Elizabeth Neira: “Chile es una sociedad matrística travestida en machismo colonial”

Por Camila Sánchez Andueza

Elizabeth Neira ha realizado varios trabajos en colaboración con la Perrera Arte, pero el que más recuerdan los integrantes de la factoría del Parque de los Reyes es uno en que, transformada en una especie de mortero humano -de esos de acero que utilizan los policías para abrir las puertas y allanar las casas de los narcos de bajo rango en sus programas de acción televisiva-, ella y otra jovencita facilitaron su anatomía para romper, impulsadas por dos forzudos, un muro simulado de una cárcel en la terraza del centro de arte. La colegiala terminó con un tremendo chichón en la frente producto de los impactos con el tabique, mientras que Eli, performista avezada, logró cruzar la pared y salió airosa en el otro extremo. El video está perdido por ahí y me dan unas ganas tremendas de verlo mientras preparo esta entrevista con la periodista que un día dejó atrás El Mercurio y se internó en el lado más crítico y atrevido del arte.

-¿Qué ha sido lo más singular que le ha ocurrido en el desarrollo de algunas de sus performances?

-Ocurren muchas cosas “singulares” porque el estado de performance es una condición alterada de consciencia donde nada es ordinario. Además de modificar el propio cuerpo, transforma el entorno y a los demás. De ahí su mala fama. No puedes ver una performance sin que algo “singular” te ocurra.

-¿Cómo describiría el presente de la performance en Chile?

-Absolutamente silenciado por una institucionalidad cultural obsoleta y un pensamiento predominantemente mercantil en el arte, sobre todo en las artes visuales, que condena a las manifestaciones más vivas, es decir, irreductibles, a un pesado no existe y, si existe, lo es para cualquiera menos para los que llevan años trabajando desde un lugar creativo crítico. En Chile se cumple muy bien eso de que nadie es profeta en su tierra.

-¿Qué sucede con las nuevas generaciones?

-Como se trata de un lenguaje absolutamente contemporáneo, hay muchísimo interés en las nuevas generaciones por la performance. Hay una enorme y muy buena producción de este arte en Chile que permanece en las cuatro paredes, ya sea de una escena claustrofóbicamente elitista o del silenciamiento under. La verdad es que yo nunca he visto a un curador de performances en los encuentros que se hacen en Chile, tampoco a un director de alguna revista especializada, a ningún crítico, ni a nadie de los que después andan haciendo documentos sobre el tema. Al establishment del arte chilensis no le interesa la performance porque es algo que permanece en estado demasiado salvaje. ¡Por suerte!

-Gran parte de su obra gira en torno a la sexualidad post-pornográfica. ¿Su propia sexualidad está necesariamente ligada a esta visión o avanza por otros senderos?

-La pornografía como industria nace en la década de los 70, en Estados Unidos principalmente, y con rapidez se convierte en una herramienta de colonización de los cuerpos y las sexualidades. Somos una generación post-pornográfica porque crecimos en medio de ese imaginario que, guste o no, nos afecta y determina. Incluso si no eres un consumidor de pornografía estás inmerso en un trato de uso y abuso del cuerpo como capital devaluado. El arte no hace otra cosa que narrar su tiempo. En ese sentido, mi sexualidad es tan pornográfica como la tuya o como la de cualquiera que comparte mi espacio tiempo.

-Entiendo, Eli.

-Somos sujetos pornográficos tratados pornográficamente en un mundo más post-porno de lo que imaginas. Para mí, Donald Trump es pornográfico.

-¿Cómo ve a las mujeres chilenas?

-Tengo muchas amigas de diferentes lugares. No me gusta dividir a la gente por nacionalidad, pero, si me obligan, diría que la mujer chilena es una gran mujer, un poco machista pero de una fuerza demencial. Chile es una sociedad matrística travestida en machismo colonial.

-¿Eli Neira tiene una sola personalidad o de pronto siente que son varios los seres que viven dentro de usted?

-Esa es una pregunta que debes hacérsela a un sicólogo o algún siquiatra. Yo no opero con esas categorías y siempre me he sentido muy bien con todo lo que soy.

-¿Qué barrera le falta romper a Eli Neira?

-Cada vez que te mueves rompes una barrera.

