Claude Brumachon: “Con la globalización el humano pierde algo propio del ser”

Por Héctor Muñoz / fotografías: Hugo Peña

En 2014, cuando Claude Brumachon y Benjamin Lamarche entraron por primera vez al Centro Experimental Perrera Arte, el segundo de ellos exclamó entre las risas de los presentes: “No, este lugar no existe. Nadie lo ha visto antes, fue creado solo para nosotros”. Ambos dirigían en aquel entonces el Centro Coreográfico Nacional de Nantes (CCNN), un espacio que funciona en un antiguo templo de los monjes capuchinos, pero buscaban un lugar por completo distinto en Chile para montar “El testigo”, una pieza que habían estrenado en Praga en 2001, que requería de un ambiente gris, cargado de energías y densidades, para realizar un deambulatorio inspirado en el universo de Franz Kafka (1833-1924).

Han pasado ocho años y los coreógrafos franceses están de vuelta en la factoría artística del Parque de los Reyes, donde este miércoles 11 de enero, reestrenarán esta obra junto a la Compañía de Danza Espiral, la agrupación independiente fundada por Patricio Bunster y dirigida hoy por Manuela Bunster. Esta vez el ingreso a la Perrera de Lamarche y Brumachon fue algo distinto: empezaron a trabajar de inmediato, apenas cruzaron el umbral, como si nunca se hubiesen ido del lugar, tratando de identificar qué tanto se habían movido las cosas de su sitio, con estallidos sociales y pandemias mediante.

-Claude, ¿por qué hacer “El testigo” de nuevo?

-Porque tiene un sentido. Cuando creamos esta obra había una lógica implacable en ella, una lógica que permanece. Esta pieza a mi juicio no envejece, porque habla del miedo, de la esquizofrenia, de la paranoia en que estamos inmersos. Con la globalización, al ser humano se le pierde algo del orden de la existencia, de lo propio del ser. A mí me parece que Kafka tenía una visión adelantada, era un visionario, en el sentido de percibir que la humanidad está siempre corriendo, corriendo, detrás de ese vacío. En “El testigo” permanece esta necesidad profunda y eso Manuela Bunster, que nos invitó a remontar esta obra, lo siente, lo sabe. Tenemos que hacer “El testigo” porque es universal y su impacto en el público es muy profundo.

-¿Habrá modificaciones en relación a lo que se vio por primera vez en la Perrera?

-Para mí una obra es una obra y por eso no puede cambiar. Si cambia, es otra obra. Una obra es un todo: a lo mejor habrá un bailarín más u otro que no está, pero los que vieron “El testigo” en 2014 y lo recuerdan, volverán a ver la misma obra. Esto es como leer un libro que te emociona: si te encuentras con el mismo texto diez años después, quizás lo leerás de otra manera, porque las personas cambian, pero el texto seguirá siendo el mismo.

Brumachon y Lamarche llevan 41 años juntos y su preocupación principal en 2014 era la burocracia, el trámite envolvente y repetitivo que se apodera de las personas, de las naciones, y las va castrando de sus instintos más elementales. Llevaban entonces un cuarto del siglo al frente del CCNN y ya habían tomado la decisión de volverse independientes, bailarines a tiempo completo, sin la obligación de ocupar una buena parte de sus horas respondiendo formularios, como los personajes de Kafka que traían a escena. Ahora viven en una pequeña localidad escondida en la naturaleza en Limoges y desde ahí proyectan sus salidas a los más diversos lugares del mundo.

“Hoy no tenemos un lugar. Estamos aquí y allá, primero con una pequeña compañía y después en un gran teatro”, dice en un muy buen español Lamarche, quien es el asistente de dirección de Brumachon y el encargado de transmitir a los bailarines chilenos, en este caso, las ideas del coreógrafo. “Es cierto, dejamos atrás Nantes y ya no tenemos un espacio físico donde trabajar, pero no importa donde estamos, no importa el lugar, la creación la tenemos dentro de nosotros”, agregan los bailarines.

