No lo deje pasar: últimos días de la alucinante muestra “Clarita Yáñez en la Perrera”
Por Josefina Márquez / fotografías: Héctor León San Martín
No hay plazo que no se cumpla. Luego de intensas semanas de embalaje y traslado de las obras, montaje de las mismas y concurridos días de exposición, esta semana llega a su fin la sorprendente muestra “Clarita Yáñez en la Perrera”, una retrospectiva de largos años de trabajo que, hasta aquí, su autora -Clara Yáñez Rivadeneira, de 84 años e hija del mítico personaje de la literatura chilena Álvaro Yáñez Bianchi (1893-1964), más conocido por su seudónimo de Juan Emar- nunca había querido exhibir en público.
La muestra, que reúne alrededor de 80 creaciones, considera rigurosos dibujos de la época en que Clarita trabajó en diversas universidades y centros de investigación de Chile, Europa y Norteamérica apoyando con sus ilustraciones a la ciencia -botánica, zoología y oceanografía, principalmente- y todo el mundo que construyó en las décadas posteriores, cuando se instaló en Contuy, en la comuna de Queilen, en la isla grande de Chiloé, y dio paso a un universo desprovisto de prejuicios y formatos, donde las esculturas de raigambre popular religiosa interactúan con dóciles o inquietantes tallados de animales, inofensivos juguetes de madera y otros objetos que se resisten a la clasificación.
“Exponer las obras de Clarita Yáñez es un desafío, porque es exponer lo íntimo. Aunque contradictorio en su esencia, es un tremendo regalo, que nos invita a entrar en otro mundo, el mundo de la hacedora, hacedora de todo tipo de cosas que se le van presentando, el mundo de la que hace lo que le place”, explica la gestora cultural Daniela Grossi. “Clarita talla, pinta, traza, arma y desarma estéticas de las muchas vidas que le ha tocado caminar. Vemos una mirada encantada de la vida, no de cualquier vida, sino de esa esa vida con la naturaleza, esa vida que no está sobre ni al servicio de ella”, agrega.
Peces, pájaros, ovejas, cocodrilos, árboles, nubes, perros, gatos, ángeles furiosos, animales encantados y figuras sin tiempo circulan en el cosmos de esta pensadora, que también toca violonchelo y guitarra. “La Clara observa con ese despojo de superioridad que es tan propio de lo humano, para luego crear, a tono con la belleza de los paisajes y su alma libre, su propio mundo”, señala Daniela Grossi. “En Chiloé, remoto y lleno de magia ancestral, Clara se mezcla con sus creaciones, que se ven naturales en ese mundo lleno de pasado y culturalmente diverso, si bien son para construir su mundo propio y su pequeño hogar. Esta exhibición pasa a ser una consecuencia de su desborde creativo”, cierra la gestora cultural.