Juan Luis Martínez era mortal, yo soy parisino, luego, los pájaros cantan
1) Extracto del homenaje a J. L. Martínez de Eduardo Parra, leído en la Asamblea Nacional de Chile. (Dudo que nuestros legisladores supieran a quién se homenajeaba).
2) Ver por ej., “Tareas de poesía”, Pág. 95 de La nueva novela.
3) Pag. 22 de La nueva novela.
4) Señales de ruta de J. L. Martínez, Enrique Lihn & Pedro Lastra, Ediciones Archivo, 1987.
5) J. L. Martínez, de Waldo Rojas, Programa Chili de Belles Étrangeres. París, 1992. A propósito de un comentario publicado: “Acaso JLM ni exista”, el poeta dice: “Ese comentario me emocionó mucho. Me complace irradiar una identidad velada como poeta; esa noción de existir y no existir, de ser más literario que real. De joven leí un aforismo de Novalis: ‘La poesía es lo real absoluto’. Si entonces me sedujo esa afirmación, hoy estoy convencido de que es así”. (Entrevista en El Mercurio, 14 de mayo 1992).
6) “Los pájaros cantan en pajarístico pero nosotros los escuchamos en español”, pág. 89 de La nueva novela.
Por Gustavo Grillo Mujica
“Juan Luis nos deja de su pasaje por esta existencia su tenaz y persistente creencia en que la realidad no es solo de carne y hueso y que el precio por observar estos misteriosos y abruptos senderos del conocimiento son la soledad” (1).
Juan Luis Martínez fabricó un libro por su cuenta, La nueva novela, que con el anterior nombre de Pequeña cosmogonía práctica fue tramitado desde 1971 y después rechazado por la Editorial Universitaria de Valparaíso. Hoy, La nueva novela es considerada una obra clave de la poesía contemporánea chilena. Calificada en Wikipedia como, “un epítome indiscutible de intertexto, donde se confabulan citas efectivas e imaginarias, que conducen a un entramado de arquetipos y reverberaciones en que se transfigura el texto, construido además con dispositivos gráficos”.
Este libro objeto, publicado en su primera edición en 1977, con un tiraje de mil ejemplares, contiene un máximo de referencias y citas, varias francesas. Es un libro erudito, para lectores iniciados o letrados que igual se rascan la cabeza leyéndolo. Faltaría decir, en las varias lecturas y estudios académicos, que La nueva novela es lúdica, humorística y sarcástica (2). Varias páginas me causan risa.
En este libro, JLM le pide al poeta francés Jean Tardieu buscar el error del siguiente silogismo:
Sócrates era mortal
Yo soy parisino
Luego, los pájaros cantan (3).
En 1978, el poeta editó La poesía chilena, una caja de cartón duro, negra, también libro objeto, que contiene facsímiles de certificados de muerte de algunos de los poetas mayores de Chile, el de su padre, certificados de deceso en blanco, digamos a rellenar, y una bolsita con tierra. En los años setenta, el Loco Martínez rondaba en Valparaíso y Viña del Mar con una pinta más bien dandy, más una melena castaño claro, estilo Rasputín. Se decía que su ser pelucón cubría un parche de platino en su cráneo, producto de un accidente en moto u otro vehículo, cuando era más salvaje. Comía los hot-dogs del café León y frecuentaba el café Samoyedo y otras picadas de la 5a Región, recorría territorios visitados por cierta fauna alternativa, donde podía encontrar amigos o personajes que le interesaran. Él, consecuente con sus averiguaciones insólitas. Sus cómplices ya sabían de su personalidad excepcional.
En un homenaje a Pablo de Rokha en Valparaíso, JLM llegó con libros del poeta homenajeado para que se los dedicara. Pero cuando De Rokha se puso a pelar a Neruda, JLM le tiró los libros por la cabeza. Sabrán que los libros de dicho poeta “oceánico” son bastante pesados. Reconozco esta anécdota sabrosa como solo eso, pues, sin ser o siendo riguroso, tengo una sola versión.
En Chile ha habido pocos movimientos literarios “ismos”, mas, nuestro territorio produce muchos seísmos. Entre ellos, el terremoto de Valparaíso como epicentro (1971) y posteriormente un golpe de estado (1973), con su consecuencia represiva que provoca una tremenda diáspora y un repliegue interno. Esta situación límite marcó lo que alguien llamó la Neovanguardia (poetas chilenos de los 60). Quiero ir a que Juan Luis Martínez fue una excepción: su situación límite no fue telúrica, política ni circunstancial y no adopta la actitud general de los poetas locales. Continúa discreto, siguiendo sus “averiguaciones”, trabajando lúdicamente con el logos, a pesar de su fragilidad dialisística.
“La propuesta de J. L. Martínez es de una autoría transindividual, que quiere superar desde el oriente la noción de intertextualidad según es entendido en occidente, donde los textos de base están presentes en las transformaciones del texto que los reprocesa; pero en Martínez ella parece resolverse en la negación de la existencia de las individualidades en literatura, al hacer fluir bajo nombres distintos una misma corriente, que es él y no es él”(4).
“Para este autor ‘a repugnantibus’ la literatura es la única consistencia. Fuera de ella, cero salud. Nada sorprendente entonces que este fantasma mostrando la cara del silencio tenga que eclipsarse ante la libre confabulación de significados, y que por su prestidigitación, vuelva al espejismo» (5).
JLM nos invita a catar el silencio. La banalidad del logos nos da una advertencia urgente de la vida. El placer de su búsqueda y exploración siguen huellas borgianas. El poeta intenta relacionar conocimientos y cosas diferentes, su poética es SU combinatoria de averiguaciones. “Chao pescao” al verso. Su método es patafísico y aleatorio, siempre sorprendente y lógico, como todo non sense carroliano (Lewis). Nuestro velado poeta anduvo con su largo tranco a contracorriente de la carrera de caracoles de nerudianos, parrianos y toda poética circunstancial “comprometida” o pop. De allí su consecuente anti-protagonismo.
En 1992, JLM sale de su Villa Alemana (cerca de Valparaíso) invitado oficialmente, entre una selección de escritores y poetas chilenos, por Francia. Me consta que el poeta Armando Uribe influyó en esta invitación. En París, Juan Luis pidió a los funcionarios del Ministerio de Cultura francés si era posible una entrevista con Jean Tardieu, a quien le obsequié unos dos años antes La Nueva Novela, pues este maestro patafísico y “primer antipoeta”, según Juan Luis, está implicado en dicho libro. El encuentro se produce en la Maison des Ecrivains. Sudé la gota gorda como traductor, pues Martínez estaba un poco mudo o hablaba muy bajo, quizás por efecto de una diálisis reciente, y el anciano Tardieu se encontraba bastante sordo. El vate galo le pregunta por qué tarjaba su nombre. Martínez le responde: “Yo no me considero autor de lo que escribo”.
El silogismo “Martínez era mortal, yo soy parisino, luego, los pájaros cantan”, quizás contenga más de un error, y no siendo autor de lo que yo escribo, mi lógica emotiva me permite remplazar Sócrates por mi amigo JLM, inventor del pajarístico (6).
Nota sobre JLM, Gustavo Grillo Mujica
De la plaquette «Fragments», selección homenaje a JLM.
Traducción al francés por Beatrice de Savagnac, Ediciones GrilloM & L’Agence AD’HOC, L’ Association Dialogue entre les Cultures & Le Ministere de la Culture et de la Francophonie. París 1993. 24 p.
Fotografía principal: Gustavo Mujica, Waldo Rojas y Juan Luis Martínez en la única visita de este último a París, en 1992.