Edward Rojas: «Siempre me interesó crear un equilibrio entre lo propio y lo ajeno”

Por Héctor Muñoz

Edward Rojas es nortino y reconoce que, recién egresado de la universidad, no tenía idea de la existencia de aquellas construcciones en madera que ahora saltaban a la vista en su primer viaje en lancha a la isla grande, hace justo cuatro décadas. “Llegando a Castro, yo no sabía de la existencia de los palafitos y, verlos por primera vez, fue una imagen tremendamente potente”. El joven egresado traía fresquitos los conceptos de “arquitectura sin arquitectos” que entonces se pregonaban en las aulas y, al ver estas casas encumbradas sobre pilares cayendo abigarradas al mar, descubrió de inmediato, casi en un acto de revelación y encantamiento, que él describe como “el embrujo de Chiloé”, que estaba frente a una notable preexistencia arquitectónica “que sin duda podía ser un soporte y sustentarse como una propuesta contemporánea”.

Así fue y hoy, cuando ha desarrollado más de mil proyectos arquitectónicos en la isla grande y sus alrededores, la mitad de los cuales han pasado de los croquis, planos y maquetas a la realidad, a la madera resistente a la humedad del sur, Edward Rojas asegura que sigue encantado, aunque ese embrujo ha sido tensionado por sus grandes conquistas, como la restauración de cuatro de las 16 iglesias declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (Dalcahue, Teupa, Chonchi y Castro); sus enfrentamiento públicos por la defensa del patrimonio, como su cruzada por develar la perturbación humana y visual que traería el levantamiento del mall de Castro, y la profunda preocupación que le provocó esa marea malsana que rodeó casi todo el archipiélago y les pisó los talones a sus palafitos.

“Siempre me interesó generar un equilibrio entre lo propio y lo ajeno, lo nuevo y lo viejo, lo tradicional y lo contemporáneo”, explica Edward Rojas, quien, este lunes 23 de enero, fue elegido Premio Nacional de Arquitectura 2016.

Pero, acostumbrado a la fina elaboración de maquetas y provisto de bisturíes, no todos saben que el reconocido arquitecto explora en paralelo, desde hace ya treinta años, en el collage, técnica que le ha permitido liberar imágenes de sus contextos, tal como lo hace su amigo y maestro Germán Arestizábal.

Los trabajos de Rojas han sido expuestos en la Perrera Arte y forman parte del conjunto de obras en itinerancia de la factoría del Parque de los Reyes, tal como lo indica el director de dicho espacio, Antonio Becerro. “El artista visual Edward Rojas se convirtió en un ícono más en la región de Chiloé. Con la habilidad de sus tijeras, su obra nos presenta el contrapunto del imaginario pop universal pegado a su entorno, que no es otra cosa que la magia espectral de los mitos y leyendas de Chiloé. Su impronta visual genera identidad local. ¿Quién puede decir con exactitud y certeza a estas alturas que Marilyn Monroe no estuvo en Chiloé, por ejemplo?”, se pregunta Becerro.

Esta es parte de una conversación que perrerarte.cl sostuvo con Rojas a propósito de su participación en L’Arts 2016 con Marilyn, justo en el momento en que la llamada marea roja rodeaba a Chiloé.

-¿Cuándo descubres que el collage es una de tus formas de expresión?

-Mi interés por el arte estuvo desde niño, sin embargo éste se consolida en la década del sesenta, cuando, siendo estudiante de secundaria en el Internado Barros Arana, tuve la oportunidad de ver la exposición “De Cézanne a Miró” en el Museo de Arte Moderno de la Quinta Normal y conocer en original la obra de Magritte, Dalí, Ernst, entre otros, lo que gatilló mi adicción por el surrealismo y el pop art, el que desde una mirada local practicaba mi querido maestro y amigo Germán Arestizábal, quien se demoraba días y a veces semanas en unir a través de dibujos iluminados con lápices de colores imágenes de artistas de Hollywood que se paseaban por el molo de Valparaíso mirando las cáscaras de sandías que flotaban junto a los barcos en la bahía, en una búsqueda obsesiva de encuentros felices. Teniendo su trabajo como inspiración y punto de partida, hice algunos dibujos con lápices de colores y me di cuenta que esta exploración estética era posible hacerla de manera más inmediata mediante el collage, donde las imágenes liberadas de sus contextos tenían distintas posibilidades de encuentros entre sí y con otros contextos. Hoy estoy trabajando en una nueva serie de collages que se titula “Íconos, mitos y leyendas en Chiloé” que es digital, y estoy fascinado por la ampliación del espectro de imágenes posibles de juntar y de las múltiples alternativas de encuentros estéticos.

-Recuérdanos la primera vez que recortaste a Marilyn.

