Samuel Ibarra por Samuel Ibarra: “Sueño con construir un territorio repentino”

Por Samuel Ibarra Covarrubias, entrevistador y entrevistado

Gritos y gemidos, palabras entrecortadas y ruidos rítmicos delinean por algunos momentos la plataforma imaginaria para que se pose un habla escamoteada por el significante. Una lengua negra e india, secreta, desplegada como tela manchada por lo imposible de su aparecer conciso y utilizable.

Pedazos de voces y restos de sonidos arman un alfabeto imposible pero carnavaleado por el tambor del hueso y el reviente de las formas ordenadas e identificables en pos de una argamasa que se baila, se canta y se llora.

Acá la palabra es un puente para entrar al abismo, para nadar atado a tablas y escapar del mutismo y la ceguera. Maniáticamente se busca llamar a los dioses pero estos han huido irremediablemente. El performer sueña con construir un territorio repentino y momentáneo, una geografía para que las lenguas muertas hagan eco, y suenen, revienten y estallen.

-Samuel Ibarra: Samuel, háblanos de “Geografía y lengua muerta”, la performance que realizaste para Perrera arte.

-Samuel Ibarra: Es una performance que pensé especialmente para Perrera teniendo como eje central la idea de la voz, del trabajo con la voz y la ocupación vibrátil y material del espacio. Busqué sonorizar orgánicamente una figura de plataforma, de página, de lienzo donde lanzar palabras y dibujar fragmento de voces y marcas, grafías inciertas de un habla mestiza cruzada con sonoridades que refieran a una geografía de la lengua extraña pero misteriosamente familiar. Por eso hablo de “lengua muerta”, porque creo, armo y desarmo performativamente “palabras” que recogen sonoridades negras e indias. Les digo palabras a formas sonoras que talvez son protoformas o ruidos rítmicos que se hacen y mueren al enunciarlos con el gesto de la voz.

-Samuel Ibarra: ¿Por qué esta performance?

-Samuel Ibarra: Pensé esta performance como una forma de adentrarme a la carga vivencial histórica del lugar y su condición actual de espacio de cruces culturales caotizados por las diásporas migrantes que lo circundan y lo redefinen, una suerte de torre de babel derrumbada por fuerzas telúricas que tragan la materia para que deje de flotar y pese. En esta performance buscaba tapizar el suelo de gritos, ritmos y nombres de formas cambiantes y tributar así a fuerzas salvajes centrípetas de creación vida y muerte. Esta performance es también un homenaje a mi amigo y hermano Patiño, muerto en enero recién pasado de una triste enfermedad. Él fue un gran cómplice de mi trabajo y varias veces en este mismo lugar era el primero en ayudarme en todo lo más posible. Mediante esta obra también he podido llorarlo.

-Samuel Ibarra: ¿Cómo dialoga esta acción reciente en Perrera con la producción que has venido desarrollando desde hace años?

-Samuel Ibarra: Hace algunos años ya me he interesado por crear performances que incorporen de algún modo el trabajo con la voz, que pongan en escena y evidencia una performatividad de la lengua en una vocalización que remita a formas estéticas fracturadas pero hilvanadas por costuras gozosas, alucinadas, rituales o mántricas. Es una manera que tengo, creo, para resistir en un tiempo de vaciamiento, mercantilización y vacuidad. A esta forma de pensamiento y acción material la he denominado “Neochamanismo de la basura”, que es un modo muy personal de rescate de lo sagrado en lo abandonado y derruido. Le denomino sagrado a la presencia y huella de vidas, biografías y pulsiones que trato de rescatar en mis acciones, tanto en sus orientaciones como en los materiales que utilizo para llevarlas a cabo. Vivimos un tiempo que nos condena indefectiblemente a la desaparición, la anomia y la desarticulación, un tiempo que nos desubjetiviza. Creo que celebrando lo desaparecido y lo impuro algo fundamental se salva y retorna para permanecer. Esta acción que he presentado la considero como pieza importante y robusta de mi itinerario creativo y estoy muy agradecido por la posibilidad de emplazarla acá.

-Samuel Ibarra: ¿Cómo es tu relación con Perrera arte?

-Samuel Ibarra: Es fecunda y activa, llena de fuerza y fraternidad creadora. Acá accioné mis primeras performances junto al poeta Antonio Silva, Rodrigo Moller o Carola Jerez. Tuve en el año 94 un colectivo llamado Teatro del Precipicio y acá tuvimos un gran debut. Siempre me interesó este lugar por ser un espacio refractario a la idea de arte dócil y complaciente a las políticas de consumo cultural superficial. El lugar desde sus inicios hasta hoy porta con un ethos poético y revulsivo frente al timorato circuito de arte santiaguino siempre preocupado de “parecer” y no incomodar. Acá hay una incomodidad resistencial innata que me conmueve, desde su arquitectura a su cardinalidad: el río Mapocho, el Parque de los Reyes y los tráfagos humanos que la circundan. A Antonio Becerro le debo apoyo, respeto y complicidad en tiempos de individualismos y precarización de afectos y vínculos creativos. La Perrera levanta al final del parque su desgarro dulce y alegría multitudinaria iluminando la apática ciudad.