Álvaro Vidal captó el desastre de Comau: “Es como abrir una bolsa de basura”
Por Héctor Muñoz / fotografías: Álvaro Vidal
Desde los últimos días de marzo diversas organizaciones de la sociedad civil están en alerta por la gran marea café que se observa en el fiordo Comau, en la comuna de Hualaihué, casi al comienzo de la Carretera Austral, en la Región de los Lagos, donde se ha producido una mortandad de salmones en diferentes centros de cultivo. La situación se replica más al sur, en la Región de Aysen y, según cifras oficiales del Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca), hasta el viernes pasado (9 de abril), se estimaba en 4.507 toneladas el volumen de peces muertos, equivalente al 2,9% de la biomasa activa en las zonas afectadas.
Este fin de semana, el fotógrafo Álvaro Vidal, corresponsal de diversas agencias informativas internacionales e integrante del equipo de Perrera Arte, logró llegar hasta el final del fiordo Comau, donde registró la forma en que se está llevando a cabo el retiro de los salmones muertos en los centros de cultivo Porcelana y Loncochalgua, ambos pertenecientes a la empresa Camanchaca, proceso que a juicio de los expertos pone en peligro el ecosistema del lugar. “Nos llegaron también las imágenes y ya iniciamos la denuncia legal pertinente por esta horrorosa situación”, señala Estefanía González, de Greenpeace.
Álvaro Vidal cuenta que navegó cerca de seis horas hasta llegar al final del fiordo, donde captó imágenes aéreas de las operaciones e, incluso, recorrió las plataformas de trabajo. “No soy experto en el tema pero lo único que puedo indicar es que en estos centros de cultivo todavía había salmones muertos y vivos y que en toda la zona se respira un olor nauseabundo, a podrido. Es como abrir una bolsa de basura, esa es la sensación más parecida que puedo transmitir”.
En el lugar se observan grandes plumas de materia orgánica descompuesta asociadas al retiro de los salmones muertos. Las imágenes permiten constatar que en este manejo los peces son succionados desde las jaulas de cultivo por la yoma de un barco pesquero de alta mar. Estos salmones van a la bodega de la embarcación, mientras que el agua succionada es eliminada por el vaciado del secador, un desagüe que va directamente al mar, como lo constatan las extensas plumas de agua con materia orgánica que se observan en el trayecto detrás de la embarcación.
“Un aumento significativo de materia orgánica en un cuerpo de agua cerrado, como un fiordo, puede producir una serie de impactos negativos sobre el ecosistema marino, incluyendo hipoxia y anoxia (una baja o ausencia total de oxígeno disuelto) en el agua de mar y el sedimento, lo que puede causar grandes perturbaciones o muerte de comunidades y especies pelágicas y betónicas, incluyendo importante recursos hidrobiológicos”, señala un experto consultado, quien agrega que las autoridades deben vigilar este proceso de retiro, contener la situación en torno a los centros de cultivo y retirar todo el material involucrado, no solo los salmones, como se hace hasta ahora.