Solo el canto a favor: un homenaje a los cantantes líricos de Chile
Por Nicolás Vásquez
De forma ritual, popular, desafinado, académico o como una arenga, el canto, junto a la danza, es por excelencia la expresión humana que conecta de forma más directa con las emociones, con el latido del corazón y el entendimiento. La dimensión del efecto de la palabra cantada solo la podemos dimensionar cuando, cantando mientras se cocina, se estudia o trabaja, en la cotidianeidad entonamos una palabra que nos conecta con personas, situaciones, emociones, sentimientos, anhelos y cuanto pueda evocar la palabra cantada o la armonía en que se desenvuelve.
Como actores y actrices en los teatros griegos se cuenta que la voz comenzó a intentar describir el sentido de la literatura y que resurgió en el Renacimiento dibujando trazos expresivos en base a la prosodia de las obras que buscaba relatar. Así el canto lírico, nombrado de esa forma en relación al acompañamiento de la lira en la antigua Grecia, nace como una forma de ensalzar la palabra.
Varios siglos han pasado, muchos compositores y monumentales óperas han trascendido la historia dejándonos, gracias a la notación musical, un repertorio con los más variados temas, colores, amores, asesinatos, conspiraciones, venganzas, júbilos, victorias y reflexiones sobre los caminos de la humanidad.
Hay mucho que hablar sobre la ópera hoy en día cuando esta manifestación corre el riesgo de desaparecer por la falta de políticas públicas, los prejuicios, el nulo interés de las instituciones culturales por vincular el lenguaje operístico con las comunidades y hacer frente a esa batalla que pareciera perdida ante al cine, la industria de la música y los medios de comunicación.
Pero estas líneas están dedicadas a quienes hemos entregado nuestra vida a cultivar la técnica vocal y a mantener viva la ópera aunque pareciera una batalla perdida en este territorio. En algunas universidades del país, donde se imparte la carrera de interpretación y tienen cátedras de canto lírico, muchos y muchas cantantes han depositado sus confianzas, pagando aranceles exorbitantes con la esperanza de algún día convertirse en reputados cantantes líricos, cantar sobre grandes escenarios, en agrupaciones de alto nivel y realizarse profesionalmente. Así año tras año ingresan más ilusiones y esfuerzos con enormes expectativas, así van titulándose cantantes desencantados con el panorama laboral y muchas veces también con la formación que recibieron.
A este no menor número de cantantes en formación tradicional tenemos que sumar a todos y todas quienes han optado o decidido por temas económicos o académicos un camino más incierto como lo es la formación privada o particular, enfrentándose a buscar por su cuenta todo aquello que se necesita para convertirse en un artista en dominio de su disciplina y con las herramientas necesarias para llevar a cabo su trabajo de la forma más acabada y profesional posible.
Según la Consulta para Cantantes Líricos realizada por Lírica Disidente en 2019, se puede recoger que casi un 24% del universo entrevistado ha optado solo por la formación universitaria, un 11% solo por la formación privada y un 64% ha decidido complementar ambos sistemas.
A la situación de la formación de nuevas generaciones de cantantes líricos se suma la realidad laboral a la que nos enfrentamos cuando, habiendo alcanzado un nivel de manejo técnico, musical y escénico, estamos preparados para subirnos a un escenario. Es en este punto donde nos volvemos a encontrar con dificultades. Las y los cantantes líricos, al igual que los cultores de todas las disciplinas artísticas, transitamos por un camino hacia la profesionalización de nuestro conocimientos y habilidades porque, aunque con toda la gama de conocimientos, herramientas y habilidades en ramos teóricos musicales, práctica de los estilos, técnica vocal, nociones del trabajo escénico y especialización que se tenga en el ámbito artístico que se quiera seguir, hay mucho de ese bagaje que debe ser perfeccionado con la experiencia que solo el escenario puede entregar para emprender así una carrera profesional en la que nunca se deja de aprender. Es decir, nos encontramos con un espacio entre la formación y el desempeño profesional, en donde idealmente y como se realiza en Europa y Estados Unidos, las universidades, las compañías independientes y Opera Studios debieran ocupar un lugar para acompañar con la experiencia del escenario, la guía de maestros y maestras y el contacto con los públicos el desarrollo profesional de un cantante.
