Gastón Norambuena: «La Tirana tiene una textura sonora caótica»
La música fue uno de los puntos altos en el preestreno «Chollywood». Tratándose de un documental que aborda la Fiesta de La Tirana, una celebración religiosa masiva y popular que gira en torno a los ritmos y las danzas de los fieles, el encargado de sonorizar esta producción independiente, el músico Gastón Norambuena, tuvo que debatirse entre varias alternativas hasta llegar a la síntesis que, luego de la exhibición íntegra del documental, también mostró por separado y en directo en la nave principal de la Perrera Arte junto a varios artistas invitados.
«El sonido de la Fiesta de La Tirana tiene una textura caótica e inabordable. Hay que considerar que en los días cercanos a la víspera, son prácticamente 24 horas de bandas tocando en forma simultánea», resume Gastón Norambuena.
-¿Cómo describirías la relación que tienen los danzantes con los personajes que representan en la Fiesta de La Tirana, los indios norteamericanos, Barney, la novia de Mickey Mouse?
-Observamos una variedad importante de danzantes que llaman la atención por la dificultad que plantean para situarlos en el contexto de una fiesta religiosa del norte chileno. En este sentido se puede mencionar a los Pieles Rojas, los Sioux, los Dakotas, los Cheyennes, grupos que adhieren a la iconografía de “indio norteamericano” y que fueron los que más llamaron nuestra atención en las primeras jornadas de rodaje y que, finalmente, se transformaron en eje del documental. En esta línea de exotismo podemos mencionar también bailes de sultanes, gitanos, cosacos, marinos y charros mexicanos, ampliando el rango de registro a las fiestas de San Lorenzo y Ayquina. Es importante dejar en claro que todos estos bailes pertenecen a sociedades religiosas, con una tradición y mística particular, organizadas y registradas como tales para participar en la fiesta. Distinto es el caso de los personajes que aparecen en la plaza, generalmente la noche de la víspera (clímax de la fiesta, con la máxima afluencia de público) con los disfraces de Disney, del Dinosaurio Barney o la Pitufina; éstos son casos aislados, no organizados, no registrados, ni pertenecientes a un baile o sociedad religiosa, y que dan cuenta de un espíritu general carnavalesco, con sus apariciones espontáneas y más bien oportunistas. Hecha esta diferenciación y centrándonos en el seguimiento que hicimos a bailes Pieles Rojas, es recurrente la ausencia de explicaciones hiladas de por qué se sigue con tanto fervor y minuciosidad esa iconografía. Por lo general las respuestas de los participantes al consultarles de dónde proviene su baile se articulan en torno a la tradición. Se participa del baile desde que se tiene uso de razón y no hay un mayor cuestionamiento al respecto: se es Piel Roja porque te trajo al baile tu madre desde niño, tal como a ella la trajo el abuelo. Finalmente, más importante que la caracterización específica de cada baile es la adoración a la virgen. La indumentaria otorga solemnidad, “porque el traje está bendecido” y es uno de los elementos que ayuda a bailar y expresar la fe.
-¿Qué consideraciones tuviste a la hora de plantear la música del documental?
-Hacer la música de un documental sobre una fiesta donde todo el tiempo hay música planteaba varias alternativas interesantes como propuesta. Hay que considerar que en los días cercanos a la víspera, prácticamente son 24 horas de bandas tocando y, además, todas interpretan simultáneamente, creando una textura caótica e inabordable. Por eso nuestras alternativas iban desde la exaltación del sonido directo (voluptuoso sin lugar a dudas), pasando por la mímesis o camuflaje con la música tradicional y local, hasta el contraste intencionado (tecnológico, de lenguaje, tímbrico), sin dejar de lado un sentimiento bastardo en cuanto a la temática piel roja, porque constatamos mucho el desconocimiento sobre la procedencia del imaginario, en donde casi todo cabe y no hay explicaciones lógicas, solo fe. Una canción interpretada por Arturo Barahona, caporal de los Pieles Rojas de Iquique y tesoro vivo de la Unesco, la cual registramos en La Tirana 2012, me dio la pauta a seguir. De este registro a capella y su posterior musicalización en posproducción surgieron los motivos que hilvanaron la continuidad musical de la película. Por otra parte, al abundante acervo de iconografía piel roja que nos entregaban las imágenes (penachos, hachas, lanzas, ropas con flecos) quisimos sobreponer la música de verdaderos indios norteamericanos que, sin saberlo, patrocinan los bailes, al menos nominativamente. Para esto tomamos algunos referentes actuales de música indígena norteamericana y recreamos su ritmo, fraseo e impronta con instrumentos andinos (quena, monseño, zampoña, pezuñas) y, en un experimento audiovisual, creamos el último cuarto del documental como una danza imaginaria en que se conectan imágenes del piel roja en La Tirana con una reinterpretación musical de su alter ego norteamericano; una transmutación mística, una alegoría a las matinés de westerns, una posibilidad de vínculos profundos entre gente que no se conoce y probablemente nunca lo hará.
Imágenes: Producción y fotogramas de «Chollywood»
-Así como en el pasado fueron el cine y luego la televisión los principales influjos del imaginario de los danzantes, ¿que fue lo más novedoso y actual que les correspondió observar? ¿Hay ya referencias a los nuevos medios y a la cultura de la tecnología actual?
-No observamos que hayan aparecido bailes que se refieran a influjos actuales en su representación, como podrían ser géneros de cine contemporáneos o algún paradigma surgido de la web. Lo que sí se comenta mucho es que la investigación en internet de los miembros más jóvenes de los bailes ha posibilitado una mejora notable en la confección de las indumentarias, como es el caso de los penachos en los Pieles Rojas. Interesante es en este sentido la indumentaria del caporal de Los Indios Jalaguayos de Arica que mezcla libremente los elementos de indio norteamericano (pluma, hacha, lanza, taparrabos, flecos) con una estética rock- motoquera (cintillo, muñequeras y guantes sin dedos, todo de cuero negro con tachas metálicas). Tecnológicamente, también es llamativo el uso de luces led en las máscaras, lo que enriquece visualmente los bailes nocturnos.
-Por último, ¿por qué optaron por el nombre de «Chollywood» para el filme?
-Una explicación reiterativa de la representación de indígenas norteamericanos en estas fiestas está relacionada con las matinés de cine a las que asistían los devotos mineros del salitre, en las que se proyectaban principalmente westerns de Hollywood. Con esa idea rondándonos y en pleno rodaje, nuestra asistente de producción, oriunda de Iquique, mencionó el vocablo Chollywood y no pasó inadvertido. En Perú, no estamos seguros si en Bolivia también, se menciona Chollywood para designar a la farándula local. Es un juego de palabras en donde el cholo quiere lucirse en la alfombra roja de Hollywood. Si bien esto no tenía ninguna relación con los temas de nuestro documental, era un término que evocaba fuertemente nuestras propias observaciones y entrevistas de pieles rojas, así como también las apariciones de personajes hollywoodenses a lo largo del rodaje (indios, vaqueros, figuras de Disney). Entendiendo que La Tirana es una fiesta alimentada en gran parte por gente del norte de Chile pero cuyo verdadero acervo es evidentemente andino-altiplánico, o sea peruano y boliviano, decidimos utilizar ese nombre para retratar un mundo que admiramos y tratamos de enaltecer con respeto, humor y misticismo.