Becerro: «El calentamiento global está secando el cerebro del ser humano»

Por Pablo Asenjo

Antonio Becerro carece de tiempo. Ni siquiera tiene tiempo para recibir a los miembros de su propio equipo. Por eso hay que pillarlo atravesado o de excepcional buen humor para sacarle algunas palabras, como las que nos entregó a propósito de «La guerra del agua», obra que se presentó en el Centro Experimental Perrera Arte, que él dirige, y en la que también realizó la dirección de arte.

«Esta es una obra contingente, más que contemporánea, hipercontemporánea, que habla de lo que está ocurriendo hoy en el planeta», dice Becerro. «Asistimos online al inicio de la Tercera  Guerra Mundial, como ya lo ha dicho más de un de veces el papa Francisco, y esta guerra -además de las connotaciones y correlaciones militares, geopolíticas, religiosas, macroeconómicas, superlativas de poder, tecnología y conocimiento- tiene que ver con el agua, con el curso del Tigris y el Eúfrates. Este trabajo de Nathalia Aragonese y Jesús Astorga, quienes desde hace dos años insisten en este proyecto, es una obra en desarrollo, como se diría en los portales de noticias», agrega el artista visual.

-¿A qué te refieres con el Tigris y el Eúfrates?

-A los ríos que posibilitaron el nacimiento de una civilización, la Civilización Occidental, que hoy entra en crisis. De acuerdo a lo que me enseñaron en un colegio público, es en el delta de esos ríos donde se forja la Cultura Mesopotámica, cuna y punto de paso de las olas migratorias que generaron las actuales naciones de Europa. Por ahí avanzaron, ahí se abastecieron las razas indoeuropeas que conformaron luego el mapa genético de lo que hoy llamamos Viejo Continente.

-¿Cuál es ahí la importancia del agua?

-Tal como ocurrió con el Nilo en Egipto, la administración del agua en la antigua Mesopotamia posibilitó el desarrollo de la agricultura, de los asentamientos humanos y, mira que hermoso, de toda la cultura, como dan testimonio las grandes obras escultóricas que se conservan de aquel tiempo, algunas de las cuales han sido destruidas por las hordas armadas. Lo actual del asunto es la disputa de los mismos territorios, de los mismos torrentes, del mismo paisaje, que un arqueólogo definió poéticamente como la Fértil Medialuna. Los documentales más serios que se han mostrado del actual conflicto bélico indican que se han tomado posiciones militares en las nacientes de los ríos, con las consecuencias que eso tiene para el resto del territorio.

-¿Eso es lo que planteó la obra de Nathalia Aragonese?

-No, «La guerra del agua» miró la situación desde más adelante, desde 2050, o sea en 35 años más, cuando el recurso hídrico de verdad esté en las últimas, según advierten los informes de Naciones Unidas, que alguna validez tendrán. En la obra de Nathalia todo era sequedad, los seres transitaban por una carpeta de sal, que es lo único que queda. El agua ya ha sido negada tres veces y es ahí donde comienzan las últimas disyuntivas del ser humano.

-¿Cuál fue tu trabajo en esta obra de teatro?

-Es que este montaje fue más que una obra de teatro, fue la sincronización en una misma frecuencia y en un mismo espacio, la gloriosa Perrera Arte, de distintos creadores alternativos y lenguajes artísticos. Desde la danza butoh a las plantillas de Pikoenelojo Stencil en la calle. Desde la instalación de Montaña Extendida a un fragmento de los textos del desaparecido Rodrigo Lira, desde la soberbia presencia escénica de Daniel Antivilo o Benjamín Matthey al trabajo casi artesanal de Carlos Montecinos en el montaje. Esta fue una obra colectiva, autogestionada, en la que Nathalia Aragonese y Jesús Astorga tuvieron la capacidad de convocar las voluntades de otros artistas, lo que no siempre es fácil. Menos en tiempos con economía de guerra.

-Pura voluntad, a la antigua.

-Sí, es que esta obra no podía esperar más en el escritorio. Desgraciadamente, los hechos se están viniendo encima y, de tanto llorar, al ser humano contemporáneo se le está evaporando el agua corporal que, por gracia de la naturaleza, acumulada en el cuerpo. Como consecuencia, se le está secando el cerebro; es una especie de taxidermia colectiva precipitada, un embalsamamiento inevitable, es la momificación de una civilización torpe.

Fotografías: Caiozzama