Brumachon y Lamarche recuerdan de manera vívida las primera veces que cruzaron la cordillera de Los Andes y sobrevolaron, a 33 mil pies de altura, el Aconcagua para dejarse caer en los diminutos valles de Chile, donde en 1992 realizaron un primer taller en el Instituto Chileno Francés de Cultura, al que luego siguieron sus coreografías “Folie”, “El testigo” e “Icare”, sus dúos “Vértigo”, “Les Indomptés”, “Los filósofos”, “Furtivos” y “Murmullos insurrectos”, además de montajes como “Los ruegos”, “Absance”, “De la tierra al viento” y “Las arenas del tiempo”, todos realizados en colaboración con bailarines nacionales.

-Claude, ¿de qué manera han vivido estos últimos años como bailarines independientes?

-Surgen cosas muy positivas al alejarse de las instituciones, porque muchas veces te encuentras de nuevo como un artesano haciendo lo tuyo de manera más libre. Y ahí vuelves a descubrir otra vez algo esencial que a veces, cuando estabas en una institución demasiado importante, con todos los recursos materiales a tu disposición, simplemente se había perdido porque estabas ahogado por esa misma institución.

-Pero ahora igual tienen un lugar paradisíaco en Haute-Vienne.

-Sí, es nuestra casa, donde vivimos a veces. Estamos en París o en esta casa, donde en verano instalamos una plataforma al aire y ahí podemos ensayar en algunas oportunidades. Pero no es un lugar que desarrollamos para trabajar como escuela o como compañía. Es un espacio donde podemos crear y luego partir a los diferentes escenarios. Desde 2014 trabajamos con tanta gente y grupos, que en verdad se siente la diferencia. Somos más libres y las cosas se hacen cuando se pueden hacer. Ahora decimos: “Okey, podemos ir aquí o podemos ir allá, paremos para pensar, volvamos a casa un tiempo” y cosas por el estilo.

-Su agenda es increíblemente intensa.

-Sí, cuando terminemos acá en Chile, haremos de inmediato una especie de conferencia bailada, donde hablamos de nuestra vida. Ya lo hemos hecho antes. No es un dúo de danza, sino una presentación en la que podemos conversar, bailar, mostrar diversas experiencias. Y poco después vamos a montar “Fausto”, una ópera con 200 personas en su producción, escenografía y todo eso en un gran teatro. Hoy podemos ir desde lo más íntimo a lo más monumental.

-¿La independencia les ha permitido ampliar su registro como artistas? Lo digo por la obra “Bellísima vida con tristeza y felicidad”, que hicieron con las bailarinas chilenas Ana María Venegas y Teresa Alcaíno, la cual acaban de mostrar nuevamente en este viaje a Santiago.

-Cambia, pero a la vez se queda en lo mismo. Uno es un creador, esto es tu vida y sigues con tu propio hilo hasta el final. A veces cambia la forma, pero en el fondo continúas hablando de lo mismo. Yo realmente no estoy en la idea de cambiar por cambiar, pero siempre estás evolucionando. Es verdad que “Bellísima vida” es un poco diferente, pero el público sale de la obra con la misma sensación. Es cierto que cambia un poco el “registro”, como dices tú, porque tenemos 60 años o porque hablamos de la vida.

-Y por el humor también.

-Sí, pero hay otras piezas donde ya lo habíamos hecho-, interviene Lamarche. Es verdad que en Chile nunca hicimos este tipo de coreografías, porque “El testigo”, “Folies” o “Las arenas del tiempo” son algo más trágicas. Pero en “El testigo”, si lo miras bien, hay humor a veces: en la escena de los locos, por ejemplo. A veces es gris, pero absurdo, aunque en el fondo se vuelve a lo mismo. Nuestras obras siempre se quedan con el ser humano profundo, con lo que ocurre debajo de la piel.

El testigo

El testigo

Qué: Reposición de “El testigo”, deambulatorio coreográfico de Claude Brumachon inspirado en el universo de Franz Kafka

Asistente de reposición y dirección: Benjamin Lamarche

Intérpretes: Compañía de Danza Espiral

Cuándo: Miércoles 11 de enero de 2023, a las 20 horas

Funciones: Jueves a sábado desde el 12 al 21 de enero, siempre a las 20 horas

Dónde: Centro Experimental Perrera Arte, Parque de los Reyes s/n, Balmaceda con Bulnes, barrio Balmaceda

Adhesión: $ 10.000

Reservas: DM de @ciadanzaespiral y proyectos.ciadanzaespiral@gmail.com

Patrocinan: Centro Experimental Perrera Arte y Centro de Danza Espiral

Cupos limitados. Estacionamiento interior gratuito.