Camila Bardehle: “Este momento histórico nos llama a revisar nuestra herida colonial”

Por Héctor Muñoz

La obra que Camila Berdehle presenta por estos días en Perrera Arte lleva por título “Dislocar la ruina II” y, como su nombre lo indica, es la segunda parte de otro trabajo homónimo realizado el año pasado en Villa Epecuén, Argentina, donde precisamente nació la idea de hacer la exposición “Dislocar la herida”, muestra en curso que también incluye los tejidos de Daniela Castillo y los videos y esculturas en cerámica de Caro Bloj.

Villa Epecuén era un próspero balneario termal que en 1985 desapareció bajo las aguas saladas debido a una serie de negligencias y la crecida de los afluentes del lago donde se emplazaba. Por suerte no hubo muertos, pero sí numerosos desplazados e, incluso, un heroico ciudadano, Pablo Novak, que se negó a partir. Los trabajos posteriores de mitigación posibilitaron que las aguas se fueran retirando del poblado, pero solo lo suficiente para dejar a la vista los restos de un pasado esplendoroso. En “Dislocar la ruina I”, cual arqueóloga, Bardehle miró, grabó, midió y tomó un trozo de los muros reflotados, lo llevó durante 48 horas a una galería de arte y luego lo devolvió a su exacto lugar de origen.

La burocracia, el cansancio administrativo, impidió que Bardehle concretara un ejercicio similar con uno de los tajamares del río Mapocho, que desde hace 20 años están expuestos al vandalismo detrás del Parque de los Reyes, el cual pensaba exponer por un mes en Perrera Arte. Pero la fatiga del Estado no detuvo a esta artista chilena afincada en Brasil, quien, al modo de un sitio del suceso, reprodujo en la exposición las formas y medidas, el perímetro y el vacío, de estos bloques de ladrillo y cal que tantas veces contuvieron la furia del cauce fundacional de Santiago.

-Camila, ¿qué sientes cuándo ves los tajamares del Mapocho abandonados a su suerte al borde del río?

-Los tajamares del Mapocho son un objeto y una historia que me llama mucho la atención. En mis visitas antes y durante el montaje de “Dislocar la herida” fui muchas veces a contemplarlos, a pensarlos y hacer pruebas. En primer lugar, como objetos los encuentros bellos, su presencia y su composición me atraen bastante. Me interesa mucho su historia como ruina del pasado colonial. Si bien fueron una de las obras de ingeniería más significativas de la época colonial en Santiago, hoy tenerlos a la deriva tiene mucho de absurdo. Elevar a la categoría de patrimonio algo que no se sabe cómo o no se pueden hacer cargo, dejarlos en completo abandono y a la vez negar permisos para que como artistas podamos repensarlos, para mí carece de sentido. Considero que hoy es un momento histórico y político donde la atención nos llama a revisar el pasado colonial, nuestra herida colonial. Muchas autoras y autores ya hace varios años vienen poniendo el tema. Entonces me pregunto: ¿Hoy dónde se hace urgente revisar de manera crítica nuestro pasado colonial? ¿Qué sentido tiene mantener esos fragmentos? ¿Cuál es el valor? ¿Qué se busca destacar?

Imagen principal: Dislocar la herida / Camila Bardehle / 2022

-¿Qué habilidades distintas requiere poner en práctica el arte situado y de territorio específico, que tú desarrollas, en relación a la aproximación tradicional que tiene a su obra el artista en el taller?

-La verdad no sé si son habilidades distintas, pero con seguridad son tiempos diferentes. Cuando trabajo con un territorio específico es fundamental el tiempo en el lugar, por muy obvio que parezca. Muchas veces investigo antes el lugar y voy con una idea de lo que voy a hacer, pero una vez ahí cambia todo. Me requiere mucha presencia, observación y paciencia. El registro en esta parte del proceso es fundamental, ya que es la guía del proceso posterior. Después viene, aunque no necesariamente lineal, el tiempo en el taller, donde voy decantando las ideas y experimentando con diferentes lenguajes para materializar las experiencias del lugar. Si bien trabajo mucho en el taller, fui tomando conciencia de que mi trabajo sucede fuera de éste.

-La apelación al detalle pareciera ser una constante en tu producción. ¿A qué responde y cuál es el valor del fragmento?

-El fragmento ha sido una constante en mi trabajo. La posibilidad de aislarlo de su contexto y, desde ahí, permitir que surjan nuevas narrativas es un hilo conductor. Un fragmento verde, un fragmento de mar, un fragmento de ruina, me permiten hablar y reflexionar sobre el habitar y las tensiones entre ser humano y naturaleza. El detalle es algo que emerge del trabajo mismo, hay algunos que me requieren mucha atención y prolijidad, como por ejemplo en mis acuarelas, y tengo otros que son acciones que acontecen en el espacio público, donde los detalles parecieran no ser tan relevantes. La búsqueda de resultados más limpios y prolijos me permite focalizar la atención de quienes observan.

-Has explorado diversas técnicas y lenguajes. ¿Hacia dónde crees que apunta tu obra en el futuro?

