Kelsey Scult: artista norteamericana, blanca y políticamente incorrecta
La artista visual estadounidense se transformó en una silenciosa habitante de la Perrera Arte. Durante dos meses, Kelsey Scult se acostumbró a caminar descalza varios metros antes de llegar a la ducha, colaboró con el almuerzo ritual de trabajo de los lunes, miró de reojo las reuniones de algunos vecinos preocupados por el patrimonio, asistió a las sesiones de cine del equipo y también debió soportar el ritmo frenético de un par de grandes producciones. En todo ese tiempo, en el que hizo varias series de fotografías y videos como parte de su residencia artística, jamás dejó de cortar y coser unos pequeños pétalos en tela, 14.695 en total, que correspondían exactamente a los días que cinco jóvenes afroamericanos y latinos pasaron en la cárcel por un crimen que no cometieron en Central Park.
-Ya de regreso en tu hogar en Estados Unidos, ¿qué destacarías y podrías evocar de tu residencia en la Perrera Arte?
-Muy, muy intenso, a diferencia de cualquier otro período de dos meses en mi vida. Es una de las experiencias más difíciles que he tenido en términos de creación artística. Pero también una de las más gratificantes. Aunque fue increíblemente difícil, no sé si alguna otra vez me he sentido tan artísticamente libre y facultada para esforzarme a mis límites creativos. La naturaleza experimental del espacio demuele los límites y realmente permite la libertad absoluta para expresarte de forma explosiva.
-¿Cómo evaluarías tu proceso de residencia en otros países y realidades culturales, como Argentina (La ira de dios) y Chile? ¿Qué parámetros estableces entre ambas experiencias?
–En mis otras residencias estuve mucho menos inmersa, porque yo no estaba viviendo en el mismo espacio de trabajo. En la Perrera, estás viviendo, respirando, nadando en el trabajo y el espacio. No tienes respiro de tu obra y los conceptos que estás tratando. Muchas de las cosas a las que yo apuntaba eran muy oscuras y pesadas, y vivir en la Perrera hizo del proceso de creación de la obra una experiencia increíblemente física: sentí que una manifestación física de la pesadez dirigió cada parte de mi cuerpo. Esto hizo mi residencia difícil a veces, pero creo que la intensidad posibilitó una obra mucho más potente. La pesadez que sentía se inyectó en las imágenes. Más allá de eso, la Perrera es simplemente diferente a cualquier otro espacio que he encontrado y no puedo describir realmente lo único y rocambolesco que es vivir allí.
-¿En qué minuto nace el proyecto “Central Park Five” y cuánto se ajustó a tu idea inicial el paso por otro parque, el Parque de los Reyes, donde se ubica la Perrera Arte?
-La mayor parte de mis obras se concentran en el tema blancura/políticas raciales. Antes de mi llegada, yo sabía que quería concentrarme en los conceptos de raza en el sistema de justicia penal, pero no tenía claro exactamente cómo podría hacerlo relevante para el espacio específico de la Perrera. Cuando llegué me puse a leer un libro llamado “The Central Park Five”, que narra el famoso caso de 1989 cuando una corredora blanca fue violada y brutalmente golpeada en el Central Park de Nueva York. Cinco jóvenes afroamericanos y latinos, chicos de edades entre 13 y 16 años, fueron acusados del delito por el Departamento de Policía de Nueva York. En el transcurso de 30 horas de interrogatorio, fueron obligados a proporcionar falsas confesiones bajo la promesa que, si ellos confesaban, podían ir a casa y serían protegidos. Las pruebas de ADN demostraron que ninguno de ellos estuvo en la escena del crimen. Pero igual fueron declarados culpables y condenados a una pena colectiva de 41 años de la cárcel. Los medios de comunicación los llamaban “la manada de lobos”. Trece años después del crimen, el verdadero autor material se presentó y admitió que él había cometido la violación y asesinato de la joven blanca. Por alguna coincidencia completamente fortuita, cogí este libro a la misma hora exacta en que llegué a la Perrera. Yo nunca había oído hablar del caso antes y no tenía ni idea de las coincidencias casi misteriosas que el asunto tendría con la energía de la Perrera en términos del concepto de encierro y sacrificio de perros y la presencia de los parques (Parque de los Reyes y Central Park). El vigésimo aniversario de la Perrera también pasó a tener lugar, pues aconteció solo dos días antes del 26 aniversario del ataque de Central Park. Sentí casi como un destino que este libro entrara en mi vida justo cuando llegué a la Perrera, donde me encontré con cientos de esculturas de perros negros idénticos, sin rasgos, realizadas por Antonio (Becerro). Estas obras me parecieron como una manifestación conmovedora de “los lobos negros salvajes” como, en términos muy explícitos, los medios de comunicación intentaron retratar a los jóvenes que citaba en mi proyecto.
-¿Qué fue lo más difícil de la residencia?
