Liceo Experimental Artístico, símbolo del abandono de los jóvenes talentos chilenos
Por Ana Bustamante.-
El violento sismo del 27F dejó inutilizable el antiguo edificio del Liceo Experimental Artístico (LEA) y, desde entonces, profesores, alumnos y apoderados han debido peregrinar por distintas y precarias instalaciones que, hasta el día de hoy, a solo un mes del inicio del año escolar 2015, mantiene a 450 jóvenes y niños sin un espacio donde estudiar.
El LEA es uno de los escasos establecimientos que forman a los jóvenes artistas del país. Allí se atienden las necesidades educativas de estudiantes provenientes de más de 30 comunas de la Región Metropolitana, principalmente de Cerro Navia, Pudahuel y Quinta Normal. Sin embargo, desde 2010, estos alumnos no tienen instalaciones propias producto del terremoto que fragmentó el emblemático edificio de calle Mapocho con Lourdes. Desde entonces, comenzó un increíble peregrinar que hasta hoy mantiene a los futuros creadores de Chile sin las condiciones mínimas para realizar clases y talleres.
A ello se suma el nuevo escenario que se montará tras la eventual promulgación de la ley que obligará a los colegios artísticos a seleccionar solo a uno de tres estudiantes que postulen, lo que podría derivar en la pérdida de un número importante de talentos.
“La educación en Chile tiene problemas tremendos. Hay mucha desidia y mala gestión”, señala el director del LEA, Marco Llerena.
Tradición formativa
Las escuelas artísticas en Chile parten en los años 40, en el período del Frente Popular, cuando se crean proyectos gubernamentales que visualizan a la educación como herramienta de cambio y transformación social en ciudades que se expandían con la naciente industrialización y el proceso migratorio campo-ciudad.
En un comienzo, la Escuela Popular de Cultura Artística acoge a trabajadores y sus familias, quienes asisten a talleres para mejorar su calidad de vida. Más tarde, la Escuela Vocacional Artística amplía los objetivos a estudiantes de regiones. Numerosos artistas consagrados pasaron por esas aulas y ahí se forjaron también la Brigada Ramona Parra y el Mono González.
En los 80, ambas instituciones se fusionan en el Liceo Experimental Artístico y focalizan su enseñanza en escolares adolescentes y niños provenientes de diferentes escuelas, colegios y liceos de la Región Metropolitana.
“Esta escuela vivió de milagro durante la dictadura, no la quiso nadie porque es una educación muy cara. Es mucho más barato contratar un profesor de matemáticas a 15 mil pesos la hora con 42 alumnos que tener un profesor de piano por 45 minutos”, comenta Marco Llerena.
Actualmente, el liceo pertenece al Ministerio de Educación y a la Corporación Educacional de Desarrollo Artístico, cuya administración delegada se crea durante la dictadura para impartir educación general y especializada en arte.
Fue el comienzo de los tropiezos y el deterioro del LEA, ya que la Corporación Educacional no tiene capacidad de generar recursos y hoy deben depender de un Estado que no demuestra especial interés en este tipo de educación.
“Los fondos están en el Consejo de la Cultura y no en el Ministerio de Educación. No hay nada de educación artística en el Mineduc, ahí no tienes con quién hablar. Eso hace que esta escuela sea el símbolo del abandono”, reflexiona Llerena, quien es director del establecimiento desde hace un par de años, luego de trabajar cerca de dos décadas en ambas instituciones, creando el programa Acciona y la modalidad artística diferenciada.
El tránsito de la incertidumbre
Es enero y los están echando de la comuna de Quinta Normal, porque el terreno de Carrascal con Catamarca, en el que se encuentran tras el terremoto, se utilizará para la construcción de un centro de salud pública.
El malogrado edificio de Mapocho se encuentra en licitación y, en 2011, la Intendencia de Santiago determinó que debía ser abandonado por peligro de derrumbe. Sin embargo, próximo a cumplirse cinco años desde el 27F, ni siquiera se han iniciado labores de demolición. Marco Llerena apunta con escepticismo la maqueta de lo que sería el nuevo colegio. En el fondo, no existe nada, solo ruinas.
Debido a la emergencia, la Municipalidad de Quinta Normal pasó en préstamo las instalaciones que hoy deben dejar. El lugar correspondía a un antiguo colegio de madera que tenía nueve años de abandono. Más bien era un basural del que debieron sacar tres camiones con desperdicios, incluido un cadáver.
“Este lugar no tiene permiso para educar. El mismo Ministerio de Educación constató que hay dificultades en la cantidad de salas, que además son pabellones que no tienen recubrimiento interno y, por lo tanto, hace mucho frío o calor dependiendo de la temporada. Tampoco disponemos de la Junaeb porque hay hongos, es decir, los niños no pueden comer”, reclama Llerena.
