Antonio Carrillo: “Me emocionó la idea de traficar la música de casete en casete”
Por Héctor Muñoz
El nerviosismo propio del estreno de cualquier ópera prima les duró menos de lo esperado a Antonio Carrillo y Diego Salazar, los realizadores de “A la sombra del canto”, el primer documental sobre el movimiento musical Canto Nuevo. Cuando transcurría recién la mitad de los 52 minutos que dura el filme, un aplauso espontáneo brotó en la sede de la junta de vecinos de Collico y ambos periodistas por fin se relajaron. El fenómeno se ha repetido en las recientes exhibiciones de la cinta en la decimotercera versión del Festival In-Edit, donde esta historia de músicos semiclandestinos entregando su mensaje en peñas, universidades o sindicatos en el cruce de los años 70 y 80, también parece haber tocado zonas dormidas de la memoria.
“Me queda la sensación de que este ha sido un documento esperado por mucho tiempo”, reflexiona Carrillo, quien hizo la dirección del documental, formato que ha trabajado profusamente en su programa de televisión “La bicicleta”, de 13 Cable, en los cortos que habitualmente realiza para Perrera TV y en una sucesión de proyectos que vendrán luego de su reciente paso por la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de Los Baños, en Cuba.
-Llama la atención que recién 40 años después de ocurrido el fenómeno se haya realizado la primera película del Canto Nuevo. ¿A qué atribuyes ese hecho?
-Eso es tremendamente curioso y fue algo que nos motivó a realizar el documental. Yo creo que esta pregunta en cierto modo se responde luego del ver el filme. Es una cuestión política, de respeto y memoria, de la que hasta el día de hoy, como Estado y ciudadanía, no nos hemos hecho cargo. Y no es solo el movimiento del Canto Nuevo, son muchos los artistas chilenos que en otras áreas han pasado por lo mismo.
–¿Cuáles han sido los comentarios más sorprendentes que has recibido del público?
-El documental se estrenó en Valdivia, donde tuvimos la oportunidad de presentarlo cuatro veces. Las primeras ocasiones fueron en las juntas de vecinos de Collico y Niebla. Comento esto ya que en esos lugares la recepción del público fue sorprendente. A lo largo de la película la gente cantaba las canciones, se reía y emocionaba e, incluso, algo muy particular que sigue pasando hasta hoy, los espectadores aplaudieron a la mitad de la película. Finalmente, luego de la proyección, la gente se me acercaba llorando a abrazarme. Fue una experiencia realmente sorprendente, muy gratificante.
-¿A qué crees que se debe esa aceptación del público?
-Me da la sensación de que es un documento que ha sido esperado por mucho tiempo. La gente ve su historia, su pasado, es una ventana abierta a sus recuerdos. También hay una suerte de empatía con la historia de estos músicos, la audiencia se siente parte de sus experiencias de vida. Me da la impresión de que el público es representado, interpretado por los protagonistas.
-¿Qué los llevó a hacer este filme?
-El documental nace como proyecto de tesis para titularnos en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. En ese intento de encontrar una historia para hacer un documental y por cuestiones familiares, surge la idea de hacer algo relacionado al Canto Nuevo. Fue muy complejo determinarse a hacerlo ya que el tema es muy vasto, pero nos interesó tanto la historia que comenzamos a investigar y juntar elementos. El Canto Nuevo llegó a mí a temprana edad, de pequeño viajaba al sur con mi padres escuchando a Schwenke y Nilo, y también pasábamos tardes completas cantando “A mi ciudad”, de Santiago del Nuevo Extremo. El Canto Nuevo era parte importante de mi núcleo familiar, incluso, en la casa de mis padres aún se pueden encontrar ejemplares de la revista La Bicicleta.
-¿Cómo fue el trabajo con Diego Salazar?
-Con Diego nos dividimos las tareas. Él se dedicó a la producción general del proyecto, además de ser el co-guionista, y yo escribí, fui fotógrafo y dirigí el documental. Pero como siempre ocurre en estos proyectos que se hacen a pulso, ambos hicimos de todo un poco.
-¿Qué dato de la historia que vivieron y te contaron los protagonistas del filme te llamó la atención?
–El tema de la clandestinidad. Eso de estar haciendo todo a escondidas muy under, la idea de traficar la música de casete en casete me emocionó mucho. Siento que había una enorme necesidad de comunicarse, de entregar un mensaje, ese que la dictadura con su maquinaría impedía a toda costa. Me sorprende también la capacidad de organizarse y colaborar que tuvieron estos espacios de resistencia cultural. Por ejemplo, la revista La Bicicleta se las arreglaba con fondos internacionales y colaboraciones internas. Sus directores con mucho esfuerzo levantaron un proyecto notable con el único objetivo de abrir un espacio democrático de opinión.
-¿Has pensado hacer una segunda parte u otros capítulos de una serie?
-Sí, ese el gran dilema del documental. Siempre que he tenido la oportunidad, trato de explicar al público que este es el primer documental sobre el Canto Nuevo y es un primer intento para entender un poco del movimiento. Por lo mismo es que se eligieron algunos personajes y espacios para dar inicio a esta revisión, que esperamos se manifieste en muchos otros trabajos en torno al movimiento. Es una historia muy extensa que merece, quizás, una serie para televisión, libros, películas. Incluso ya me propusieron los mismos protagonistas hacer “La sombra del canto II”, donde se pueda incluir a otros personajes y momentos.
-¿Ves una línea común entre este documental y todos los trabajos que has hecho tanto para el programa “La bicicleta” como para Perrera TV?
-Como realizador siempre he querido adoptar cierta impronta en mis trabajos y claramente “La bicicleta” y la Perrera Arte han sido mis mayores influencias. Este documental viene a ser un poco el resumen de la experiencia vivida como realizador en ambos proyectos. Por una parte, la Perrera ha sido la escuela donde aprendí de resistencia, sobre la historia y las dificultades que han tenido que sortear los artistas chilenos en las últimas décadas. También de la importancia que tiene el arte en la sociedad como una herramienta de transformación, de apertura a nuevos lenguajes, temas que han sido trabajados por mucho tiempo en este espacio cultural. Por otro lado, el programa “La bicicleta” me dio la sensibilidad para entender en que está hoy en día el arte. Cómo funcionan los artistas, de qué viven, cuál es su cuento. Y precisamente estos dos proyectos dialogan juntos. En definitiva, el documental goza un poco de ambos universos, hay una fina línea que une estas temáticas.