Palabras crean mundos, dicen por ahí, y claro que sí. Hacen y deshacen las tripas de cada ser humano en una constancia inconsciente o quizás más consciente de lo que creemos. Eli Neira ha escrito “Vivas nos queremos”, “Despolitización”, “Abyecta”, “Puta”, “Loca” o “Nunca salí del horroroso Chile” entre otras palabras o conjuntos de ellas.

-¿Cómo ha vivido usted el silenciamiento editorial que hoy se percibe en el ámbito de lo femenino en Chile?

-Desde la resistencia, que es como he vivido toda mi trayectoria artística. Me autoedito y autopirateo, ocupo las redes sociales, trabajo en una radio comunitaria y transito por circuitos que no son los oficiales, sino tramas de afectos y afinidades que todo el tiempo me salvan del silenciamiento. Me muevo entre amigos, principalmente. Pero si llaman desde la oficialidad y pagan, procuro hacer bien mi trabajo. Me considero una obrera del arte, prefiero aquella idea que la de un lobbysta: yo sé que me toca siempre el camino más duro.

-Usted cuenta que el taller de Gonzalo Millán le ayudó a encontrar su voz y superar el pudor que le producían algunos de sus escritos “casi vergonzosos”. Háblenos de aquel proceso.

-Como maestro, Gonzalo Millán fue muy importante para mí, porque tuvo la maravillosa generosidad de darse cuenta de que mi voz poética era la que es y me obligó a encargarme de ella: me hizo poeta sin intentar que fuese su clon. Supo ver en mí a un igual, pese a que mi escritura se aleja diametralmente de la suya, aunque por momentos siento que le rindo homenajes. Él también me alentó a experimentar siempre esa voz, a no tener miedo al juego de la creación y a lo que resultara de ello.

-¿Cuáles eran esos escritos?

-Los poemas que me avergonzaban eran los de mi primer poemario «Abyecta», porque en ese entonces yo era una pequeña burguesa colonizada a la que le importaba mucho la opinión de los demás. Gracias a aquella creación me liberé de eso y gracias a Millán también, porque él fue uno de los principales aliados de ese libro.

-Usted conoce las escenas alternativas de la región. ¿Por qué Chile sigue tan alejado de las discusiones que se dan en los países vecinos? ¿Cuál es la puerta que el underground local no ha logrado traspasar?

-El clasismo y la ignorancia, que son dos de las caras más visibles de nuestra colonización.

-En una entrevista de 2010 usted señalaba que existía un grado de descomposición del saber y del arte como alianza política para ilustrar discursos; que los poetas y Premios Nacionales no opinaban sobre temas de relevancia social porque se metían en problemas. ¿Cómo observa ese escenario siete años después?

-Es lo mismo, pero peor. Ahora bien, igualmente me parece que, como sociedad, estamos en un punto de inflexión en donde ya ningún engaño es posible y, por lo tanto, hay muchísima gente dándose cuenta de cómo es la vaina y construyendo otras cosas de una manera diferente. A estas alturas, concentro mi energía ahí y no en la escena de arte contemporáneo, lo cual me parece que es una ficción política con intereses bien claros. Concentro mi energía en ese otro mundo, con otras relaciones, en el que quiero vivir y más o menos vivo. Creo que es una pérdida de tiempo centrarse en la crítica y ya es hora de construir lo que queremos, es decir, de hacer las cosas a nuestra manera.

Imagen principal

Ejercicios nacionales. Fotografía de Cecilia Hormazábal.

Galería fotográfica 1

Variaciones de un gesto bíblico, parte 1, Complejo Penitenciario de Valparaíso, 2016. Registro de Alejandra Montoya.

Variaciones de un gesto bíblico, parte 2, Complejo Penitenciario Femenino de Valparaíso. Registro de Alejandra Montoya.

Pequeño ejercicio de soberanía & disidencia, X Encuentro Hemisférico de Performances, 2016. Registro de Diego Barrera.

Hago el amor conmigo misma, Fundación Idea, Belo Horizonte, 2016. Registro de Sara Braga.

Galería fotográfica 2

El dictador que todos llevamos dentro, parte 5, Fundación Idea, Belo Horizonte, 2016. Foto de Wagner Rossi.

Colaboración de Eli Neira para el proyecto fotográfico Puestas en escena, de Aceituno/Becerro, Perrera Arte 2008.