Muchas de las salas son mediaguas adaptadas que donó la fundación Un Techo para Chile. No tienen laboratorios ni espacios adecuados. Los futuros músicos aprovechan los baños del liceo porque tienen una mejor acústica y debieron adecuar contenedores para solucionar los problemas de espacio.
Los profesores reclaman y sufren, los estudiantes son más flexibles, pero los apoderados -que se componen de médicos, artistas, madres solteras y obreros- no se conforman. Están furiosos con la institución y el Estado.
La otra parte del liceo se encuentra diez cuadras más allá, en Molina Lavín, donde albergan los cursos más pequeños.
Paradojas de la educación
“El símbolo del abandono de la educación artística nacional es esta escuela”, dice Llerena. “Hay otras que están con problemas, pero nosotros somos el emblema del desamparo”, recalca.
El LEA imparte educación general básica, media y técnico profesional en artes y su modelo, que apunta a formar personas creativas, sensibles e integrales, es inédito en el país. “Es la única escuela en Chile que entrega enseñanza técnico profesional en las artes con este nivel y esta carga horaria”, subraya su director. La otra alternativa, dice Llerena, son talleres en algunas municipalidades, el Conservatorio de la Universidad de Chile o el de la Universidad Mayor, con un valor sobre 150 mil pesos. En el LEA los niños solo pagan los $ 3.500 de la matrícula.
Pese a la precariedad, los docentes tienen vocación y un excelente nivel. Sin embargo, Marcos Llerena señala que “los honorarios más bajos del mercado están acá, los profesores ganan muy poco. La mayoría son universitarios que vienen y cumplen funciones porque creen en el proyecto artístico”.
En este particular mundo educativo, el bullying tampoco existe. “En esta comunidad escolar no se presenta la violencia, fundamentalmente, porque se trabaja en equipo. Nosotros tenemos el problema al revés: exceso de amor”, reflexiona el director. Y agrega: “Las ventajas comparativas de la educación que impartimos con este clima interno maravilloso, que es una rareza en Chile, no se condice con el maltrato del Estado. La institución ha sido muy golpeada y los profesores muy vapuleados; la comunidad entera ha debido desenvolverse en condiciones increíblemente malas”.
La espera y el trámite
La única expectativa que hoy les va quedando es el Plan Nacional de Artes en la Educación que está impulsando el gobierno de Michelle Bachelet, el que tiene como propósito fomentar y fortalecer el aprendizaje en artes y que contempla, por ejemplo, la entrega de equipamiento para proyectos de educación artística en las escuelas públicas del país, entre otras acciones.
Pero, por otro lado, el Congreso está ad portas de ratificar una nueva ley que pone un límite de 30% de selección en los colegios artísticos, mientras que el resto de los alumnos será escogido a través de tómbola, lo que según varios directores significará incorporar estudiantes que no tienen habilidades específicas, postura que comparte Marco Llenera.
Desde su experiencia, muchas familias postulan a sus hijos a colegios artísticos por cuestiones terapéuticas, como trastornos de aprendizaje, hiperactividad u otros problemas. Hay familias que encuentran que sus hijos tienen mucho talento porque hacen dibujos o bailan, “pero no todos los seres humanos tenemos habilidades artísticas”, explica Llerena, quien es licenciado en teoría e historia del arte de la Universidad de Chile.
Según el director del LEA, en los primeros ciclos todos tienen habilidades y exploran, pero en quinto básico los niños se definen y, quienes no tienen las capacidades esperadas, comienzan a sufrir porque, por ejemplo, no pueden resolver una partitura, lo que deriva en frustración y pérdida de autoestima.
Si se promulga la nueva ley, Llerena apuesta por un liceo polivalente en el que un grupo de alumnos reciba una formación artística especializada de alto nivel y otro tenga menos exigencia y carga horaria.
Mientras tanto, la misión es solucionar un problema más concreto y urgente: dónde finalmente comenzarán a tener clases los 450 estudiantes del LEA el próximo 3 de marzo.
Curiosamente, estuvieron a punto de trasladarse a la antigua Academia de Guerra, en plena Alameda, pero las conversaciones fracasaron y el tema está hoy en manos de la Seremi de Educación, que está en diálogo con varios municipios.
“Es grave lo que está pasando. No es posible que los futuros artistas, quienes van a dar la cara por Chile en el mundo más adelante, no tengan como educarse”, expresa Llerena, quien sostiene que el problema de fondo es que la economía de mercado generó un modelo de educación que privilegia exclusivamente la productividad. “Pareciera que a las autoridades solo les interesa el arte cuando necesitan un grupo de niños que toque para los eventos oficiales”, reflexiona Llerena, mientras recorre los calurosos y empolvados pasillos del precario recinto de Carrascal, donde unos cuantos libros en cajas de embalaje y el mobiliario apilado recuerdan que, en cualquier minuto, hay que partir.
Fotografías: Felipe Vial