Antonio Becerro: A propósito de autos, perros, ángeles y crímenes patrimoniales


Antonio Becerro
Artista visual, taxidermista.
Antonio Becerro
Artista visual, taxidermista.
“Manitos, manitos” nos decíamos cuando pasábamos frente a ella. Ebrios, lúcidos, enamorados, odiando, conversando, recordando, apostando o qué sé yo. Incluso arriba de sus hombros se veía la altura no explorada y se sentía la fuerza de Rebeca Matte. Ícaro y Délalo, unidos en la gloria y en la muerte. “La metáfora que es imposible eludir”, concluíamos con la yegua Lemebela camino a su casa en Bellavista.
No por esta aberración, por el ataque a una obra de arte erguida en el lugar que le corresponde, Chile ha tocado fondo en términos culturales, artísticos y patrimoniales urbanos. La crisis está instalada hace mucho rato en el gusano que carcome desde adentro el modelito. El estado de las cosas en Chile, la desatención estética y el abandono por parte de los gobiernos de turno de políticas institucionales serias ya son parte del diagnóstico. Es sintomático y simbólico para el cierre del segundo gobierno de Michelle Bachelet el atentado malsano a la belleza, a la más clásica de las armonías escultóricas de Santiago, por parte del negociado del espectáculo transnacional y sus oscuras redes locales.
Reflexión, conceptualización de lo ocurrido, ¿cuándo fue la última vez que escuché esas palabras? Asistimos como meros espectadores a la barbarie global. Ya no importan los ciudadanos, las obras de arte ni los peatones, solo las marcas publicitarias extendidas a todo lo largo y ancho de un circuito escenográfico, promocional. Julius Bär, Antofagasta Minerals, Fórmula E Holding, ABB, TagHeuer, Qualcomm, DHL, BMW, Visa, Michelin, G.H.Mumm, Arrival, Enel, Allianz y Boss, Hugo Boss, fueron los logos que se vieron en las grandes alamedas, en esa «locación» exótica y barata llamada Chile. Los poderosos y sus adláteres perdieron el pudor y negocian arriba y debajo de la mesa con la identidad ajena. Piensan que la ciudad les pertenece, que el paisaje les pertenece y, por lo tanto, lo redibujan con sus nociones de vulgaridad elitista ensayadas una y otra vez en un país que toca fondo.
¿Quién iba a pensar que este horror ocurriría? Recuerdo las selfies y el imaginario de la gente entre ángeles decaídos y perros aéreos entrando a la mala por el techo del Museo Nacional de Bellas Artes a propósito de la instalación escultórica que presenté ahí en 2013. “Encontraron cielo” y “Unidos en la gloria y en la muerte”, mitológico encuentro río abajo. Una niñita le preguntaba a su padre: “¿Por qué salen perros volando de la guatita de los ángeles?”.
Tan firme, eterna e imponente sentíamos a Rebeca Matte, así vivíamos esa obra hasta ahora.
Solo queda conformarse con quién responde. ¿El cliente o el patrón que propició el crimen?
Buen día Chile.
Fotografías: Jorge Aceituno y Twitter