Clarita Yáñez (I parte): “Todos necesitan amor, hasta el más mísero gusano”

Por Antonio Becerro / retratos de Hugo Ángel

En la plaza de Castro, Chiloé, hay dos perros que controlan la velocidad de los autos. Agazapados como para cazar una presa, acechan a los vehículos. Se arriesgan tirándoles mordiscos. Uno a los parachoques y el otro a las ruedas. Una vez que logran su cometido y el automóvil disminuye su carrera, los canes se sacuden de la lluvia y vuelven al Cuartel General de los bomberos de la ciudad, más conocido como La Brújula del Bombero.

“Los perros tienen mucho que decir en afectividad. ¿Has visto cuando un perro te mira a los ojos?”, me dice Clarita Yáñez mientras nos tomamos un té con canela. Para mi felicidad, afuera llueve, llueve y llueve, y adentro en la casa la cocina a leña cruje, la madera chisporrotea y el fuego es perfecto.

“Fíjate que yo nunca he entrado en el bosque, aun no me convenzo; después de todos estos años acá, no me atrevo. No sé, yo soy de las estepas, del sol, del desierto, de la luz, a diferencia de ti, que te gusta el invierno”, me comenta Clarita, hija del escritor Álvaro Yáñez Bianchi (1893-1964), más conocido por el seudónimo Juan Emar.

-Vivian Mendy me mandó para acá. Estaba muy estresado por el trabajo de producción que me ha consumido.

-Ah, mira, así que la Vivian te mandó.

-Sí, es que quiero retomar la pintura, necesito aislamiento y concentración.

-¿Tú eres pintor?

-Sí, es decir, quiero volver al ejercicio de la pintura con todo y tengo que dejar Santiago para eso.

-Esa Vivian es una exquisita.

-Clarita, me interesan tus teorías, conversemos.

-Bueno, mira, en esta soledad estoy leyendo al vampiro máximo “Drácula”, de Bram Stoker. Sabes, voy a conversar contigo, pero mejor escríbeme y te respondo. De mis ideas primero tengo una síntesis, pero después tengo que trabajar intelectualmente para aclarar mis sentimientos y emociones. Luego las llevo al lenguaje. Pero hay emociones que no se pueden describir.

-¿Como cuáles?

-Uno cuando chica siente cosas que no puede describir, ni menos escribir. Una vez que uno crece y le pone nombre a los sentimientos empieza a entender más lo que le pasa.

-¿Cuál es la diferencia entre el conocimiento adquirido y el conocimiento aplicado?

-Son lo mismo: el primero se recibe, el segundo se ejecuta.

-¿En qué se diferencia la información de la cultura?

-La información se almacena en la memoria, la cultura alimenta el alma. Cultura es lo que queda cuando has olvidado lo que aprendiste.

-¿Qué piensas del empoderamiento actual de las mujeres?

-No tengo idea que es eso del “empoderamiento de las mujeres”. Talvez no lo sé porque estoy desinformada, pero creo más bien que es porque no me interesa. No sé, oye las mujeres siempre me han dado desconfianza, siempre tienen una doble lectura, como que siempre ocultan y quieren conseguir algo, hasta la más frágil, inocente y débil se las trae. En cambio los hombres son como son: si el tipo es un hijo de puta, no lo oculta, es como es, lo demuestra. Y tú sabes como es y te relacionas con él sabiendo que es una mierda; aunque lo oculte no pasa inadvertido.

– A propósito de vampiros y sus metáforas. El conocimiento es una mascada que nunca vuelve vacía, es decir, el conocimiento se valida en el otro.

-Yo solo sé cómo se valida el conocimiento en mí misma. Para saber cómo se valida en “los otros” tendría que conversar con cada uno de esos otros.

-Juan Emar tiene algo de vampiro. ¿Hay algún cuento o poema que te haya gustado de él o que te marcara?

-Solo he leído de él los primeros libros, que escribió cuando era joven. Y de esos solo recuerdo el de un personaje que va galopando por un paisaje y, mientras avanza, va describiendo lo que siente y comenta lo que ve sobre el caballo. Me pareció poético, simpático y bien escrito, pero obviamente no me marcó, no me cambió el alma.

-¿Qué recuerdas del Papo?

