Adolfo Torres: “En las ollas comunes los problemas se coronan de sabor”
De todas las experiencias que han desarrollado en Latinoamérica y otros puntos del planeta con el proyecto La Olla Común, el artista visual y cocinero Adolfo Torres recuerda en especial la realizada en el Hospital Psiquiátrico Vilardebo, en Montevideo, Uruguay, hasta donde, como siempre, él y su equipo llegaron con fondos, cucharones y platos para producir un encuentro de arte en torno a la comida.
“Ahí conocimos gente maravillosa, que nos aclaró que el mundo nuestro, el de afuera, está más loco que todo el hospital. Fue una recepción auténtica, emotiva y sin falsos palmoteos, lo que nos dio una infinita alegría y nos produjo la sensación de que estábamos haciendo bien las cosas”, cuenta Adolfo Torres, quien presentó recientemente en el Centro Experimental Perrera Arte “La Olla Común/Proyecto Perrera” junto al reconocido chef Áxel Manríquez, la escultora y pintora Daniela Muñoz y el multifacético productor culinario Charly Boy.
-¿Cómo nace La Olla Común?
-La idea surge de dos instancias. Una es el desarrollo que voy tomando como cocinero, oficio vernacular y vital, y por otra parte mi gusto por las artes. Buscando una fórmula en la cual pudieran coexistir ambas disciplinas, aprendiendo a cocinar y aprendiendo a ver y producir arte, los caminos se fueron encontrando. De ahí también nace la manera de llamar y operar con el proyecto. En las ollas comunes populares encontré un fuerte referente de instancias relacionales, estéticas y conceptuales para un proyecto cultural a través de la cocina. De ahí en adelante las cosas se fueron dando más claras y obvias.
-¿Qué te llamó la atención de las ollas comunes?
-Yo siempre digo que en la tragedia, la escasez, la fiesta o la protesta, las ollas comunes se gestan como instancias emotivas, participativas y colaborativas, en donde el problema o la alegría se coronan de sabor, aun con los mermados y escasos recursos e ingredientes que se puedan obtener. Me llama la atención que un reclamo político tan fuerte y sólido pueda hacerse por medio de la pacífica entrega de comida en una ración igualitaria, que designa equidad y corazón.
-¿Cómo observas la olla en el Chile actual?
-En este minuto de la historia en Chile se cruzan varios parámetros. De alguna manera, el exitismo neoliberal ha dejado de lado muchas prácticas culinarias y oficios ligados al cocinar, mientras que, por otra parte, el mercado busca con emergencia poder rescatar recetas, personajes e instancias del comer nacional, que fue asfixiado por el propio mercado, que mató esas tradiciones y que ahora se urge por reencontrarlas. Veremos a dónde nos llevará esta búsqueda que se muerde la cola.
-El proyecto La Olla Común ha sido una experiencia principalmente latinoamericana. ¿Por qué decidieron acotar ahí su territorio?
-Escojo este continente por el fuerte arraigo político e histórico que siento por América, un crisol de culturas, climas, etnias y factores que todavía se están cocinando en la historia. Además me ofrece la comodidad de recorrer el propio continente donde habito y donde nos rodeamos de instancias culturales muy potentes. Pero también hemos estado en otros lugares, porque todo el mundo come, cocina y tiene caracteres de identidad por medio de las culinarias populares, sociales y también elitistas. Por eso lo fácil, accesible y cotidiano de trabajar con este tema es la transversalidad: en la olla todas las comunidades tiene algo que decir.
-Cuéntanos un par de imágenes que retengas de tu periplo culinario.
-Son muchas y cada una tiene un agrado y buen recuerdo, pero, además del encuentro en el Hospital Psiquiátrico Vilardebo de Uruguay, me queda en la retina el trabajo con los lustrabotas de las calles de La Paz, en Bolivia. Sus presencias casi paramilitares alteran fuertemente el diario vivir urbano de esa ciudad, aparte que son chicos de diez o menos años de edad que se juegan la vida en el día a día de su trajín y sobrevivencia.
-¿Cómo evalúan la experiencia de “La Olla Común/Proyecto Perrera”?
-Más allá de las conjeturas teóricas, pedagógicas o conceptuales, lo importante para nosotros era hacer la fiesta, alimentar en buena y gratis, llevar un poco de alegría nutritiva en la entrega de un producto que proviene de la tierra, de los elementos y las manos que lo elaboran. Además estaba la potente oportunidad de trabajar en la Perrera, un espacio importante como eje difusor de arte experimental, que tanta falta hace en Chile. Para nosotros es fundamental que se abran ventanas que incluyan otras prácticas artísticas y culturales ligadas a las visualidades y poéticas de la disidencia.
Fotografías: Gonzalo Goya
laollacomun.net