L’Arts 2015, un llamado al mestizaje
Por Allyson Gamonal
Si alguien le contara al pasar que una organización de artistas cumple 20 años de existencia, de seguro no se detendrá a considerarlo. Le parecerá interesante, llamativo, probablemente elogiable, pero incluso así no habrá alcanzado los bordes de ese fenómeno tan particular. En Chile existen numerosas agrupaciones que funcionan en torno a un proyecto o programa común, pero no muchas son las que llevan dicho programa como estandarte durante tanto tiempo, en tan diversas situaciones, en tantos espacios e instancias en el país o el extranjero y a través de las más diferentes disciplinas.
En 1995, el edificio que había sido el primer horno crematorio de basura de Santiago y que luego había derivado en la temida Perrera, es ocupado por un grupo de artistas y profesionales de diversas áreas para formar un centro cultural. El llamado a comandar la tarea fue Antonio Becerro, quien hoy ejerce como director del Centro Experimental Perrera Arte y preside esta celebración de 20 años.
Ahí, en el borde norponiente de la comuna de Santiago, se inicia un trabajo único, puesto que, desde la autogestión e independencia, se construye un espacio donde los artistas entregan bienes culturales tanto a la ciudad como al barrio desde el margen de los circuitos institucionales de financiamiento y creación.
Desde siempre, la Perrera Arte ha llamado al mestizaje. En este lugar han ocurrido todo tipo de expresiones artísticas, desdibujándose las líneas fronterizas arbitrarias y amordazantes de la institucionalidad plástica tradicional. Allí donde las escuelas de arte, las galerías y los museos dividieron, clasificaron, editaron, corrigieron y presentaron desde un marco o un escenario, la Perrera Arte permitió la mezcla, fomentó el encuentro y el intercambio, abrió las puertas y esperó que sucediera algo maravilloso: que el arte y su público, que los creadores y sus disciplinas se fundieran sin límites doctrinarios de ningún tipo.
Y esta ocasión no es la excepción. En el Primer Encuentro Internacional de las Artes L’Arts 2015, la celebración se ha llevado a cabo de la misma manera, reuniendo en un mismo entorno propuestas visuales, performance, poesía, artistas emergentes y consagrados, invenciones culinarias, ejercicios colectivos y muestras individuales, todo mezclado en una armonía sorprendente. Aquí los artistas se encuentran. Mientras preparan su montaje, mientras se cruzan en la cocina entre una reunión y otra o cuando piden prestada una herramienta.
Se llega a este lugar porque te invitaron, porque lo buscaste, porque venías a una inauguración, una obra de teatro o danza y chocaste sin querer con otra cosa. Te quedas entonces en la Perrera Arte porque encontraste una especie de campo magnético, un lugar de batalla, donde se defienden las posibilidades de creación, la apertura del obturador, la oportunidad de hacer sin los límites que las instituciones, con o sin querer, imponen.
Desde siempre aquí el código fue interdisciplinario. El Centro Experimental es una escuela donde los artistas aprenden haciendo. Enfrentándose a la complejidad del edificio, encontrándose con los relatos de otros artistas, trayendo aquí la música o la poesía que habla de lo mismo que nosotros hablamos. El público es más diversos todavía y considera a todo aquel que desee cultivarse a sí mismo, observando, aprendiendo y opinando de regreso. El público son vecinos del barrio, importantes invitados de embajadas extranjeras, medios de prensa curiosos por alguna novedad, chicos que estaban jugando en el parque, estudiantes de diferentes carreras y escuelas que deben hacer sus tareas, personas comunes que se encontraron con la puerta abierta o el propio clan del expositor que se resiste a dejar solo al artista de la familia.
De alguna forma, esta transversalidad completa la figura y les otorga a los acontecimientos un entorno de referencia. Por más que se oscurezca o delimite el espacio, siempre se filtra una escultura anterior o la textura cargada del propio edificio. Las obras, entonces, jamás dejan de pertenecer a un contexto, por una u otra razón, tienen futuro y preexistencia.
El Centro Experimental Perrera Arte no es una institución que pueda ser entendida con los parámetros comunes y tampoco es un colectivo artístico tradicional. Más que un edificio o una construcción histórica con determinado valor simbólico, la Perrera Arte es un territorio una geografía cambiante que aspira a completarse con quienes la habitan. Esta comunidad vive, cambia, crece, se transforma y entonces, más que una organización, es un organismo. Un cuerpo que late con el ritmo del presente y que tiene la obligación, emanada del carácter experimental de su apuesta, de desmarcarse sucesivamente de todo límite. El trabajo simultáneo con diversas disciplinas hace precisamente fértil esta salida hacia adelante. Cuando las especialidades quedan atrapadas en su lógica, otra mirada desde una frontera distinta zanja el problema o, al menos, ayuda a replantearlo. Todo organismo no es otra cosa que un complejo sistema de información.
Fotografías: Gonzalo Goya