-La primera vez que usé el ícono de Marilyn fue un collage que hice a partir de una preciosa foto de 1958 en que la actriz aparece sobre una bicicleta dorada vestida de Lillian Russell. En ella y sobre su sombrero pegué una rosada pluma de flamenco, en el telón pintado del paisaje de fondo puse recortada la iglesia de Dalcahue y en el cielo, observando la composición de este encuentro, como un gran dios, pegué el rostro ceñudo y barbudo de Carlos Marx.

-¿De dónde te provees de imágenes?

-En un comienzo trabaja principalmente con imágenes de revistas, folletos y calendarios, sin embargo me di cuenta que los collages hechos así se decoloraban, se esfumaban con la luz solar, lo que no dejaba de ser interesante porque, en términos de duración de una obra, le otorgaba lo mismo que la madera a mi arquitectura, esto es una condición efímera. No obstante, igual quería seguir explorando sobre lo que implicaba el cambio de escala de una obra concebida en un tamaño pequeño, que se llevaba a una mayor dimensión. Parte de esta búsqueda es lo que estoy presentando en L’Arts 2016, y para ello era necesario trabajar con imágenes de gran calidad provenientes principalmente de libros, las que por su calidad de impresión tiene más resistencia a la luz y, por otro lado, me entregan el placer de sentir y escuchar el paso del bisturí sobe los exquisitos papeles cuando libero mis imágenes.

-¿Cuántas imágenes de Marilyn tienes aproximadamente en tu archivo?

-Tengo una importante colección de imágenes sobre Marilyn, que están en libros, calendarios, revistas y afiches de diferentes épocas, de los cuales en lo posible tengo dos ejemplares, uno para leer y ver y otro para recortar, porque en la misma lógica de que para “hacer tortillas hay que quebrar huevos”, pienso que “para hacer collages hay que recortar libros”. Hoy tengo además un importante archivo digital de esta mujer que tenía la belleza y el talento de ser talvez la mujer más fotogénica del planeta. Yo no conozco ninguna foto donde se vea mal y en una cada una de ellas nos revela mujeres diferentes.

-Cambiando de tema, pero siempre hablando de este cruce complejo entre lo nuevo y lo original, ¿qué sensaciones te deja lo que está sucediendo en Chiloé con la crisis de la marea roja?

-La profunda crisis ambiental, social, económica y cultural, de la cual la marea roja es solo una componente, era la crónica de una muerte anunciada del mítico Chiloé, producto, entre muchas otras cosas, de la implantación y la adopción del modelo económico de libre mercado que nos gobierna, la revolución industrial “con un siglo de atraso” que implicó para Chiloé y los chilotes la llegada de las empresas salmoneras, que desde hace 40 años dieron inicio a una profunda contaminación del paisaje, de las playas, del fondo del mar, así como de los modos de vida de los habitantes, modificando profundamente la sociedad, la economía y la cultura de este mundo insular. El cambio climático, producto de la acción del hombre, creó las condiciones ambientales para que en este territorio administrativamente postergado y ninguneado por el poder central explotara esta bomba de tiempo. La naturaleza se enfermó y esto ha enfermado a sus habitantes, quienes haciendo uso de la fuerza, la unión, la magia y una cultura ancestral han levantado su voz para encontrar para la naturaleza y la sociedad chilota el remedio más pertinente y eficaz, del cual debe surgir una nueva cultura propia del siglo XXI y un modelo y proyecto de desarrollo propio y sustentable.

-Tú diste una lucha pública cuando se construyó el mall de Castro. Ya instalado y funcionando, ¿qué ha pasado culturalmente con ese proyecto en la ciudad?

-En términos del paisaje-cultura, es posible decir que para Chiloé este mall ha sido un golpe feroz, porque rompió violentamente la escala de la ciudad de Castro y porque destruyó aquello por lo que la Unesco le otorgó la condición de sitio Patrimonio de la Humanidad a las 16 iglesias de la isla, esto es por el Valor Universal Excepcional que significa la iglesia como el edificio más importante de los poblados y ciudades chilotas. Hoy el templo religioso es opacado por el templo del consumo y, por lo mismo, es muy pronto para ver las alteraciones culturales, sociales y económicas que esta obra impertinente, hija del mercado feroz, va a producir.

-A partir de lo acontecido con las salmoneras, el mall y la llegada violenta de la modernidad a Chiloé, ¿cómo observas ahora la construcción del puente que unirá la isla con el continente?

-Para mí y para muchas personas, el puente no es una prioridad y no es precisamente un equipamiento que apunte a lo que hoy realmente Chiloé necesita. Y así lo está pidiendo una ciudadanía empoderada que, ante la profunda crisis ambiental y a través de un movimiento social, está exigiendo a las autoridades un proyecto de desarrollo sustentable, con recursos similares a los del puente y una autonomía para su administración, que permita la construcción de un equipamiento pertinente, como hospitales, universidades, rampas y transbordadores que hagan posible una conectividad y un desarrollo económico que cuide el medioambiente, el patrimonio y la cultura.