En Chile esto no existe. Según la mencionada consulta realizada por Lírica Disidente, se desprende que un 67% de los cantantes consultados no pertenece a algún cuerpo estable o programa de profesionalización, mientras que gran parte del 33% restante pertenece al Coro Profesional del Teatro Municipal de Santiago y el resto a alguna compañía o programa de alguna universidad.
Fotografía principal: Constanza Olguín y Fanny Becerra en la Escuela de Ópera, ENOI 2022
Hoy, Lírica Disidente trabaja sobre el circuito casi inexistente de la ópera independiente siguiendo luces de quienes antes que nosotros abrieron espacios y levantaron producciones desde la autogestión para compartirlas con las comunidades, de las que desprendo un par de ejemplos: Jaina Elgueta hace unos años y desde L’amore Arte Creaciones nos regaló una “Suor Angelica”, ópera con elenco completamente femenino compuesta por Giacomo Puccini, que encantó y asombró por su producción y calidad artística a los públicos que pudieron presenciarla. Con “Ópera en la población”, en 1996, el mítico Andrés Pérez llevó la ópera donde antes no había llegado con un lenguaje cercano que permitiera a las personas identificarse con lo que presenciaban. Este proyecto fue impulsado por el Teatro Municipal en lo que parece haber sido un chispazo de realidad y coherencia.
La falta de apoyo, continuidad e iniciativas que permitan replicar, reforzar y estimular la proliferación de producciones que abran un circuito alternativo que le haga contrapeso a la hegemonía cultural mostrando otras formas y lógicas bajo las cuales la ópera pudiera tener más impacto, nos lleva a necesitar, incluso añorar, ser beneficiarios de aquella escena. Es en ese panorama donde la resistencia de quienes hacemos ópera independiente y buscamos crear un circuito que dé oportunidades y, eventualmente, dignifique la labor sin mendigar, hace fundamental el camino de las compañías independientes y me aventuro a decir que, mirando en esa dirección, más allá pareciera haber futuro.
El Teatro Municipal lleva los últimos años eliminando plazas de trabajo del Coro Profesional de la única casa de ópera del país, siendo este el principal empleador de nuestro gremio. De 70 cantantes que históricamente conformaban el coro, hoy en día solo quedan 46, los que tienen la oportunidad de trabajar como cantantes profesionales en dicho teatro, con un contrato y la seguridad que regala una remuneración fija. Aquellos 24 puestos desaparecidos representan algo más del 30% de los cupos de trabajo disponibles en Chile. Los inexistentes procesos de selección que pudieran dar iguales oportunidades a todos y todas las cantantes de ser parte de los títulos finiquitan los sueños de quienes ven en el Teatro Municipal un sueño de ser reconocidos en su país.
Hace unos días la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación disolvió el Coro Madrigalista, cuerpo estable de la institución desde 1994, dejando a 16 cantantes sin el ingreso mensual, un privilegio dentro del gremio que suponía el trabajo artístico en este imprescindible agente cultural. Argumentan problemas económicos para respaldar la decisión pero sin duda el impacto es mucho más grande, profundo y doloroso que los beneficios monetarios que pudieran desprenderse de esta determinación.
En el camino a la profesionalización de los y las cantantes, la experiencia sobre el escenario es fundamental para dimensionar in situ el trabajo que requiere montar un personaje de alguna ópera en determinada producción. En Chile no existen espacios en los que podamos caminar ese trayecto de nuestro desarrollo artístico y profesional debido a la concentración de la actividad operística encabezada por el Teatro Municipal de Santiago y seguida muy por detrás por los teatros regionales. Esta concentración histórica en un gran teatro ha ocasionado en un gremio tan pequeño como el del canto lírico que la competencia en la búsqueda de oportunidades de crecer, cantar y desarrollarse se instale como la forma de sobrevivir como artista en Chile.
Suelen acceder a estas casi inexistentes oportunidades quienes han sabido tener el cuidado y la inteligencia para llegar, agradar y congraciar a quienes, siendo representantes de grupos económicos y sin tener necesariamente conocimiento real sobre la disciplina, administran las oportunidades de todo un gremio mediante decisiones a primeras luces comerciales, basadas en favoritismos, sin fundamento artístico y esfuerzo de transparencia. A título personal creo que quienes hoy dicen ayudar a los y las cantantes en Chile sirven más a sus propios intereses que a la misión que pregonan perseguir.
