Becerro analiza la crisis: “El dinero perdió la continuidad de su propio relato”

Por H. León & H. Muñoz / fotografías: Hugo Peña

“El tiempo pandémico me vino bien en varios aspectos”, dice Antonio Becerro mientras caminamos en la nave principal del Centro Experimental Perrera Arte en pleno proceso de montaje para su siguiente producción, “La balsa de La Medusa”, una cita a la pintura con otros antecedentes en el trabajo del artista visual y taxidermista.

“En este largo período he podido dedicarme con tiempo a la ejecución de mis obras en un estado de silencio y soledad que solo consigo encerrado en mi taller”, agrega Becerro, que por estos días ha puesto en circulación “Distancia social”, un video del que nos interesaba conversar y que también se armó con delicado detalle en la misma nave en la que conversamos.

-¿Podemos entender esta obra como un diálogo de muertos?

-Peor aún, es un diálogo de personas vivas, sordas y mudas, sin voluntad alguna, totalmente nulas en su capacidad de autorevisión y análisis colectivo. Una cuestión que pasa piola entre tanta información y mecanismos de acondicionamiento de nuestro cerebro a este nuevo orden es la elevación del yo como todo frente al mundo. El yo actual se ha convertido en una montaña de vanidad para sostener nuestras costumbres. El antiguo ego desaparece en este nuevo súper yo que está por sobre todo. Sobre la vida, la naturaleza, la espiritualidad, sobre cualquier otro que tenga un estándar de poder. Para que el muerto se huela a sí mismo tiene que ser él mismo un cliente que obtenga cuotas de ganancias de su propio credo en su ego. He visto y compartido con personas muy inteligentes, con personas de reputación, pero con una vanidad que no les permite un análisis correcto de la realidad. De modo que toda esa inteligencia y su capacidad crítica se va al basurero en un santiamén, no sirven de nada. El nombre de esta instalación me lo dio este modelo económico, no la pandemia, porque es intencional el lenguaje de mercado. Apenas apareció el coronavirus, el primer término que se acuñó sin ninguna crítica fue “distancia social”. Ese nombre es un término determinativo y funcional al llamado fondo del modelo neoliberal, puesto que a la medida sanitaria también se le podría haber puesto “distancia corporal”. Ni en la mejor de las alucinaciones se me habría ocurrido un nombre tan excepcional, brillante y apocalíptico para denominar esta época de espectros que “distancia social”, es el reflejo mismo de la actualidad mundial.

-Llama la atención que en tu discurso esté tan presente la economía. ¿Por qué te interesa tanto el tema de las ganancias, los fondos, la repartición de las finanzas, los negocios, la expansión de las franquicias?

-Claro y, cómo no, si vivimos en un mundo globalizado en que tienes miedo a perder lo que nunca tuviste. En Europa ya se habla de la búsqueda del capitalismo ético. ¿Es eso posible? La respuesta es no. La crisis ha sido generada por el movimiento del dinero como arma. La búsqueda deshonesta de ganancias a expensas de los demás atraviesa cualquier esfera de nuestras vidas. Vivimos un mundo interactivo, un sistema diseñado para crear bienes para todos ha sido aprovechado por pocos, ha creado un mundo de desigualdad sin precedentes. La corrupción es su vehículo aceptado, de modo que el dinero perdió la continuidad de su propio relato. La gente se ha puesto más avara, quiere más y más. Miles y millones de personas viven con menos de un dólar de las ganancias que ostentan unos pocos. El problema no recae en los inversionistas que mueven sus recursos, sino en aquellos capitalistas que han puesto sus ganancias y beneficios de corto plazo por encima del bienestar de todos, aquellos que han olvidado que subsisten en una economía circular. El capitalismo cedió su fundamento ético: simplemente no chorrea. Por otro lado, como ya se sabe, el socialismo ni siquiera existe en los países comunistas. Cómo no detenerse y prestar atención a este fenómeno que es la raíz de este mundo interactivo. Un conflicto sin salida que más bien parece un balazo en los pies. ¿Quién gana vendiendo vacunas o traficando, porque eso fue, ventiladores mecánicos? Me sorprende mucho más que el artista se sienta desconectado de esto. Me llama la atención cuando dicen que “el arte y la cultura ayudan a… bla, bla”;  “el arte y la cultura permiten comprender… bla, bla, blá”. El arte y la cultura son herramientas, armas en sí, y es mejor que tu oponente no se entere.

-Pensando en la imagen de una capilla ardiente y en la ceremonia de un velorio, en este caso rodeada de elementos procedentes de obras pretéritas, ¿quién o qué es lo que se está velando o memorando en este ritual?

