«Anónimo» (A. Becerro): correspondencia morbosa entre lo vivo y lo artificial

Javiera Anabalón

Investigadora del arte

Javiera Anabalón

Licenciada en letras y estética, magister en estudios latinoamericanos.

Es una instalación en una celda carcelaria forrada de plástico transparente, un sistema de venas artificiales emerge y trascienden el cuerpo de un perro embalsamado por donde fluye un sistema circulatorio de luz. La naturalidad precisa, perfecta y orgánica de la sangre y de la luz -dos elementos propios de lo vivo- se ve escandalizada por la espectacularidad y exceso prostibular del led, amo, señor y novedoso representante material de la modernidad.

En su verticalidad, los tubos enmarañados de luz rememoran la híbrida imagen místico-cristiana del sacrificio sangriento que alberga el cuerpo etéreo de la divinidad, pero que en la actual era tecnológica se ve sustituida por una correspondencia morbosa entre lo vivo y lo artificial. La obra-instalación «Anónimo» de Antonio Becerro en colaboración con el dúo Trimex, artistas visuales en el campo de lo digital, a través de la yuxtaposición de materialidades plantea las nuevas permeabilidades y posicionamientos que van adquiriendo día a día lo orgánico y lo artificial, lo sagrado y lo superfluo, lo vivo y lo inanimado.

En la instalación se aprecia que el exceso lo es todo. El fluir de la conectividad succiona, a modo de una inyección, gotas de luz, gotas de sangre, como extrayendo las energías. El hueco que hay entre cada electrón del led da la impresión de la conducción y el movimiento de partículas que comparten el trasvasije de una información esencialmente luminosa a toda la ecléctica exposición y a toda la arquitectura del edifico, dejando al margen de la obra al espectador, pues no lo integra.

Fotografía: Camila Sánchez Andueza, Pamela Alvarado Álvarez, Antonio Becerro