-Dependiendo del trabajo y del lugar, los lenguajes emergen; cuando estoy trabajando un territorio nace una idea y una o más técnicas de cómo abordarlo. En principio lo que pensé que era una metodología específica para encarar cada sitio hoy se está transformando en un diálogo más orgánico que apunta a una búsqueda común, donde todas mis obras están siendo atravesadas por preguntas similares. En un futuro me imagino profundizando en estos diálogos y dejar de ver cada obra tan por separado.

-Has realizado seis residencias artísticas en corto espacio de tiempo. ¿Cómo se saca el mayor provecho de ellas? ¿En qué radica el valor de una buena residencia?

-Considero que el provecho que una le pueda sacar depende de lo que ofrezcan y de lo que una ande buscando. Para mí todas han sido un espacio de creación súper importante donde mi trabajo ha dado saltos, en todas he realizado proyectos de sitio específico donde lo investigado y pensado previo a la residencia es fundamental en los resultados finales, aunque termine haciendo cosas muy diferentes. Estar en residencias que permitan y valoren esos cambios ha sido muy importante para mi desarrollo creativo. Para mí el valor de una buena residencia está en un buen acompañamiento; es fundamental poder discutir tus ideas y mostrar tus avances, poder abrir tu trabajo a otras miradas y contextos. Ese intercambio es lo más enriquecedor y un ejemplo de eso han sido Proyecto Ace (Buenos Aires), Residencia Epecuén (Argentina) y Hermes Artes Visuais (São Paulo). Considero que el resultado de un buen acompañamiento se ve reflejado en que el trabajo que una hizo en la residencia no termine ahí y se pueda seguir desarrollando, como lo podemos observar en la exposición “Dislocar la herida”, que hoy estamos mostrando en la Perrera.

-Has viajado bastante por Sudamérica. ¿Cómo observas el estado del arte y la cultura en la región? ¿Hay cuestiones que te hayan llamado particularmente la atención?

-Un comentario como este requiere mucho análisis y me pasa que, a medida que voy conociendo distintas escenas del arte en Latinoamérica, me voy dando cuenta de sus particularidades y voy cambiando mis ideas generales de la región. Me es difícil hablar de un estado del arte, porque creo que hay diversos y variados aspectos que atraviesan la situación o el estado del arte actual, como por ejemplo las residencias, el mercado, las bienales, las instituciones culturales o los espacios autogestionados. Cada uno tiene sus particularidades y su personalidad.  En los países en que he estado, me he vinculado en mayor o menor medida con alguno de estos aspectos. En Argentina, me relacioné de manera más cercana con las residencias y me parece un gran ejemplo de trabajo colaborativo lo que están haciendo desde la Red de Residencias Quincho, un espacio de organización y reflexión crítica muy profundo y valorable. En Valparaíso, donde viví los últimos 10 años, estuve más relacionada con espacios comunitarios y educativos vinculados al arte, como el programa Acciona. En São Paulo, donde vivo actualmente, estoy vinculada y trabajando con artistas y gestores en espacios autogestionados con bastante trayectoria, que tienen un vínculo más concreto con la escena del mercado del arte, en donde he comenzado a insertarme y entender más de cerca dicho fenómeno.

-¿Por qué decides establecerte en Sao Pãulo?

-Hace ya cuatro años que vengo generando lazos e intercambios en São Paulo. En 2019 participé por primera vez del grupo de acompañamiento para artistas de Hermes Artes Visuais con Carla Chaim, Marcelo Amorim y Nino Casi, donde hasta hoy continúo. Y en 2020 hice la residencia Projeto Ocupaçao de Hermes. Desde la primera vez que vine, siempre quise volver. Me siento muy cómoda con la gente y con la forma en que se hacen las cosas, donde pareciera ser todo más relajado y profesional a la vez, una mezcla bastante particular que me es muy grata y nutricia. Aquí hay un mercado del arte muy vasto y, en mi experiencia, ha sido más accesible que en Chile. Creo hay una apertura diferente o, al menos, así lo ha sido para mí. Hoy tengo taller en Residencia Fonte, un lugar que está siempre en movimiento y con una trayectoria muy interesante, un lugar de constante aprendizaje e intercambio. Además, la oferta cultural es muy estimulante, todo el tiempo estás viendo exhibiciones de muy buen nivel y muy diversas entre sí. Hay muchos espacios tanto independientes, comerciales e institucionales con propuestas muy ricas, con las que voy nutriendo mi trabajo día a día. Poder mostrar mi trabajo aquí me ha dado perspectiva.

Visitas guiadas

Bardehle / Bloj / Castillo

Qué: “Dislocar la herida”, muestra colectiva de Camila Bardehle, Caro Bloj y Daniela Castillo

Curador: Eduardo Saubidet

Cuándo: La exposición permanecerá abierta hasta el sábado 26 de noviembre

Visitas guiadas gratuitas: Este sábado 19 y el domingo 20 de noviembre se realizarán visitas guiadas, a cargo de la expositora Daniela Castillo, a partir de las 17 horas

Dónde: Centro Experimental Perrera Arte, Parque de los Reyes s/n, Avenida Balmaceda entre Bulnes y Cueto

Entrada liberada y estacionamiento interior sin costo.