-Sí, es un velorio. Talvez el velorio de todos, es decir de nuestra cultura como la conociéramos hasta aquí. A lo mejor es mi propio funeral. Los espectros no están solos, están acompañados por nosotros, los muertos del futuro, así como las mentiras son verdades precipitadas. Se está velando la perturbación de los sentidos, la continuidad del relato; se vela el reflejo, la neurona espejo, la sutileza, para dar paso al mal gusto de la invasión.

-Has trabajo desde hace años en puestas en escena. ¿Qué diferencias hay entre esta obra y las anteriores, por ejemplo las realizadas con el fotógrafo Jorge Aceituno?

-La forma es la misma, el contenido varía. Con Jorge los recursos técnicos eran más análogos y orgánicos, a diferencia de hoy, donde las soluciones estéticas están al servicio del mundo digital. Las puestas en escena con Aceituno eran verdaderas escenografías donde el cuerpo físico tenía el peso gravitacional de la piel vestida de su propia piel con toda la tensión del caso. Ahora estoy evolucionando a una integración con los espectros, lo quieto, lo silencioso, lo simbólico, como las taxidermias. Estoy sirviéndome de objetos de otras instalaciones y obras de otros artistas -las cuales son parte de la colección de arte contemporáneo de Perrera Arte- para construir obras efímeras que fueron pensadas para el formato video digital y la fotografía como recurso de retención de la imagen.

-El ritmo del video da cuenta de un momento menos frenético en tus obras. Pensemos por ejemplo en el montaje de “Peleando a la contra” o tus pinturas expresionistas, de veloz factura, de una primera etapa. ¿Compartes la observación? Si es así, ¿a qué lo atribuyes? ¿Solo al encierro pandémico?

-La comparto absolutamente, estoy en una etapa de observación y reflexión muy profunda. Es hasta orgánica. Ese reposo seguramente es por el paso del tiempo, por esta conciencia, por esta presencia. El tiempo pandémico me vino bien en varios aspectos: pude dedicarme con tiempo a la ejecución de mis obras es un estado de silencio y soledad que solo consigo encerrado en tiempos “normales” en mi taller. El expresionismo tiene varias formas de manifestarse, creo esta obra es en sí misma expresionista, es un buen refugio en términos creativos cuando nada calza, cuando nada funciona. A pesar de esa quietud evidente, esta puesta en escena en su factura requiere de energía y una mirada acuciosa.

-También hiciste la música del video. ¿Por qué tomaste esa decisión y qué tal la experiencia?

-Ese es otro de los efectos pandémicos, hace rato que tengo un montón de temas que he compuesto hasta musicalmente y que nunca he podido recuperarlos, sumado a que yo no leo música. Entonces ahora, con este tiempo, estoy trabajando en los audios de grabaciones de los años 90. Conocí a Chris Ferj, quien es músico y sonidista, él está componiendo música sobre las base de mi tema “La familia infernal”; él canta y hace los arreglos, edición y montaje. Es un tema también ritual, su escala musical y fonética suena al de una conexión sacra, pagana o espectral. Es una comunión, no es para nada comercial; es música y letra para oídos rebuscados y sofisticados. La música para mí es una alianza sensitiva, es una experiencia muy personal y siempre en mi vida se han cruzado los músicos de una u otra manera. De hecho, hace un par de semanas, ensayó en Perrera Arte el quinteto de cuerdas de la Orquesta Filarmónica de Atacama, que dirige mi amigo Rodrigo Salas. Las armonías y sonidos de la música clásica convirtieron a la Perrera Arte en una capilla industrial y le dieron a la exposición “Fina selección” un aire sacro en un ambiente espectral.

-En esta obra hay una renovación importante de tu equipo de trabajo. Teniendo ello en cuenta, ¿qué condición impone la producción artística en estos tiempos?

-Siempre estoy atento a ello, a integrar otros talentos a mi equipo de trabajo. Como lo he dicho en otras ocasiones, valoro y admiro a la gente con talento. Son vitales para hacer todo lo aquí hacemos. Lo único que se requiere, y en eso soy irreductible, es que tengan capacidad de reacción frente a los detalles y empatía colectiva con respeto a los ejercicios de obra compartida y a las distintas tareas, montajes y actividades que tenemos. Me cargan los pasados para la punta que imponen su modo y creen que eso es lo único que existe. Los dueños de la verdad, las Evelyn Matthei, los que predican su furia con orgullo, los que muestran su arrogancia, los prejuiciosos con su típica soberbia.