-Del Papo Juan Emar recuerdo el olor, lo recuerdo en bata escribiendo y muy poco más. Sabes tú que el Papo se fue enamorado de una francesa y se fue, se nos perdió. Regresó viejo, flaco, sin ni uno, solo con su abrigo y una maleta. Así lo devolvió la francesa, que al parecer le chupó toda la plata. Él, cuando estuvo acá en Chile, publicó solo una vez. La crítica no le hizo mucho caso, yo creo que él estaba muy adelantado a su época. Después mi abuela, la Momo (Rosalía Bianchi Tupper) requisó, compró todos sus libros de la primera publicación y los ocultó por vergüenza a que su hijo fuera un escritor, un extravagante. Tú sabes yo vengo de la aristocracia, con marquesa y todo en la familia. Se salvaron algunos libros guardados en un ropero, pero después, con una lluvia, se mojaron y el ropero reventó, así que todos los libros se fueron al carajo. Creo que tengo en una bodega por allí un par de esos libros que se salvaron. Bueno, nunca más después de ese episodio publicó, pero nunca dejó de escribir; es decir, hay originales, pero no sé qué es de ellos. Tampoco tengo claridad de por qué dejó de publicar, no sé si porque no le interesaba el mundo o le afectó mucho la frustración, el ego, el rechazo de la crítica. No sé si decidió que el mundo no le interesaba o, sencillamente, le interesó más su obra que publicar, pero nunca dejó de escribir en todo el resto de su vida.

-¿Eres anti Juan Emar?

-No soy anti Juan Emar. Respeto a cualquier creador, pero me espanta el personaje que la gente ha hecho de él. Tú sabes que Juan Emar significa en francés “estoy hasta la tusa”. Mira, yo no junto al artista con la persona; no me afecta y no mezclo la obra ni al creador con la mierda de personaje que se puede llegar a ser. Para mí la obra es el golpe y la felicidad que me entrega y las puertitas que me abre. Además, la cantidad de artistas infames, abusadores de niños, chaqueteros, vanidosos, competitivos, sinvergüenzas y mezquinos que hay. Ellos fueron tocados por el dedo de Dios y tuvieron un talento que está al margen de las pequeñeces humanas.

-Pero igual al escucharte, como que lo evitas. ¿Tienes algo de él?

-Sí, es que me da una lata que piensen que, porque soy hija de Juan Emar, tengo algo de él. La gente trata de colgarse hasta de los apellidos. Sí, bueno, tengo la mitad de los genes. Ahora, anda a saber tú que, con la cantidad de genes que tiene una persona, cuales quedaron en sus hijos. Nosotros con el Juan Emar tenemos un aspecto que no me gusta y una cosa que nunca me gustó: teníamos una ironía hiriente. Una vez sentí desprecio. Recuerdo cuando niña a un intelectual erudito español, José Ricardo Morales. Yo sentí que vomitaba cosas que había leído, no decía nada de él. Y sentí un rechazo a él por su discurso y yo era muy chica, tenía nueve años.

-¿Crees que se cruzaron los imaginarios entre tú siendo niña y Juan Emar?

-No sé, no conozco esa palabra, no está en mi vocabulario. Yo fui educada por una institutriz. Pero además era una niña medio salvaje, me la pasaba jugando, tuve una infancia feliz, estudie solo hasta cuarto preparatoria. Cuando fui a un colegio normal, la Alianza Francesa y el Manuel de Salas, fue un fracaso, me sentí muy mal, hablaban de política y tenían las uñas sucias. Fui clasista sin saberlo y le dije a mi madre que nunca más quería ir, me daba vergüenza. Así que me sacaron y me eduqué más libre en relación a lo normal de otros niños. Sabes tú que de mi genealogía y de mis ancestros al que más amo es a Manuel Rodríguez, su personaje es grande. Tengo una serie de genes y mezclas de apellidos. Rodríguez, Rivadeneira, el padre de Juan Emar era Eliodoro Yáñez y así.

-¿Qué te parece que hayan creado una fundación Juan Emar?

-Me parece perfecto. Pablo Brodsky y un joven bien simpático, que no recuerdo su nombre, son juanemaristas, se consiguieron los originales. Lo que no me gustó de esa fundación es que me pedían que participara en ella. Creo que las fundaciones se hacen como un reconocimiento al artista u otro y para entretenerse.

-A pesar de toda la brutalidad del ser humano sobre la naturaleza y las otras especies, tú sigues creyendo en la luz que está en el interior del hombre.

-Creo que todos portamos en el alma la perfección, lo que no quiere decir que la ejerzamos. Creo que esa perfección es un atributo de todos, aunque actualmente esté bastante olvidada y perdida por la vorágine del mundo. Creo que hoy está agazapada y que va aparecer, digo yo, en el momento de crisis.

-Pero la crisis está instalada desde los comienzos de la humanidad.

-No sé, a mí me gusta que me quieran y a mí me gusta querer. Todos necesitan amor, hasta el más mísero gusano.

-¿Absolutamente todos?

-Sí pues, el que cree que no, se engaña a sí mismo.

-Estás creando esculturas, ángeles, objetos y retablos. ¿Qué te motiva?

-Estoy haciendo una capilla para entretenerme.