Hay muchos que han emprendido aventuras fuera de Chile, buscando espacios para desarrollarse y realizarse como artistas. Hazaña que supone dejar familia, amistades, amores e, incluso, el deseo de poder hacer una carrera desde Chile, porque a muchos de nosotros nos hubiese gustado tener la opción de tener en nuestro país la base de operaciones de una carrera internacional, pero los costos, la falta de apoyo, la distancia y el nulo interés de Chile en sus cantantes nos empuja a emigrar. Las voces de este territorio parecen estar casi destinadas a brillar en cualquier parte del mundo, menos en su lugar de origen. En el extranjero es donde siempre, no puedo recordar algún caso opuesto a lo que expongo, la creatividad, la calidad vocal y musical es algo que se reconoce y pone a los y las cantantes chilenas en los lugares que les corresponden.
Como un homenaje a todos y todas las colegas que desde distintos lugares de Chile, con diversas experiencias y formaciones imaginamos un porvenir de oportunidades, satisfacciones y un futuro laboral menos incierto, estas líneas buscan visibilizar el día a día de un gremio que se cansó del temor, la incertidumbre y que comienza a dar pasos de recién nacido con acciones o mirando su entorno, perdiendo el miedo a la segregación y enfrentando el discurso elitista de la competencia desigual y los favoritismos. Acá todos y todas merecemos la oportunidad de probar aquello que somos capaces de transmitir. Chile es un semillero de grandes voces: Ramón Vinay, Renato Zanelli, Verónica Villarroel, Graciela Araya, Annya Pinto, Pilar Garrido, Camila Guggiana, Arturo Espinosa, Tabita Martínez, Leonardo Navarro y Luis Olivares son solo algunos de los que se anotan entre tantos y tantas que día a día o a lo largo de la historia han puesto la reputación de las voces líricas chilenas en lo más alto.
¿Qué pasaría si tuviéramos espacio y políticas públicas que nos permitieran cultivar y potenciar a nuestros artistas en Chile? ¿Qué pasaría si, como Estado, se apoyara las carreras internacionales de nuestros cantantes? ¿Qué ocurriría si en la infraestructura existente creamos un circuito operístico o cuerpos estables donde pudiéramos trabajar, desarrollarnos, abrir espacios para que la comunidad conozca lo que es esta antigua disciplina y el tremendo nivel que nuestros cantantes pueden ofrecer al desarrollo artístico de nuestro país?
Hoy la gran mayoría nos agrupamos bajo la Asociación de Cantantes Líricos de Chile (Aclich) buscando articular nuestras luchas, tener voz frente a la institucionalidad, apoyarnos y reconocernos como gremio. Generalmente tenemos más preguntas que respuestas y la gran interrogante es el futuro de nuestro gremio, que año tras año pierde plazas de trabajo, mientras más colegas se titulan para no encontrar campo laboral. En general, son grandes voces listas para engrandecer a Chile que terminan disipando sus sueños entre cantos de matrimonio y funeral.
Hoy parece no haber norte, ni piso ni lugar para nosotros, pero el canto se toma los espacios en donde se ejecuta, porque la voz conecta con el corazón de las personas y las compañías independientes luchan por crear. Somos un gremio que tiene las herramientas para contribuir al desarrollo humano, crítico y emocional de nuestra sociedad, pero vamos mirando el camino tratando de sobrevivir, intentando trabajar, haciendo lo que hemos estudiado, por lo que nos hemos sacrificado y en lo que hemos invertido con probablemente ninguna garantía. Curiosamente, esto hace que la ópera siga viva a pesar de los siglos y, en Chile, a pesar del abandono.
Esto es un repaso por la superficie de nuestra realidad, hay mucho que ahondar en cada detalle, en cada tema y solo hace falta que le pregunten a un cantante lírico sobre su experiencia para ir adentrándose más en otra realidad. En nuestro país tenemos daños estructurales en los modelos de las culturas y las artes, y esto no solamente merma los intentos por democratizar el acceso sino que también el derecho a ser felices explorando al infinito los talentos que tenemos.