José Pablo Concha: «El Muro de la Memoria es alegoría de nuestra propia indolencia»
Por José Pablo Concha
La memoria y la proyección hacia el futuro nos caracteriza como seres humanos, nos distingue por la conciencia del trayecto, sin ésta no es posible que nos imaginemos, que nos soñemos. La memoria es el lugar en que se depositan los acontecimientos y experiencias arbitrariamente a partir de relaciones afectivas; evidentemente no podemos guardar todos los acontecimientos, recordarlo todo se transformaría en una atrofia que impediría discriminar lo fundamental del accesorio.
Pero, la memoria se enfrenta al olvido… Muchas veces preferimos olvidar; mantener ciertos hechos ocultos para no enfrentar el dolor, pero hacer esto a lo único que conduce es a mantener el trauma. En otras palabras, nunca se olvida, más bien se aprende a vivir suprimiendo el padecimiento.
La responsabilidad y el compromiso ético sobrepasan incluso a las mismas víctimas: el Muro de la Memoria con todos esos rostros instalados en el puente Bulnes es otro acto de resistencia al olvido; es la voluntad persistente, incansable de transformar esos ojos en nuestros propios ojos, en los ojos de mi padre, de mi hijo, de saber que detrás de cada rostro hay una vida que amó, que tuvo hijos, que tuvo historia.
Al ver esas imágenes nos obligamos a hacernos responsables de nuestro pasado. Pero la historia de este muro es alegoría de nuestra propia indolencia, el registro fotográfico de la condición material en que se encuentra hoy este monumento se nos impone como un nuevo cadáver.
Las fotografías nos revelan un deterioro amarillento, en distintas capas, en diferentes texturas que poco a poco se desvanecen. Se transforman en cuerpos en descomposición condenados a la desaparición. Nuevamente Pérez nos arroja a la cara nuestra desidia, nuestro abandono y no queda más que la vergüenza de nuestra irresponsabilidad.
Fotografías: Antonio Becerro y Claudio Pérez