia artística social, para que no todo sea solo estética sino que también sea un acto de protesta. El fondo es importante. El cuerpo trans soporta la intervención endocrina, corporal (carne), modificaciones óseas, sumado a la violenta relación de la sociedad con este concepto, las golpizas, las agresiones verbales (que pinchan como agujas), las negaciones civiles que realiza el Estado y el sistema en general. Trans no es perversión, no es mariconeo, no es prostitución. Siento que mostrar esta realidad anulada permite un cambio.
-En dicho texto escribiste “la carne transexual es del gusto de la sociedad chilena y su hambre de sadismo”. ¿A qué te refieres con eso?
-La sociedad chilena, a pesar de contar con una historia cruda de dictadura, todavía no cambia y no respeta los derechos humanos básicos de todos y todas. Con ese texto me refiero a que Chile, país carnívoro, alcohólico, machista y religioso, cumple con todos los requisitos para convertirse en el verdugo o master BDSM (bondage y disciplina, dominación y sumisión, sadismo y masoquismo) de cualquier ente minimizado. Pensando en el cuerpo como carne, claro, hago el símil con el sistema que exige a las personas trans llenarse de intervenciones para al fin lograr verse como se le pide. Lo que no calza y aumenta la dominación de este país sádico es que, una vez que la persona trans corre miles de riesgos de salud, pierde relaciones sociales, pierde trabajo, lucha con los mínimos recursos, el sistema sigue martirizando su existencia con la discriminación.
-¿A qué edad empezaste a dibujar y te diste cuenta que eso era lo tuyo?
-Yo creo que caigo en el cliché de cualquier dibujante o artista, que desde pequeños empezamos a expresar y visualizar nuestros pensamientos innatamente. Rayaba murallas, pedía materiales de regalo, me decían que me moriría de hambre, que el arte en Chile no sirve, etcétera. Aun así, siempre supe que era algo de lo cual no podía escapar. La inteligencia nos permite movernos en miles de cosas, todo se aprende, pero hay talentos que nos piden a gritos salir y, en mi caso, aunque haya estudiado diseño, mi fuerte siempre fue este viaje que sale del cerebro, pasa por mis pulsiones vitales y llega a mi mano. Creo que para alguien que siempre se sintió distinto, porque te hacen sentir así, el dibujo se convierte en tu compañía, ya que, así como los escritores, necesitamos calmar demonios o emociones que, por ser tan profundas, aprendemos en cierta manera a hablar en clave. Clave palabra, clave concepto, clave colores, clave formas.
-¿Cuándo decides hacer del dibujo una plataforma política para hablar del género y los otros temas que habitualmente te preocupan?
-Esto lo decidí, así tal cual, estando en la escuela de diseño de una universidad estatal. Creo que insertarte en un medio estudiantil, donde hay mucha potencia revolucionaria, mucho carácter, pero poca capacidad de incluir, te entrega una misión que, si eres frío, no tomas en cuenta. En mi caso, veía que las luchas siempre apuntaban al binomio heterosexual, al lenguaje sexista, discriminador, por parte de profesores y alumnos. Entonces tomé como bandera o hilo conductor la teoría de género. Empecé a leer, a asistir a encuentros en bibliotecas, a hacer ponencias, a relacionar diseño con género, a realizar análisis y críticas, y eso me permitió empezar a crear sin forzar el discurso. Me ayudó mucho ver a artistas como Zaida González e Hija de Perra, que contaban relatos desde su mirada, pero con fines denunciativos-educativos y participar del trabajo del grupo Letras en Género de la Biblioteca de Santiago. No andaba en las marchas, pero traté de construir conocimiento desde mis intereses y capacidades, simultáneamente con otros compañeros y compañeras que luchaban por los animales, las clases o la política.
-Cuéntanos de tu circulación internacional.
-Esto empezó casi sin darme cuenta. Me relaciono constantemente con amigos en Francia y de ahí fui conociendo espacios que se acomodaban a mis temáticas. Es hermoso saber que hay tanto rango apreciativo diverso y que lamentablemente en Chile no existe. Si vemos acá, el dibujo y la ilustración tienden a seguir modas, el estilo naif, infantil, el dibujo simple, sin técnica, sin arte. Para mí, que siempre me autoimpongo desafíos, no me sirve entrar en ese círculo, donde pesa más la venta que el talento y el conocimiento que podemos transmitir. Aunque sea un dibujo pequeño, invierto horas para lograr los mejores efectos, que los trazos no estén de más, que resalte la técnica pero así también la poesía que puedo imaginar. Entonces empecé a participar en convocatorias europeas, de colectivos independientes bizarros, que producían sus propias exposiciones y revistas. Así empecé a confiar más en que sí había público, adulto, crítico, que valoraba tu trabajo, sin mediar tu apellido, tu nacionalidad o tu imagen. Se nota el cambio de apreciación del arte, se nota que culturalmente es diferente al chileno. Aquí traté de insertarme con cosas no tan agresivas e, incluso así, siempre estuve afuera de las selecciones. Los jurados son siempre los mismos, las temáticas igual. Es un círculo fome, falto de innovación y discriminador. He estado en fanzines y exposiciones en España, Bélgica y Francia que critican la academia desde lo formal y me siento parte de ellos.