Carolina Holzapfel: “Hay que llevar a la acción nuestra sensación de descontento”

Javiera Anabalón

Investigadora de arte

Javiera Anabalón

Licenciada en letras y estética, magister en estudios latinoamericanos.

Carolina Holzapfel es pianista de una extensa y docta formación, pero ha construido una obra híbrida que sintetiza sus aprendizajes de conservatorio con la agresividad kitsch del punk rock de sus letras y ritmos, que conjuga con un potente componente performático, tanto corporal como vocal, que deja sin habla a cualquiera que la escuche en vivo. Quizás la reflexión permanente por el lado de su padre, el filósofo Cristóbal Holzapfel, influyó en su particular forma de pensar, crear e interpretar la música, y la teatralidad por el lado de su madre, la actriz María Eugenia Barrenechea, determinó la fuerza interpretativa que conlleva su puesta en escena.

No obstante, resulta bastante significativo y curioso el vínculo que tiene la obra de Holzafpel con las artes escénicas y en especial con la danza, disciplina en el cual ha trabajado como pianista y compositora por casi veinte años. Su “pop dramatic rock de mujer intensa”, como ella ha definido su música, se forja en parte en su vínculo con la danza pero también en su experiencia en el contexto laboral de los artistas en Chile, del cual tiene una visión muy clara y crítica.

Sobre todo esto habla Carolina Holzapfel luego de su impecable performance junto a Pablo Contreras (bajo) y Raúl Díaz (batería) en el aniversario número veintidós del Centro Experimental Perrera Arte, donde se presentó junto a Los Tetas.

-Entiendo que la danza ha estado presente de manera significativa en tu vida como músico, ¿has compuesto música para obras específicas de danza?

-Sí. En la obra “Pies pa’ volar”, de Andrés Cárdenas, ocupan una música que es de Bendita Prudencia, la composición es de Jair Moreno, y Andrés ocupa una pieza que se llama “Seis brazos azules”, que la tocaba ya. Ese tema lo grabamos y está en el único disco que existe de Bendita Prudencia. Y hubo otra obra, también de la Compañía de Papel, “Sin cuenta”, en la cual Andrés Cárdenas ocupó muchas piezas musicales que yo ya había compuesto originalmente para acompañar danza en la técnica académica. Ahí compuse además una pieza que fue hecha para esa obra y también se grabó para las veces que yo no estaba presente. Fue bonito porque en esa obra participábamos mi madre y yo, y además se ocupaban los poemas de mi abuelo materno, Julio Barrenechea. También compuse para una obra de Elías Cohen con el Ballet Nacional, en 2013-2014. Durante la temporada estuve participando arriba del escenario, fue muy bacán, se llamaba “La danza por dentro”, una obra súper conmovedora que se mete dentro de la vida de los bailarines del Ballet Nacional.

-¿Cuándo y cómo te aproximaste a la danza?

-Yo empecé a trabajar con danza en el Departamento de Danza de la Universidad de Chile, desde 1998 aproximadamente. Se podría decir que yo me he especializado en acompañar danza, ya sea académica o contemporánea. Acompañaba improvisando para los ejercicios de académico al más puro estilo “clásico-romántico”. Te tocaba la polka, la mazurca, el vals (se ríe). O sea, lo que haya que hacer para estar al servicio de lo que requiere el movimiento.

-Durante las clases y entrenamientos, ¿improvisas, tocas piezas ya compuestas tuyas o tocas los clásicos de Tchaikovsky?

-De todo. Por lo general y por un tema de comodidad, lo improviso; además se me hace más entretenido. También en el Ballet Nacional (Banch) yo les toco de todo, desde Tchaikovsky hasta Nirvana. También he grabado CDs con piezas mías para clases de académico, con música para el plié , el Rond de Jambe, el Grand Battement, etcétera.

-¿Y cómo ha sido la experiencia con el Banch? ¿Ha influido en tu propia obra musical?

-Bueno, renuncié a la Universidad de Chile por los sueldos en esa época, me quedé solo con el Banch y agradezco mucho tener esta oportunidad, porque, en términos estrictamente musicales, es algo que me mantiene constantemente activa en la improvisación y creación musical, y uno pasa por distintos procesos, porque siempre llega un momento en que “me aburrí de mí misma”. En este minuto, por ejemplo, estoy en un momento en que “me aburrí de mí misma” (se ríe) y siento que toco todo el rato la misma cosa: en la improvisación siento que estoy ocupando los mismos recursos, pero tampoco sé cómo forzarlo hacia otra parte. Y en general frente a eso me quedo tranquila porque, de repente, aparece algo nuevo. Entonces el tener esta pega me permite ese ejercicio constante de redescubrir, profundizar, aburrirme y volver entonces a redescubrir.

