Carlos Briones en «Chéjov»: «Montagna remarca el carácter ritual del teatro»
Al igual que otros cinco actores-performers, Carlos Briones se muestra irreconocible, sucio, completamente sudado y con el rostro desfigurado, a medida que avanza “Chéjov”. La tensión física y mental que le exige la encarnación su personaje, Konstantin Treplev, un dramaturgo experimental tomado de obra “La gaviota”, no es distinta que la de sus compañeros en escena y todos son parte de una ceremonia vertiginosa, que transcurre como un golpe eléctrico que no suelta al espectador.
Briones cuenta que las intenciones son volver a mediados de año, en pleno invierno, a la Perrera Arte, porque en esa fecha -con frío, humedad y enfermedades- se podrá situar todavía mejor este ritual del dramaturgo y director ítalo-chileno Juan Carlos Montagna, quien nos traslada a los dolores y desgarros de otro tiempo que estima similar al actual: el cruce de los siglos XIX y XX, los años de Anton Chéjov en Rusia.
-Carlos, ¿cómo es la experiencia de trabajar con Juan Carlos Montagna y su método de actuación?
-Juan Carlos fue mi profesor de actuación en 2010, cuando yo estaba en cuarto año en la Universidad Católica. Le tengo un cariño y una admiración muy profunda. Es un ser de teatro tremendamente generoso y comprometido con su búsqueda personal. Lo que él hace no es una búsqueda profesional, es un camino de vida, su vocación no es algo aparte. Admiro que siempre se mantenga al margen de la parafernalia y la ansiedad de los fondos concursables, los circuitos oficiales, las evaluaciones, etcétera. A Montagna simplemente no le importa eso. Va a escoger un lugar porque tanto él como sus actores se van a sentir cómodos para investigar y crear, va a estar poniendo los focos con nosotros, las sillas, barriendo a la par. Con respecto a su metodología, me parece sumamente interesante trabajar desde el conflicto corporal, desde el problema, desde la incomodidad para verdaderamente encarnar a nuestros personajes. Por otro lado, todos sus trabajos remarcan el fuerte carácter ritual que tiene el teatro, la desnudez y honestidad que debe adoptar el performer durante el acto creativo para poder comunicarnos realmente con el público. Eso no siempre es tomado en cuenta al momento de preparar un montaje. Se descuida mucho.
-¿Cómo evalúan como elenco la presentación de “Chéjov” en la Perrera Arte?
-Excelente por dos grandes razones. La primera tiene que ver porque sin duda alguna la Perrera es un lugar emblemático de Santiago, reconocido no solo por los vecinos del Parque de los Reyes sino también por toda aquella comunidad que se interesa en conocer procesos artísticos que involucren una investigación real en términos metodológicos, discursivos y sensoriales. La Perrera es un lugar que alberga modos no tradicionales de hacer y una gran diversidad de exposiciones, performance, obras de teatro, fotografía. Se puede convivir perfectamente desde la especialidad de cada uno. La segunda razón tiene que ver con que la estructura de “Chéjov” se diseña de acuerdo a la relación energética y particular que establecemos los performers entre nosotros y con el espacio propiamente tal. En ese sentido, hacer estas dos funciones era hacer una obra distinta, más exigente en términos psicofísicos y emocionales.
-¿Cómo fue la relación con el espacio y su carga?
-En lo personal, esta es segunda vez que trabajo en la Perrera Arte. Hace cinco meses estaba haciendo una obra muy distinta en este lugar “(Mutilados”). Así que esto ya empieza a ser parte de mi historia. A mí me encanta que sea un lugar oscuro, invadido por la penumbra. Sin duda que, en términos atmosféricos, la Perrera Arte nos aporta mucho para la realización de “Chéjov” y, al mismo tiempo, nos exige hacernos cargo de su oscuridad, de las celdas, de las rejas, de los fierros. Son materialidades que pasan a ser parte de la obra y con las que debemos relacionarnos concretamente todo el tiempo. Son sensaciones concretas que vivenciamos como performers. Por otro lado, alucino con el barrio, con los almacenes cerca, la gente disfrutando en el parque que se acerca curiosa porque le llama la atención la arquitectura del edificio.
Fotos: Katherine Vergara