-Para mi segunda pieza en la serie “Central Park”, yo estaba cortando y cosiendo 14.695 pétalos de flores en cinta para representar cada día que los chicos tuvieron en la cárcel por el crimen que no cometieron. La víctima de los ataques era una mujer blanca y los medios de comunicación, con la mayoría de los estadounidenses siguiendo el juicio, decidieron que el valor de su vida era mucho más alto que el de los cinco jóvenes. Yo quería usar mi propio cuerpo blanco en algo así como una actuación ceremonial para afirmar que las vidas de los acusados valen tanto como mi propia vida o como la vida de la corredora asesinada. Me gustó la idea de un cuerpo blanco sometido a este arduo proceso mental y táctil de honrar a todos por cada uno de los días que pasaron en la cárcel. Pero este proceso fue mucho más difícil de lo que nunca imaginé. Yo tiendo a usar procesos muy repetitivos, como coser cientos de cáscaras de plátano, cáscaras de naranja, cigarros, escribir la misma frase 1.400 veces. Estos procesos me parecen meditativos y son una manera interesante de archivo físico de la repetición casi obsesiva, de la reflexión que consume mi proceso de pensamiento cuando trabajo. Pero nunca antes había hecho algo en esta escala. Durante mi residencia pasé acerca de 10 u 11 horas al día cortando cintas de costura. Día tras día tras día tras día y por semanas. Era muy importante para mí cortar el número exacto (14.695) de pétalos. Nunca me imaginé que algo aparentemente tan sencillo, como cortar y coser, podría ser tan emocional y físicamente agotador. Además, trabajar en la Perrera, un espacio visualmente similar a una cárcel, incrementaba aquello. Nunca he estado en la cárcel y no me puedo imaginar los procesos mentales y emocionales que vive alguien que está ahí, pero trabajar en este ambiente me permitió estar más cerca de lo que jamás podría estar de ese estado de ánimo. Lo importante es que sentí las cosas y fortaleció la conexión que ya sentía con estos hombres y con el proyecto que estaba haciendo en su honor.
-“L’Arts” fue una exposición resumen de los 20 años de la Perrera Arte que coincidió con tu residencia. Tú participaste en el proceso y expusiste dos obras. ¿Qué te pareció ese encuentro mirado desde la perspectiva del arte contemporáneo?
-Estoy un poco desilusionada del arte contemporáneo, pero la Perrera definitivamente me ofreció una perspectiva muy fresca y vigorizante del enorme potencial del arte contemporáneo. El mundo del arte es tan exclusivo y tiene conversaciones que son tan inaccesibles para la mayoría de las personas y las comunidades. En cambio, la Perrera hace arte accesible a todo el mundo y, al mismo tiempo, no edita a los artistas. No prohíbe la libertad de los artistas que trabajan allí en el nombre de la creación o de una falsa sensación de comodidad para los espectadores. Creo que la Perrera ha desarrollado una fórmula muy especial, única para un espacio de arte. No hay edición de lo que haces, no hay vergüenza en empujar los límites. Yo soy una artista un tanto paralizada por la duda. Me aterroriza la idea de ofender a alguien. Creo que el arte contemporáneo, al menos en Estados Unidos en este momento, es muy rígido y encasilla a los artistas en términos de lo que pueden y no pueden hacer. La Perrera fue un ejercicio muy saludable para mí en el intento de desmantelar la vergüenza y los límites en las conversaciones que yo trato de tener a través del arte. Pero al mismo tiempo la Perrera es capaz de funcionar muy orgánicamente como un espacio de arte comunitario. La Perrera es definitivamente un lugar oscuro con una gran cantidad de energía oscura, pero al mismo tiempo es increíblemente especial, mágica y diferente a cualquier otro espacio que he tenido la suerte de ocupar.
-¿A qué te refieres con “procesos de curación”, la noción que está detrás de “Reparar”, otra serie que hiciste en la Perrera Arte?
-Ha sido importante para mí para equilibrar mi obra política con la obra personal. Me estaba quedando tan profundamente ocupada en lo político, pintando, dibujando, fotografiando, hablando, soñando con la raza, que yo necesitaba darles vida a las otras partes de mi identidad. Estoy en un punto de mi vida donde estoy poniendo (o intentando poner) en concordancia las piezas pequeñas y grandes de mí misma que están rotas y agrietadas. Reparar es un simple intento de capturar un retrato de lo que el proceso de curación significa para mí (y ojalá para algunas de las personas que vean mi trabajo). Muchas de mis otras imágenes son tan cargadas y pesadas, llenas con explosiones de simbolismo, que solo quería trabajar con un símbolo simple, una curita. Entonces utilicé el increíble espacio de Perrera y mi relación con Felipe Vial, con quien realicé las fotos. Ambos tenemos una gran cantidad de tatuajes, que para mí representan una manera de curación de las personas por medio del acto de entintar sus historias en sus cuerpos. Me gustó la idea de nuestros cuerpos mezclando sus historias a través de los textos que hemos elegido para marcarnos a nosotros mismos. El proyecto fue muy personal, pero al mismo tiempo es un concepto universal de cómo usamos conexiones con otros cuerpos y nuevos espacios para tratar de reparar.
-¿Cómo sientes que evolucionó tu propia obra durante la residencia? Pasaste por varios procesos, de la foto al video, del video a la instalación.
-Creo que, por primera vez, yo fui más consciente de mi entorno. La mayor parte de mi anterior obra se centraba alrededor del material con el que estaba comprometida. Esta fue la primera vez que estaba interactuando sustancialmente con un espacio. Mi obra anterior no necesitaba existir dentro de los entornos físicos en los que fue creada, pero en estas últimas obras la presencia y energía de la Perrera es imprescindible. Espero llevar esta práctica conmigo en los sucesivos espacios que me corresponda trabajar. Creo que este nivel de compromiso aumenta absolutamente la potencia de la obra y fortalece los pequeños mundos en que yo opero durante la creación de mi arte. Quiero traducir la increíble sensación de existir en un espacio.
Citar es citarse: www.kelseyscult.com