-¿Y qué pasa con tu música? o ¿qué sucede en ti con el tema del movimiento y lo corporal al estar dentro de ese entorno de ejercicio y creación física y espacial? Tú eres muy expresiva corporalmente al tocar tu piano y a cantar.

-Sí, bueno, también está el ejercicio de ponerse al servicio de algo, porque ahí yo estoy al servicio de lo que necesita el movimiento. Y disfruto mucho observando a los bailarines, es súper sanador y motivador estar rodeada de gente que trabaja con su cuerpo, que tiene conciencia constante de su centro. A mí me ayuda mucho también para tener conciencia con mi propio cuerpo, porque yo creo que los músicos no tienen mucha conciencia de que el cuerpo también es su herramienta de trabajo. Una de las experiencias que me han marcado en este sentido fue cuando empecé a acompañar las clases de Contact, con Francisca Morand. Porque me daba cuenta de que cada nota que yo emitía influía en los bailarines y pensaba a veces: “Mejor me quedo en silencio”, porque era una experiencia tan personal de contacto de cada uno. Y me daba cuenta de que la música con su emocionalidad podía influir sobre la kinética y no era la idea. De pronto me pasaba que estaba acompañando a ocho dúos de personas improvisando al mismo tiempo, y yo decía: “¿Cómo hago esto?”. Y de repente realmente sentía que estábamos todos juntos. Francisca me dijo algo que me halagó mucho: “Creo que lo que tú acompañas no es el movimiento, es la energía”. Quedé asombrada.

-¿Cuál es tu opinión respecto a la realidad laboral de los artistas en Chile?

-Los artistas están súper indefensos. Dado que falta lo que obvio debería estar, que es el apoyo del Estado. Entonces las soluciones las dan las agrupaciones ciudadanas, los sindicatos, que se vuelven necesarios frente a este sistema que es súper abandonador. Esto no se trata de tener plata, se trata de tener intereses y prioridades como país, que además son condicionados por los medios de comunicación. Creo que vivimos en un país súper cruel. Que la salud no sea gratuita, que el transporte valga lo que vale y que, dentro de todo eso, nosotros estemos acostumbrados a que así sea. Y damos por hecho que está bien, ni siquiera lo cuestionamos, pero no es algo de Sudamérica, no es porque no existan los recursos, es una hueá de Chile. Por ejemplo, un músico en México o Brasil cuenta con su fijo sin importar si va gente o no. Y además va la gente, porque no están tan reventados, hay más interés. Hay una retroalimentación constante de entender que el arte forma parte de una necesidad: acá no se considera una necesidad para el alma. Lo que nos falta a los chilenos es llevar a la acción nuestra sensación de descontento, nos hace falta organizarnos, ahí nos falta disciplina. No tenemos conciencia del poder que podemos llegar a tener como consumidores, por ejemplo, podemos hacer cagar al sistema decidiendo no consumir, pero somos muy flojos. Si de repente aparece un artista con un discurso revolucionario, se quedan tranquilos con su catarsis de descontento y nos quedamos ahí.

-Pasando a otro tema, tus letras son muy potentes, reflejan una especie de estética, de materialidad o textura sonora sobre la cotidianidad y los tormentos al interior de la mente y emoción femeninas. “Confórmate con poquito”, por ejemplo, revela en su ritmo y tonalidad una fatiga repetitiva y silenciosa. ¿De dónde parte tu composición o qué metodologías utilizas para componer y escribir tus letras?

-Yo siempre he dicho que soy absolutamente dependiente de la letra. Hay muchas temáticas que me interesan y llaman la atención que me gustaría desarrollar, pero si no aparece la letra, no hay canción. Y más allá de la letra, siempre el puntapié es una frase que me aparece precisamente con una rítmica, que me hace captar altiro el tipo de personaje que es. Y en metodología no hay más que los propios motivos musicales, que solos se van abriendo espacio y me van indicando hacia dónde ir.

-Entonces todo empieza más bien con la manifestación de una frase.

-Sí, empieza de la frase pero también de experiencias súper reales. Por ejemplo la canción “Centro de tu universo” (canta): “Quiero ser tu primer pensamiento en la mañana, que nada nadita te distraiga…”. Esa primera frase se me vino porque efectivamente estaba emparejada con el José, y yo estaba en Chillán y eran como las tres de la tarde, y todavía no se había manifestado José (ríe). Yo estaba ¡picá total! y entonces me apareció esa frase.

-Más allá de la expresividad propia de cualquier manifestación artística, también en tus letras hay una especie de terapia personal, porque te miras a ti misma, te ríes de ti misma.
-Yo puedo tener muchas cosas menos colon irritable (se ríe). Una vez una mina me dijo: “Qué bacán hueón, me encantaría hacer lo mismo que tú, pararme en el escenario y gritar, te apuesto que no tení colon irritable” y, efectivamente, no tengo colon irritable (se ríe).

Fotografías: Camila Sánchez Andueza, Gonzalo Goya